“Actualmente, la formación en Educación emocional depende más del voluntarismo de cada profesor”
Rafael Bisquerra es catedrático de Orientación Psicopedagógica en la Universitat de Barcelona (UB) y director del Postgrado en Educación Emocional y del Máster en Inteligencia Emocional en esta universidad. En la entrevista hace un llamamiento para mejorar la formación docente en este ámbito y facilitar el acceso.
¿Por qué es importante la Educación emocional en el aula?
Basta analizar la prevalencia de ansiedad, estrés, depresión, el consumo de ansiolíticos, antidepresivos, suicidios (más de 4.000 al año en España), la incidencia de acoso escolar, violencia de género, violencia doméstica, violencia ciudadana… hay un montón de elementos presentes que manifiestan el analfabetismo emocional que caracteriza a nuestra sociedad. A partir de tomar conciencia de estas necesidades, es cuando surge la Educación emocional. Por eso es importante.
¿Realmente no está bien tratada en los currículos?
En el ámbito universitario, no hay materias de Educación emocional en ninguna carrera. Lo que hay son contenidos opcionales cuando son incluidos por profesores que están sensibilizados sobre este tema y se han formado. Luego está el Postgrado de Educación Emocional de la Universidad de Barcelona (UB), que es el primero del mundo y surgió precisamente para formar al profesorado con la intención de poner en práctica programas de Educación emocional en los centros educativos.
¿Y en niveles no universitarios?
Actualmente la Educación emocional depende del voluntarismo del profesorado. Incluso en Canarias, que hay implantada una asignatura de Educación emocional, es así como está funcionando. Si no hay una formación previa, seria y rigurosa del profesorado, ¿cómo pretendemos que se pueda impartir una Educación emocional de calidad?
¿Cómo se encuentra la formación del profesorado en este ámbito?
Solo hay cursos en el que el profesorado tiene que inscribirse voluntariamente, pagar la matrícula de su propio bolsillo y hacerlo si tiene acceso, porque no hay en todas partes. Hay muy buenos cursos en distintas universidades, pero de forma general, en España, no es fácil el acceso a una formación en Educación emocional de calidad.
¿Debería haber una asignatura independiente sobre Educación emocional o debería impartirse de forma transversal?
Es un tema de discusión donde no tenemos evidencias empíricas de lo que realmente puede ser mejor. Nos movemos por opiniones, y cada uno tiene la suya. Para mí lo ideal sería que hubiera una Educación emocional presente en tutoría, en las distintas áreas académicas, en la formación de las familias, porque es un tema transversal, pero también promovemos el modelo comprensivo, que va más allá de lo transversal, porque tiene una presencia en el patio, en el comedor, en la biblioteca, en la calle, en la familia…
¿Qué beneficios tiene para el alumno?
Es importante porque contribuye a disminuir la violencia, el comportamiento disruptivo, la conflictividad entre profesor y alumno, entre los propios alumnos, los conflictos habituales en el patio, en el comedor… De hecho, lo que contribuye es a mejorar la convivencia, el rendimiento académico y el bienestar.
En todos estos beneficios que ha enumerado ¿sí que hay evidencia empírica de buenos resultados?
Sí que hay numerosos estudios con muestras de miles de estudiantes, de forma que hoy en día la pregunta ya no es si hemos de impartir o no Educación emocional sino cuáles son las estrategias más apropiadas para ponerlo en práctica. Y ahí ya se puede ver si es mejor una asignatura como en Canarias u optar por la transversalidad. Tengo que recordar que este concepto de transversalidad se puso en funcionamiento en el año 1992 en España y desgraciadamente apenas se ha implantado, porque no hay una concienciación del profesorado ni unos tiempos asignados.
¿Cómo se llega a las familias?
Es muy difícil llegar a las familias si estas no quieren participar en la Educación de sus hijos, pero que sepan que el comportamiento de los padres es un ejemplo extraordinario para el comportamiento de los niños. En este sentido, tengo que decir que desgraciadamente muchas familias no adoptan el comportamiento ejemplar que deberían. Voy a citar solamente un ejemplo. Los sábados por la mañana se juegan miles de partidos de fútbol infantil y juvenil en campos de toda España. Desgraciadamente muchos padres que han ido a acompañar a sus hijos presentan un comportamiento de estímulo a la violencia. Sabemos que hay un promedio de 50 agresiones físicas semanales en los campos deportivos infantiles y juveniles. Ahí hay un trabajo extraordinario por hacer. Si un niño ve que su padre insulta, agrede al árbitro o a otros jugadores o padres, ¿cómo pretendemos que a partir de este comportamiento no se produzcan actos de violencia, si es el modelo que ven? A esto lo llamamos Educación de gradas, que consiste en educar a los espectadores para que entiendan que el juego sirve para aprender a convivir con el equipo adversario. No somos enemigos como si fuera una guerra o una batalla campal.
UN EJEMPLO DE EMOCIÓN: LA IRA
- Uno debe detectar cuándo se le activa una emoción. Pongamos por caso la ira, la rabia, el enfado, la furia, la cólera, el enojo, etc.
- Lo que nos pasa por dentro es que se activa la taquicardia, se acelera la respiración, tenemos una serie de reacciones internas que segregan hormonas y neurotransmisores y esto nos predispone a atacar como si fuéramos auténticas fieras.
- Una vez que se activa, la emoción puede ser tan fuerte que nos encontramos racionalmente con dificultades para frenarla. Por eso es muy importante detectarla desde el primer momento, porque si no puede derivar en violencia y en ataques físicos.
- Por eso es importante que, desde el primer momento, activemos la conciencia emocional para calmarnos, para saber que los conflictos se tienen que resolver verbalmente y no físicamente. Hay que aprender a poner palabras a las emociones y hay que aprender a discutir, negociar, expresar, utilizar la empatía, la asertividad y el comportamiento cívicamente correcto.
- Técnicas como la relajación, la meditación, la respiración y el mindfulness ayudan a esta toma de conciencia, por centrarnos solo en el ejemplo de la ira como emoción.