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Másteres y reválidas

Martes, 24 de abril de 2018
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Las medias verdades, acaso peores que las verdades a medias, hacen de las suyas en muchos currículos de destacados políticos, como también de la tropa, entre otras razones por la relevancia social de los títulos académicos superiores y por el menguado valor de otros conocimientos, destrezas o habilidades que no se acreditan, ni se alcanzan, mediante estudios formales. Aun así, responsabilidad cabe asimismo a las universidades o instituciones de Educación Superior donde se ha facilitado, por decirlo con cierta moderación, la realización de estudios y la obtención de títulos. Sobre todo, cuando los másteres se convierten en una formación académica para cuya oferta es necesario tener asegurada la matrícula de un número suficiente de alumnos. Claro que esta circunstancia, la de captar alumnado, no se advierte –al contrario, es necesaria una selección rigurosa– cuando los estudios y las instituciones que los ofrecen gozan de un prestigio relevante y la formación adquirida se aprecia de muy buen modo por quienes ofrecen oportunidades a los titulados.

Aunque las reválidas tengan distinta naturaleza o sean más propias de otras etapas educativas, su carácter de evaluación externa, para refrendar la formación adquirida, explica de algún modo su alcance. Dado que títulos como el de Graduado en ESO o de Bachiller no es que se falseen –aunque casos habrá– sino que pueden obtenerse con muy distinto grado de dedicación y esfuerzo; por más que mentar esto último provoque alguna excitación al confundirse la gimnasia con la magnesia, expresión más académica que el culo con las témporas.

La incorporación de los estándares al currículo, cuestión de sobra controvertida porque se relacionan, de manera directa, con las evaluaciones finales de etapa –vulgo reválidas–, no oculta la intención de establecer un marco común de referencia que equipare u homologue el sistema educativo. A partir de la competencia estatal, tras la cesión de significativas y amplias competencias a las administraciones autonómicas, de regular las condiciones de obtención, expedición y homologación de los títulos académicos.

Luego la falsedad de los títulos, cuando se reviste el currículum de forma improcedente, no solo señala a quien engaña y se procura un reconocimiento académico indebido, sino que también cuestiona el modo en que se obtienen los títulos verdaderos.

Antonio Montero es inspector de Educación y profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla.

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