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Reválidas y postverdad

Martes, 10 de enero de 2017
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Vamos a hablar de verdades sobre la Educación en España, de esas que no gusta escuchar. De alumnos que no saben operar una simple ecuación de Bernouilli, pero están en Tecnología Industrial de 2º de Bachillerato. De estudiantes que no saben emplear ni resolver identidades notables [lo siento, es necesario formular: (a+b)2 = a2 + b2 + 2ab], algo que se comienza a impartir en la primera etapa de la ESO, pero que, aun así, están matriculados en Matemáticas de 2º de Bachillerato, y sin haberles quedado pendiente la materia en ningún curso o nivel. Los mismos que, en la materias de Física o de Química, no saben reconocer magnitudes ni expresarlas convenientemente, algo que deberían haber practicado e interiorizado en 3º o 4º de la ESO, pero que, sin embargo, están inscritos en ambas materias o, quizás, en alguna de ellas, dependiendo de la modalidad finalmente elegida.

Para ser más claro, y que lo entienda cualquiera, al margen de su formación básica, chicos que, al pesar una pastilla de paracetamol –caso real, por cierto, como todos los anteriores–, de apenas unos gramos, obtienen resultados, iguales o superiores, a los ¡4 kilogramos! De chicos que no asimilan que los líquidos no se pueden comprimir y esperan que los botes de leche, en un futuro próximo –en un mundo paralelo, el suyo, por supuesto– se conviertan en gas, como si vivieran en una película de ciencia ficción. Pero, de ficción, nada en absoluto. De alumnos que, entienden por argumentación sólida de una idea, tres frases mal hilvanadas y peor redactadas, con incorrecciones ortográficas y gramaticales a patadas, que te hacen dudar incluso hasta de tu propio nombre por lo increíble del cúmulo de tales calamidades en un espacio tan reducido. De alumnos que, en el paroxismo de la incoherencia y la ignorancia, califican las reválidas de “franquistas” y, al preguntarles por el personaje histórico llamado Franco, no saben o no contestan.

Pero, realmente, ¿saben lo que son las pruebas finales de la ESO o el Bachillerato? De veras, ¿alguna vez han comprendido la función de las reválidas? No me equivoco si la respuesta es negativa en ambas cuestiones.

Las pruebas de evaluación externa perseguían un fin equitativo, justamente el contrario del que se informa en los medios y, preciso es decirlo, el opuesto al que esgrimen los integrantes del Sindicato de Estudiantes, órgano principal en la convocatoria de huelga contra ellas.

Las reválidas querían acabar, de una vez por todas, y por el único camino posible, con las desigualdades educativas causadas por el impacto de 17 sistemas de enseñanza diferentes, cada uno correspondiente a una autonomía territorial y administrativa. Dicho de otro modo, tan simple como estomagante, la intencionalidad era finiquitar el hecho de que, por el lugar de nacimiento o de residencia, se tuviera una Educación distinta y, en ocasiones, comparativamente inferior a la de otra región. Dar carpetazo al determinismo social y educativo derivado de la nacionalidad de origen. Y, por lo visto, jamás llegó el mensaje a quien debía, tal vez por la desinformación o el prejuicio hacia lo desconocido. Con razón, escribía Valle-Inclán, en sus famosos esperpentos, “toda la España es una demagogia”.

Las reválidas eran una apuesta por la justicia social, porque cada alumno, con independencia de su condición o nacionalidad, fuera igualmente evaluado y de los mismos conocimientos y con vistas a que su título gozara de idéntico reconocimiento y validez en todo lo ancho del país. ¿Les parece justo que un chico madrileño, simple y llanamente por serlo, que comienza 3º de la ESO posea un nivel de conocimientos equiparable al de 1º de Bachillerato en Canarias? ¿Por qué un alumno de las Islas, antes de sentarse a la silla de su pupitre, incluso antes de nacer, ya se sabe que habrá de iniciar su vida académica con este hándicap?

Las reválidas querían acabar con eso, con la gran mentira que, en determinados momentos, ha sido y es la Educación en España. Sin embargo, no podrá ser. Perdemos el horizonte y fijamos la mirada en la punta de la nariz. Todo parece dar igual. ¡Maldita sea! Los que abrían este artículo titularán y llegarán a la universidad… Y la historia continuará en un círculo sin fin aparente, en una rueda tan conocida como vergonzante. Será la derrota de la igualdad y la propia enseñanza, aunque habrá, por contra, una clara ganadora, la ignorancia de un pueblo.

Al parecer, vivimos en unos tiempos en los que la verdad está proscrita, incluso tiene mala prensa. Es la era de la postverdad, fea expresión que quiere decir que importa más lo que se dice y opina que los hechos reales y objetivos. Esto es lo que ha sucedido con las reválidas, nunca han sido dignas de la más mínima consideración, tanto que ni siquiera se supo lo que eran, tanto que los que las critican son el vivo ejemplo de su imperiosa necesidad.

Juan Francisco Martín del Castillo es profesor de Filosofía en el IES “La Isleta” de Las Palmas de Gran Canaria

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