Cómo afrontar la depresión en la población infanto-juvenil
La psicología es la ciencia que estudia y explica en la medida de lo posible la conducta humana desde sus comportamientos biológicos y desde los ámbitos sociales que dan razón de ser al devenir de esta especie capaz de reírse de sí misma, de llorar al ver unos números, de generar belleza, de investigar, de crear, de sufrir, de compadecerse, de sentirse culpable, de ser altruista, de esperanzarse, de sentirse concernido.
Las enfermedades mentales abarcan un gran espectro de dolencias entre las que se incluyen los trastornos neurológicos o las adicciones (que pueden implicar el consumo de sustancias, o no), aunque las más prevalentes actualmente en la población española son la ansiedad y la depresión, tras las que se presentan en multitud de ocasiones trastornos más graves como el trastorno bipolar o la esquizofrenia.
Por otro lado, según la Fundación Alicia Koplowitz, aproximadamente el 50% de los trastornos mentales realizan su aparición antes de que la persona alcance los 14 años, el 70% de ellos antes de la mayoría de edad.
Una de las patologías que ha visto aumentada su incidencia, y que de hecho está azotando fuertemente a nivel mundial, es la depresión. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la depresión es la principal causa de discapacidad a nivel mundial. En ocasiones su diagnóstico se dificulta al presentarse de forma enmascarada en una enfermedad somática, o al normalizarla (el individuo que la sufre) por confundirla con la tristeza que se puede generar en la cotidianeidad de la vida diaria.
Tratamiento multidisciplinar
La intervención que se llevará a cabo depende de multitud de factores como son el tipo de trastorno depresivo presente, así como las características específicas del mismo, su persistencia, gravedad, respuesta a tratamientos previos (en caso de haberlos) las particularidades del afectado, grado de disfuncionalidad, posible riesgo autolítico, etc., pero lo que parece claro dada la complejidad del trastorno es la necesidad de realizar un tratamiento multidisciplinar.
La intervención que se llevará a cabo depende de multitud de factores como son el tipo de trastorno depresivo presente, así como las características específicas del mismo
La población infanto-juvenil también se ve afectada por esta grave condición. Estos casos son especialmente difíciles de detectar para aquellos que carecen de formación en la temática (por ej. progenitores), y es que a simple vista, la sintomatología se presenta en forma de enfado más que de tristeza. En muchos casos, ello facilita que la enfermedad se prolongue en el tiempo (a veces incluso hasta la edad adulta), y por tanto que el pronóstico se vuelva en mayor medida desfavorable y el proceso de recuperación se dificulte. Por supuesto, en la población a la que nos estamos refiriendo, los fármacos no son el tratamiento de primera línea; aunque en ocasiones son necesarios; por lo que la intervención psicológica y psicosocial cobra mayor relevancia.
Al igual que el trastorno depresivo, el trastorno bipolar genera sufrimiento, inadaptabilidad, disfuncionalidad, en casi todos sino en todos los aspectos de la vida del paciente, pero además estas personas tienden a ponerse en riesgo de diferentes formas en función del estado en el que se hallen. En este caso los psicofármacos son indispensables durante todas las fases del trastorno, siendo su función principal la mejora global del funcionamiento y la calidad de vida del paciente, específicamente reduciendo la frecuencia, intensidad y consecuencias de los episodios agudos.
Otro trastorno mental grave es la esquizofrenia, De nuevo, una enfermedad con alto coste personal tanto para el paciente como para los que lo rodean, a lo que debemos añadir la estigmatización social que sufre, así como la discriminación. En cuanto al tratamiento, la psicofarmacología es primordial e indispensable, pasando el marco psicológico, psicosocial, a un plano, que aunque fundamental para aspectos como la integración social o la calidad de vida en general, es complementario.
Pero también existen acontecimientos adversos, sucesos, que quiebran corazones, episodios (gran parte prolongados en el tiempo) que no debían haber ocurrido (el acoso escolar, la violencia de género, abusos sexuales…), y que ciertamente conllevan consecuencias psicológicas que en multitud de casos sí desencadenan patologías como Trastorno de Estrés Postraumático, y/o conductas autolíticas.
Fortalecer la resiliencia
Debemos de preparar a nuestros niños y a nosotros mismos para afrontar tan duras circunstancias, fortaleciendo nuestra resiliencia, que en absoluto elimina el humano sufrimiento.
Por supuesto, en la población a la que nos estamos refiriendo, los fármacos no son el tratamiento de primera línea
Desde muy corta edad nos cabe muscular la resiliencia, enseñar habilidades de afrontamiento, de autodominio, de manejo del estrés, de las emociones negativas y de las situaciones adversas, porque la vida no es justa, no es fácil, y ocurrirán hechos dolorosos. Es importante fomentar la generosidad, el agradecimiento, la positividad y el respeto por el otro, y es que las buenas relaciones aumentan el bien-estar y la salud.
Es preciso un cambio de pensamiento, una forma de sentir compasiva y empática, un hacer positivo, en pro del otro, del Nosotros, comprendiendo que tan importante es el Yo como el Tú, que el que no sabe lo que siente el otro, pierde.
Propiciemos en lo posible bien-estar, que exige salud mental. Hemos de intervenir desde la ciencia y prevenir desde el piel con piel, la sonrisa, el autodominio, el posicionamiento digno, honesto, sano.
No le pidamos a la vida, más de lo que la vida puede dar. Disfrutemos, agradezcamos a nuestros congéneres, a los que nos antecedieron, a los que nos continuarán.