Rocío Rivero López: "Se puede enseñar a memorizar de una forma más creativa"
La gamificación, cada vez, se instala con mayor fuerza en la sociedad; como todo, la forma de educar se amolda a lo que el presente, con vista al futuro, demanda. Como autora de la publicación Crecer jugando paso a paso, Rocío Rivero López, psicóloga y educadora social, repasa en esta entrevista aspectos de capital importancia. Rivero considera que la franja de edad idónea para implementar esta metodología es la que transcurre desde «los 0 a 6 años, puesto que ahí se va a producir el mayor desarrollo neuronal» aunque afirma que «también la utilizaría en Primaria y Secundaria».
¿Qué desarrollo cognitivo se produce en el cerebro del niño a la hora de aprender a través del juego?
—El juego se va a constituir como un elemento básico en la vida del niño. Va a ser necesario en su desarrollo, ya que a través del juego busca, explora, comparte o se conoce él mismo.
¿Qué beneficios puede reportar adquirir conocimientos a la vez que se juega?
—El juego favorece la creatividad, la cooperación o los hábitos. El juego, por tanto, se confirma como un elemento fundamental.
¿Qué horquilla de edad cree que es la más adecuada para que esta metodología se implante en el interior de las aulas?
—De 0 a 6 años, esa es la franja en donde se va a producir el máximo desarrollo neuronal.
La psicóloga, experta en comunicación y dificultades del aprendizaje, Ruth Cerdán, defiende que “si la gamificación es positiva en Educación Infantil, por qué no realizarla también en la etapa de Primaria”. ¿Qué opina al respecto?
—En realidad yo la incluiría en la Educación Primaria y también en Secundaria. Porque siempre que aprendamos a través de experiencias agradables, el aprendizaje se va a fijar mejor, de forma más rápida. A través del juego se aprenden una serie de reglas y pautas. Es una experiencia, en definitiva. Por tanto, es más complejo que se olvide una experiencia que un conjunto de palabras escritas en un libro.
¿Qué le diría a aquellos padres que se formulan preguntas en cuanto a la mejor forma de contribuir al desarrollo de su hijo?
—Con los más pequeños, por ejemplo, cuando se le baña o cuando se le cambia el pañal, etcétera. Es decir en el día a día. Con niños más mayores, exactamente igual, no hay que dedicarle un tiempo específico. De cualquier actividad que estemos emprendiendo se puede sacar un juego.
¿Podría nombrar algunos ejemplos?
—Claro, vamos por la calle, camino al cole y le podemos decir al niño que se vaya quedando con los últimos números de la matrícula de un coche, o los colores de estos vehículos. También cuando se termina de ver una película con ellos se le puede preguntar, a su finalización, de qué color eran las botas del gato, por ejemplo.
No todos los juegos valen…
—Claro. Es importante que estos juegos estén dentro de la zona de desarrollo próximo del niño. Un ejemplo evidente, no pedirle al niño que corra cuando no sabe andar; realizar actividades cotidianas con elementos que tenemos en casa; con una bobina de hilo se hace un tren, es decir, no tenemos que gastar en grandes materiales.
Viendo la ingente oferta en videojuegos que hay en la actualidad ¿cree que pueden ayudar al aprendizaje o se desligan de esa función ofreciendo contenidos poco instructivos, más centrados en entretener?
—Los videojuegos son divertidos, presentan diferentes niveles de dificultad, se consiguen superar una serie de obstáculos y crea una sensación de competencia. Esto lleva al niño a querer jugar más, por ello hay que tener cuidado. Pero también son educativos. Porque un videojuego bien elegido puede ayudar al desarrollo de las habilidades sociales, a la tolerancia a la frustración o a disminuir el tiempo de reacción. Si son bien elegidos, sí son educativos.
La ensayista y profesora sueca Inger Envist defiende la necesidad de retornar a una escuela más tradicional “donde primen la disciplina, el esfuerzo y la autoridad del maestro”. ¿Cuáles son las diferencias existentes entre utilizar el juego como instrumento de aprendizaje frente a esta metodología más clásica?
—Tenemos que ir adaptándonos a los nuevos tiempos. Si nosotros criamos un niño ahora como se criaba hace 50 años no lo estamos educando para el momento que, cuando sea adulto, va a vivir. Como le comentaba antes, el juego es una experiencia. En historia se pueden hacer juegos tipo Trivial, lo que le va a ser más difícil olvidar al niño esa experiencia que sentarse delante de un libro e intentar memorizar. El juego facilita el aprendizaje.
¿Facilita el aprendizaje también fuera de los límites escolares?
—Sí, no solo en el escolar, sino también las habilidades necesarias que requerimos para el día a día. Hablamos de las habilidades sociales o la creatividad.
¿No es contraproducente que los niños se acostumbren a aprender mediante el juego cuando tarde o temprano tengan que enfrentarse al sistema actual donde prima la memorística, por ejemplo, comportando la merma de interés y el aumento de su frustración?
—No, porque se puede enseñar a memorizar de un modo más creativo. Recuerdo que de pequeña la forma de memorizar era leer la página una vez tras otra. Después ibas encontrando tu método de estudio; hacerte preguntas, esquemas, tablas… Cada uno se iba adaptando. Puesto que hay muchas cosas que se van a tener que memorizar, la clave se encuentra en cómo voy a memorizarlas.
Estas metodologías se encuentran más arraigadas cada vez. ¿Qué cree necesario para que la gamificación no sea utilizada únicamente por los centros más pioneros en Educación y sea, al ver todos sus beneficios, algo generalizado dentro de las aulas?
—Difundirla y, por supuesto, mostrar y comparar los resultados que se están obteniendo para que los profesores vean que funciona. Me encuentro con muchos maestros que me transmiten que desconocen cómo hacerlo. Los profesores que tienen niños en el aula con algún problema auditivo o visual o cualquier otro tipo de problema, como tienen que adaptar el material a ese niño a ellos mismo se les va ocurriendo ideas para el resto.
¿Qué conclusiones saca tras realizar su trabajo ‘Crecer jugando paso a paso’?
—Lo más llamativo es que muchas veces pensamos que estimular a un niño, que no tenga ningún problema, que su desarrollo sea completamente normal, requiere grandes espacios y materiales específicos. No es así, con cualquier material que tengamos en casa se puede potenciar su desarrollo. Quizás es porque se desconoce que se pueda estimular de esa forma.