La Educación como antídoto contra el fanatismo
Los atentados de París nos invitan de nuevo a reflexionar sobre el insustituible papel de la Educación y de la formación de las conciencias como antídoto contra el fanatismo. Habrá que actuar desde la diplomacia, desde la justicia y desde la defensa, pero sabemos que solo la Educación y la formación harán nuestro éxito duradero y profundo.
Resultan emocionantes y amargamente premonitorias las palabras que pronunció, en ese París que ahora llora, uno de los intelectuales que más combatieron los fundamentalismos religiosos, como fue Benedicto XVI. Durante el discurso pronunciado ante 700 representantes del mundo de la cultura en París, alertó hace ahora siete años contra el “fanatismo fundamentalista” al que se enfrenta la actual generación. Asimismo, destacó que “la búsqueda de Dios sigue siendo el fundamento de cualquier cultura verdadera”. Tras poner de relieve –ahí está el meollo de la cuestión– que la tensión entre los vínculos y la libertad “ha modelado profundamente el pensamiento de la cultura occidental”, recalcó que esa tensión se presenta de nuevo a nuestra generación “como el desafío frente a dos polos encontrados: lo arbitrario subjetivo frente al fanatismo fundamentalista (…). Si la cultura europea actual entiende la libertad como la ausencia total de vínculos sería fatal y favorecería el fanatismo y la arbitrariedad”, concluyó Benedicto XVI en un magistral discurso pronunciado en el colegio de los Bernardinos, un edificio cisterciense recientemente reabierto al público tras ocho años de trabajos de restauración.
Contrario a lo que pudiera pensarse desde un análisis superficial, solo la formación de nuestros hijos y alumnos en sólidas convicciones podrán resistir la amenaza de las nuevas formas de totalitarismos. Solo una Educación de profundas raíces humanistas logrará alumbrar argumentos de calado contra la indigencia intelectual de quien solo sabe imponerse con la fuerza. Solo las sociedades asentadas en fundamentos resistirán las amenazas de los fundamentalismos. Al contrario, el llamado pensamiento líquido, la cultura relativista y las costumbres permisivistas tan de nuestro tiempo serán su pasto. El vacío debe ser llenado.