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Educación para el diálogo

Martes, 21 de febrero de 2017
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Los resultados de las últimas elecciones generales han puesto en evidencia la necesidad de practicar un diálogo permanente entre los partidos políticos para gobernar desde el consenso, aceptando que es mucho más lo que nos une a los demócratas, que lo que nos separa. El diálogo se ha convertido en un valor necesario para el de­sarrollo de nuestra convivencia democrática. Y en la escuela, ¿educamos para el diálogo, para construir una sociedad dialogante?

El Artículo 27.2 de la Constitución Española señala: “La Educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”.

La Educación es efectivamente esa tarea que consiste en formar personas responsables y libres, activamente democráticas, conscientes del significado de la profunda dimensión de la dignidad del ser humano.

Se trata de enseñar en la escuela lo que significa el hecho de ser persona, de poseer la profunda dimensión de la dignidad del ser humano, como la gran riqueza que nos hace merecedores a todos por igual del más profundo respeto.

En la actual crisis de depreciación de la vida política es necesario enseñar a nuestros jóvenes, que han nacido ya en democracia y que pueden creer que la democracia es algo natural, que no solo la democracia no es algo natural, sino que ha sido y es una conquista continua de la humanidad, una conquista de algunos pueblos, que ha supuesto muchos dolores y sacrificios y, que como toda conquista humana, puede debilitarse o perderse, si no se cuida, si no se realimenta, si no se rejuvenece, cada día. Y que su fundamento radica en un diálogo, que nace de la conciencia de que es mucho más lo que nos une a los demócratas que lo que nos separa.

Por eso es tan importante la tarea de una Educación para el diálogo y la convivencia en las aulas y en los patios de nuestros centros educativos, para mantener a nuestros jóvenes activamente alerta contra cualquier forma de exclusión racial o social, a partir de una formación dirigida al de-sarrollo de su capacidad para ejercer la libertad y la responsabilidad, la solidaridad y el respeto a las personas, que constituyen la base de nuestra vida en sociedad.

Para formar ciudadanos libres, que piensen y decidan por sí mismos, libres de estereotipos y de los condicionamientos de raza, frontera, género, religión, ideología, opinión, edad o condición social.

Alumnado que sepa comprender la realidad social en que se vive, cooperar, convivir y ejercer el diálogo para construir proyectos compartidos en una sociedad plural, así como comprometerse a contribuir a su mejora.

Capacidad de diálogo para construir la unidad en la toma de decisiones en las más diversas situaciones y para responsabilizarse de las decisiones adoptadas. Para construir desde el diálogo el juicio moral para elegir y ejercer activa y responsablemente los derechos y deberes de ciudadanía, desde una comprensión crítica de la realidad que exige experiencia, conocimiento y conciencia de la existencia de distintas perspectivas al analizarla.

Sabiendo que los conflictos de valores e intereses forman parte de la convivencia y deben resolverse con actitud constructiva y tomando decisiones a partir de una escala de valores, construida mediante la reflexión crítica y el diálogo.

Ello exige escuchar a fondo las opiniones ajenas, ser capaz de ponerse en el lugar del otro y comprender su punto de vista, aunque sea diferente del nuestro.

Educar en el diálogo no es otra cosa que educar para el pluralismo, en el respeto a la diversidad y valorando la disensión como un elemento necesario para la convivencia.

Por eso nuestra propuesta es educar en el diálogo como modo de participación social, comprendiendo que la opinión y la posición del otro es necesaria para la construcción de la comunidad, por lo que hay que escucharle atentamente como posible portador de una contribución válida, conscientes de que cabe objetivamente la posibilidad de que nuestra posición pudiera no ser acertada.

Juan López Martínez es inspector central del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

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