‘Funan’, retrato del horror de los Jemeres Rojos inspirado en una historia real
Existen numerosos largometrajes que han tratado el horror de los regímenes totalitarios del siglo XX, sobre todo los que reflejan la tragedia de los nazis, pero poco a poco van saliendo también los que ponen de manifiesto la crueldad del comunismo. Destacan títulos como La vida de los otros y Obra sin autor, de Florian Henckel von Donnersmarck, El último bailarín de Mao, de Bruce Beresford, o Balzac y la joven costurera china, de Dai Sijie. Es el caso de Funan, que pone de manifiesto que no se debe olvidar nunca uno de los episodios más lamentables de los últimos 50 años.
La acción arranca en 1975, cuando el ejército comunista de Pol Pot logra entrar en Nom Pen, capital de Camboya, obligando a la mayor parte de la población a desplazarse a campos de trabajo rurales. El joven matrimonio formado por Chou y Khoun debe dejar su hogar, con Sovanh, su hijo de 4 años.
Obligados a caminar durante muchos días, sin apenas comida, acaban perdiendo de vista a su pequeño en el cruce de un río por culpa de la aglomeración de gente. Sin ningún tipo de piedad, los soldados les obligan a seguir adelante y se les informa de que quizás se reencontrarán con el chico más adelante, si tienen suerte…
Denis Do firma su ópera prima, un durísimo drama inspirado en la historia de sus propios progenitores.
El franco-chino-camboyano Denis Do firma su ópera prima, un durísimo drama inspirado en la historia de sus propios progenitores, que se vieron obligados a escapar de los Jemeres Rojos (de la misma forma que sus abuelos habían tenido que dejar China por la invasión japonesa durante la II Guerra Mundial), y estuvieron separados durante mucho tiempo del hermano del futuro realizador.
El film –que ganó el primer premio en el Festival de Animación de Annecy– trae a la memoria el gran clásico que denuncia este episodio oscuro de la historia del siglo XX, Los gritos del silencio, aunque de igual forma conecta con Se lo llevaron: recuerdos de una niña de Camboya, dirigida por Angelina Jolie, que también mostraba los campos de trabajo en donde se recluía a ciudadanos.
Por otro lado, el dibujo realista y el tono remiten a una serie de películas de dibujos concebidas para adultos de la última década, entre las que destacan Vals con Bashir, El pan de la guerra y Un día más con vida, todas sobre conflictos bélicos reales.
De calidad técnica aceptable, destacan los fondos concebidos por el director artístico Michael Crouzat, uno de los principales animadores de Gru, mi villano favorito, porque la belleza del paisaje camboyano contrasta con las duras condiciones de los personajes y sus dificultades para sobrevivir.
Aunque los regímenes totalitarios tienden a separar a las familias, las agresiones solo consiguen que el vínculo entre sus miembros se vuelva más fuerte.
El propio realizador ha coescrito, con la también debutante en el largometraje Magali Pouzol, un guion que abarca prácticamente los cuatro años que duró la barbarie, sin escatimar detalles –desgraciadamente reales– de la crueldad del régimen: ejecuciones sumarias, el adoctrinamiento ideológico, la paranoia que obliga a buscar constantemente a disidentes, etc.
Aciertan al centrarse en uno de los peores dramas que puede sufrir el ser humano, desconocer cuál ha sido el destino de un hijo, y muestra cómo los progenitores que sufren una tragedia de este estilo dejan todo lo demás y son capaces de cualquier sacrificio con tal de salvar a su pequeño.
Se diría que con este material el resultado tiene que ser obligatoriamente un film deprimente, y aunque por lógica no es para un público fácilmente impresionable, tiene un tono ligeramente esperanzador, sobre todo porque muestra que aunque los regímenes totalitarios tienden a separar a las familias –para formar a los jóvenes conforme a sus principios doctrinales–, las agresiones solo consiguen que el vínculo entre sus miembros se vuelva más fuerte.
Camboya: un episodio sangriento
Lo sucedido en Camboya se puede calificar como uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente. La guerrilla de los Jemeres Rojos tenía como objetivo instaurar un régimen comunista-maoísta que condujera a la sociedad a regresar a la ruralización.
Entre 1975 y 1979 se llevó a cabo una radical política de reubicación de la población de los principales centros urbanos hacia el campo, forzando a las personas a trabajar en labores agrarias.
Se calcula que fallecieron por hambre, fatiga o asesinados ante cualquier sospecha de traición entre 1,7 y dos millones de personas, lo que supone una cuarta parte de la población del país. Durante ese tiempo, más de 14.000 personas pasaron por la prisión de Tuol Sleng, donde fueron interrogadas y torturadas.
Finalmente, las tropas de Vietnam del Sur invadieron el país, dando al traste con el gobierno de Pol Pot. Aunque se instauró un nuevo gobierno, los supervivientes de los Jemeres Rojos continuaron luchando en el noroeste del país, por lo que muchos supervivientes se exiliaron. El campo de refugiados de Khao-I-Dang, en Tailandia, acogió a cerca de 14.000 refugiados.
En 2003, la ONU presentó un reporte sobre el juicio a los Jemeres Rojos que estableció la constitución de un tribunal mixto (jueces extranjeros y nacionales).
El Tribunal de Camboya condenó el 16 de noviembre de 2018 a cadena perpetua por un delito de genocidio a los dos últimos líderes vivos de los Jemeres Rojos: el “número 2” e ideólogo de la organización comunista, Nuon Chea, de 92 años, y el antiguo jefe de Estado de ese régimen, Khieu Samphan, de 87. Por su parte, Pol Pot, máximo responsable de los Jemeres Rojos, había muerto en 1998 en misteriosas circunstancias.