Heike Freire: “Vivimos en una cultura que fomenta la desresponsabilidad”
Para Heike Freire, "se está perdiendo el instinto de juego". OSCAR SERRA
Coincidimos con Heike Freire una mañana de junio en el Colegio «Ramón María del Valle Inclán» del barrio de San Blas, en Madrid. Estrenan nuevo patio, un fenómeno cada vez más generalizado que Freire observa con esperanza. Para ella, otra escuela es posible y un modo fantástico de promover el cambio es renaturalizar el patio.
¿Por qué los patios están cambiando?
—Hemos cambiado de visión. Hace 20 años a todo el mundo le parecía normal que estuvieran encementados. Nadie se preocupaba: ni arquitectos ni pedagogos ni padres. De repente, a raíz de una serie de estudios en los 90 en Canadá, Escocia, después en Cataluña, todos coinciden en que un patio de cemento es horrible para los niños y niñas.
Lo veo como una muestra del poder de las minorías para cambiar la mentalidad de las mayorías y de cómo cuando cambiamos la mirada cambia la realidad.
A mí me interesa cómo la transformación del patio puede tirar de la transformación de la escuela, introducir naturaleza en sus espacios pero también renaturalizar la estructura escolar, la organización de los tiempos, los espacios, el currículum… Poner el bienestar de la infancia por delante, convertir a la escuela en algo mucho más cercano a la naturaleza humana.
Tenemos patios que, en muchos casos, suponen el 60% de la superficie de la escuela y se usaban media hora en el recreo y hora y media como mucho tras la comida. Cuando los repensamos profundamente, partiendo de que los niños, niñas y jóvenes necesitan estar en relación con la naturaleza, que aprenden y se desarrollan mejor, puede que algunas materias se hagan fuera, que la circulación sea más libre, que se trabaje más por proyectos o centros de interés…
Me interesa cómo la transformación del patio puede tirar de la transformación de la escuela
"¿Algunas veces es una transformación de cara a la galería?
–De pronto ha habido una toma de conciencia de que esto no lo queremos y todo el mundo se ha puesto a tapar el problema. Me encuentro algunos coles que se lo han planteado porque se han dado cuenta de que el patio es una especie de vitrina hacia los padres, la ciudad. O “Como el cole de al lado lo ha cambiado, vamos a ponerlo bonito”. O personas que quieren hacer cosas y como no se les ocurre o piensan que no se les ocurren miran hacia otras personas.
El otro día, tras trabajar algunas sesiones conmigo, me decían: “Esto lo teníamos que haber pensado antes… ¡Ahora ya encargamos el rocódromo!”. Son procesos en los que todos estamos aprendiendo. Hay un ensayo-error y es normal. Y son procesos largos, no creo que haya un punto de llegada ni se tengan que terminar porque de pronto ya pensemos que el patio está muy mono. Lo importante es que detrás haya una motivación profunda, que es la que va a ayudar a que la escuela se transforme.
Si estamos transformando el patio de la cárcel vamos a transformar la cárcel también. Una escuela ideal es una escuela abierta a su entorno natural, social, económico, urbano… Una escuela que realmente irradia un nuevo tipo de cultura más ecológica, de recuperación de nuestro vínculo innato con la naturaleza, para la que el sentido de las cosas es mucho más importante que los medios, que huye de las metodolocracias, metodologías que se aplican sin saber por qué. La innovación es una palabra que se ha quedado en la metodolocracia.
¿Cuáles son los beneficios inmediatos?
–Los niños y las niñas tienen mejores relaciones entre ellos, hay menos conflictos, aparece la ayuda mutua, tienen menos accidentes graves, aunque más accidentes pequeños –»Me he cortado un poco aquí…»– y se desarrollan mucho mejor, están más tranquilos. Son niños y niñas con un desarrollo más armónico.
Tienen menos accidentes graves, aunque más accidentes pequeños y se desarrollan mucho mejor
"¿Es una forma de suplir el déficit de naturaleza?
—La transformación de los patios llega en un momento muy agónico, con muchos niños y niñas con trastornos y dificultades vinculadas a la falta de contacto con la naturaleza (obesidad, miopía, alergias, problemas respiratorios), que no disfrutan de las tres o cuatro horas diarias de juego espontáneo en la naturaleza necesarias, que se pasan el tiempo encerrados. Muchos están perdiendo el instinto de juego.
