¿Hemos sobrevalorado la creatividad?
La semana pasada vi la película El Fundador, un biopic sobre la vida del “creador” de la cadena de comida rápida McDonald’s. Más allá de la perspectiva moral del personaje –enormemente discutible–, me parece que contiene enseñanzas interesantes para los que nos dedicamos a hacer de nuestros hijos o alumnos personas de provecho. Reproduzco a continuación la cita que, según la película, sirvió de inspiración a este emprendedor de éxito, algo así como su credo personal: “Persistencia. No hay nada en el mundo que pueda ocupar su lugar. El talento no. No hay nada más común que hombres fracasados con talento. La genialidad no. El genio sin reconocimiento es casi un cliché. La Educación no. El mundo está lleno de tontos con Educación. La persistencia y la determinación por sí solas son todopoderosas (…). El mayor descubrimiento de mi generación es que los seres humanos pueden cambiar su vida cambiando su actitud mental. Un hombre es aquello en lo que piensa todo el día”.
Cada vez se habla más de la importancia de desarrollar las competencias o habilidades blandas. Esa capacidad para trabajar en equipo, para relacionarse con los demás, para ser asertivo, empático, optimista… También para ser proactivo, creativo y sacar ese emprendedor que todos llevamos dentro. Mucho se ha hablado de la creatividad de los niños, frecuentemente subyugada por una Educación del pasado, “industrial”, utilizando la terminología de Sir Robinson. Mucho se ha hablado, tal vez demasiado, hasta situarnos en el otro extremo de ese péndulo educativo que va y que viene.
Y sin embargo no será el talento innato, ni las buenas formas, ni mucho menos la creatividad lo que garantice el futuro de nuestros alumnos. Todos esos factores serán catalizadores o impulsores del desarrollo, pero nada más. Solo serán eficaces sobre la materia prima de la constancia, la persistencia, el esfuerzo, la reciedumbre, etc. Creatividad o genialidad ni siquiera son necesarios porque no todos nuestros alumnos tienen que ser emprendedores y mucho menos genios. El papel de la creatividad e incluso del talento está sobrevalorado por esta cultura de la apariencia y del éxito fácil. Por el contrario, la hormiguita tiene mala fama y, sin embargo, sabemos que representa el valor seguro para alcanzar, tal vez no el éxito espectacular, pero sí la excelencia personal.