La pregunta clave es: ¿Para qué educamos?
La Educación es un proceso consustancial a la especie humana. Por este motivo el título de esta tribuna no es “¿Por qué educamos?”, sino “¿Para qué educamos?”. El por qué es simple: lo hacemos porque así lo llevamos escrito en nuestra biología, por simple instinto de supervivencia. El para qué, sin embargo, es mucho más complejo, y requiere de un análisis consciente.
Nuestra adaptación más importante, como seres vivos, aquella que garantiza mejor nuestra supervivencia, es precisamente la capacidad de modificar nuestro comportamiento.
Educamos para que nuestros hijos e hijas, o nuestros alumnos y alumnas, se puedan adaptar mejor a las condiciones futuras, a través de sus comportamientos y de su capacidad de aprendizaje.
Nuestra adaptación más importante, como seres vivos, aquella que garantiza mejor nuestra supervivencia, es precisamente la capacidad de modificar nuestro comportamiento para continuar adaptándolo de forma dinámica a cualquier cambio. Y en este proceso de adaptación y readaptación, la Educación –en los centros educativos, en el seno familiar y en la sociedad– resulta crucial.
De ahí que el para qué educamos requiera de un análisis consciente de la Educación. ¿Qué es lo más importante para el futuro de las nuevas generaciones? ¿Formar profesionales muy bien formados en campos específicos? ¿Formar ciudadanos que encajen en la sociedad pero que lo hagan de forma acrítica?
¿O formar personas críticas capaces de analizar su condición y de dirigir su vida, y con ella la de su entorno, hacia las metas que consideren más adecuadas, en función de cada situación concreta? No hay una respuesta única, sino que esta debe surgir de un pacto social, lo que hace que en cualquier caso sea ideológica.
El aspecto más importante de la Educación es formar personas capaces de llevar una vida digna.
"A mi entender, el aspecto más importante de la Educación es formar personas capaces de llevar una vida digna y dignificante, con voluntad de seguir creciendo a todos niveles –intelectuales, sociales y, por supuesto, también profesionales–, de forma reflexiva y transformadora. Esta visión es la que guía mi trabajo.
¿Cómo conseguirlo? Necesitaría un libro entero –que digo, ¡toda una colección!– para abordar este tema en su profundidad, pero hay dos aspectos que, a mi entender, son clave. Primero, el respeto por las diferencias. Todos nacemos con determinadas predisposiciones genéticas –hacia la creatividad, la capacidad memorística, la empatía, la sociabilización, etcétera–, que no hemos elegido y que nuestros progenitores tampoco seleccionaron.
Cada persona es un mundo, igual de respetable que cualquier otro. Así que no puede haber recetas para la Educación, solo ideas que nos ayuden a reflexionar para que vayamos perfeccionando nuestra práctica educativa, de forma individual y colectiva.
Este componente biológico influye en las características mentales, pero no las determina, así que el segundo aspecto clave consiste en dar las máximas oportunidades a cada persona para que se desarrolle y se continúe autodesarrollando según sus propios deseos. Sin apriorismos, de forma positiva.
Vendría a ser como construir un avión de papel con cartulinas de distintas formas y tamaños (la biología de cada uno). Si aplicamos los mismos dobleces a todas (la Educación), algunos aviones volarán muy bien, y otros se estrellarán rápidamente. Esta comparación, a la que he denominado el modelo de cerebroflexia, por analogía con la papiroflexia, nos indica que la Educación debe servir para que cada persona pueda sacar el mejor provecho de sí misma.
Es aquí, en la comprensión de cómo se construye el cerebro y de qué forma el ambiente lo va modelando, donde los conocimientos en neurociencia nos deben ayudar a entender los procesos educativos y de qué forma las distintas estrategias pedagógicas influyen en la construcción del cerebro de nuestros alumnos y alumnas, hijos e hijas, para favorecer su crecimiento.
¿Sencillo? De ningún modo.
¿Utópico? Solo las utopías permiten el avance de la sociedad.
¿Apasionante? Para mí, sin lugar a duda.
David Bueno. Especialista en Neuroeducación.
¿Para que educamos?
Educar es una herramienta que utilizamos para dar forma al futuro que queremos como comunidad, para nuestros estudiantes y nuestros hijos. Ya que la educación es la base fundamental en nuestras vidas por lo cual nos permite crecer en lo personal, mediante el respeto hacia las demás personas. Nosotros como docentes podemos aplicar mediante nuestros conocimientos a traves de las enseñanzas adquiridas a nuestros estudiantes y asi lograr que tenga un un gran futuro profesional de calidad y calidez . Tratar de usar metodologias, estrategias apropiadas para que nuestros estudiantes tomen intéres en sus enseñanzas.