Mañana... Revolution on the go
Cuando miro al futuro no puedo dejar de sentir que no piso suelo firme y que no hay a la vista un camino que transitar. A este vértigo que produce mirar al futuro se opone, casi contradictoriamente, la sensación de mirar al pasado y darme cuenta de que, en realidad, no estoy haciendo nada esencialmente diferente a lo que hacía hace 20 años.
La tierra firme y los caminos claros son los sólidos principios “inmutables” (el “ser” de Parménides); lo que “imaginamos” cuando nos preguntamos qué es educar. Pero cuando tienes 30 estudiantes, aquí y ahora, no se trata –solo– de “imaginar”, tienes que actuar, y ahí lo “inmutable” naufraga una y otra vez, porque te enfrentas al “devenir” (el de Heráclito); todo se torna “líquido” (recuérdese la “modernidad líquida” de Bauman). Esta es nuestra peculiar encrucijada como docentes. Sé que podría sobrevivir otros 20 años pisando tierra firme; los diálogos de Platón no van a cambiar. Pero, ¿todo lo demás?
Todo lo demás cambia a un ritmo endemoniado, de ahí el vértigo y el desasosiego cuando miro al futuro. Tenemos que educar para una sociedad que no existe, con unos medios que caducan antes de que los dominemos, en el marco de una institución del siglo pasado, o el anterior.
Todo lo demás cambia de manera tan trepidante, que no tenemos tiempo ni para hacer la revolución que muchos postulan; cambiar de paradigma educativo requiere la construcción de un nuevo mundo, demasiado sólido. La aceleración de los cambios en la sociedad contemporánea requiere, tal vez, algo más modesto pero más inmediato: llamémoslo “revolution on the go”, llamémoslo innovación.
No toda innovación educativa es solamente metodológica ni requiere el uso de medios digitales, pero el pleno desarrollo como personas de los estudiantes de hoy pasa por la adquisición de las denominadas “habilidades para el siglo XXI”, porque vivirán plenamente en la sociedad digital y de la información.
Yo diría, por tanto, que las revolutions on the go que cabe esperar en la Educación formal pasan por focalizar la Educación en dos aspectos capitales: inclusión y creatividad; y propongo un ejemplo para ello: la gamificación.
“Inclusión”, eso que venía después de la integración, y nunca llegó. Para mí sigue siendo una forma realmente innovadora de gestionar una característica cada día más acentuada del alumnado: la variedad de intereses, estilos, habilidades, inteligencias, que nos empeñamos en medir y etiquetar según rígidos estándares de aprendizaje. Repensar la Educación desde la inclusión exige, además, adoptar una perspectiva holística, algo que no es una novedad absoluta (baste con recordar en España a Francisco Giner de los Ríos o Manuel Bartolomé Cossío), pero sí algo profundamente innovador.
Relacionado con la perspectiva inclusiva, creo que la gran innovación de los próximos años será la “explotación” académica del mayor de los recursos de todos los estudiantes (y docentes): la creatividad. Se trata de la “navaja suiza” de todos y cada uno de nosotros, y que nos permite aportar algo nuestro a la inteligencia colectiva.
¿Y cómo se pone esto en práctica? Evidentemente, se requiere una metodología, una didáctica. Mi dedicación al estudio (teórico y práctico) de la gamificación (uso de juegos serios en clase) me permite afirmar que es una estrategia metodológica capaz de resolver varios problemas. No solo permite un tratamiento realmente inclusivo de un grupo de estudiantes, y el uso combinado de diversas herramientas (digitales o analógicas); además permite crear lo que en ocasiones he llamado la “magia de la motivación”.
Y cuando consigues motivar realmente a los estudiantes, que aceptan con toda naturalidad la gamificación de la clase, se acaba la disrupción, los conflictos, el absentismo, el fracaso escolar, la frustración, el constante remar contra corriente… Esto no es el futuro, pero sí que es una parte del futuro; y yo quiero vivir allí, aunque no tenga un suelo firme que pisar.
Una cosa más; si esperas algo impactante de la innovación en Educación, no pierdas de vista lo que te pueda aportar la Inteligencia Artificial.
Marcos García
Finalista del Certamen Proyecta D+I (Docente Innovador). Profesor del IES “Padre Isla” de León. Ha gamificado su asignatura (Filosofía) a través de un juego de rol.