La antropóloga Anna Serra ha observado cómo en algunas aulas de Infantil y los primeros cursos de Primaria hasta el 30% de los niños y niñas no quiere salir al patio a la hora del recreo. No saben qué hacer. Se está perdiendo el instinto de juego porque olvidamos esa necesidad del ser humano de desarrollarse al aire libre. Esto es importante a todas las edades, pero clave en los 20 primeros años de vida, cuando más inmaduro está el organismo y por tanto más sensible a las influencias del medio.
La transformación de los patios llega en un momento muy agónico
"Y cuando se encuentra con una escuela «biofóbica», según usted.
—La mayor parte de las escuelas lo son. Para empezar, la idea de que tienen que estar en un edificio rodeado de una valla. Separamos a la escuela de su entorno, a los niños por edades, los separamos de su cuerpo, que tiene que estar quieto, y su cabeza, que se tiene que mover lo más rápido posible, el tiempo de trabajo y el de ocio, una lógica ajena al mundo infantil.
Los procesos de transformación, ¿los ve también en Secundaria, no solo en Infantil y Primaria?
–En El Martinet están creando el institut escola para que haya una continuidad, porque hasta los 16 o 18 años el niño no está completo, y puede haber choques. En Secundaria hay muchos centros que están trabajando en esta transformación. Yo he estado hace poco con un centro del País Vasco que está trabajando sobre la autonomía, porque una de las necesidades vitales que tienen los niños y las niñas de hoy es tener más autonomía en sus vidas. ¿Cómo la trabajan?
En cosas que tienen que ver con el espacio exterior e interior. Por ejemplo, en los momentos de encuentro cuando se llega por la mañana a ese instituto, que pueden ser totalmente expeditivos y mecánicos, tecnocráticos, o más humanos. Puede haber una acogida en una sala polivalente en la que nos tomamos un té, charlamos y nos damos un abrazo. Y ya entras de otra forma. Ya tienes en cuenta al ser humano. La escuela biofóbica es prisión y es fábrica. ¿De producir qué? Ciudadanos moldeados, idénticos todos, quizá con unas cabezas muy desarrolladas pero que no saben ni quiénes son ellos mismos.
Habla de El Martinet, ¿qué opina de su polémica decisión de prohibir el balón?
–Yo no soy quién para juzgar las decisiones de un equipo docente. Me parece importante que estas tengan un sentido, que estén motivadas por valores profundos. Y creo que es el caso del Martinet. Su deseo no es tanto prohibir el balón como evitar que la cancha colonice el espacio de juego imponiendo un tipo de uso que, además de excluir a una parte del alumnado (niñas y niños a los que no les gusta ese deporte), fomenta la competitividad y en muchos casos produce estrés e incluso agresividad. Se trata de fomentar otro tipo de comportamientos.
No hay ninguna razón para obligar a las escuelas a tener una pista de fútbol si no lo desean y, como en este caso, existen equipamientos deportivos municipales cercanos. Las leyes que rigen las construcciones escolares están obsoletas en la mayor parte de Europa –datan de los años 70 e incluso antes– y no son lo suficientemente flexibles como para adaptarse a las necesidades de cada centro y a proyectos pedagógicos transformadores como es el caso del Martinet.
¿La solución es más naturaleza?
—La naturaleza nos vincula con nosotros mismos. Nos invita a viajar al interior, a sentirnos, a tener la sensación de que dirigimos nuestras vidas, de que podemos tomar decisiones. Vivimos en una cultura en la que todo va hacia afuera. Los niños y las niñas, los adolescentes, los adultos, estamos constantemente volcados hacia el exterior, no tenemos tiempo real para estar con nosotras mismas.
Las pantallas son un ejemplo de cómo nuestra atención está completamente alejada de nuestra naturaleza. Dependemos de las recompensas y castigos de los demás. Eres positivo o negativo en redes sociales según el número de seguidores… Son cosas que no podemos controlar y nos producen muchísima ansiedad. Buena parte de la infancia hoy tiene problemas de ansiedad, estrés y depresión.
Estamos constantemente volcados hacia el exterior, no tenemos tiempo real para estar con nosotras mismas
"¿La naturaleza es garantía?
—La naturaleza nos ayuda a conectarnos y desarrollar nuestra naturaleza humana. Yo he hablado mucho de esta necesidad, pero estar en un espacio natural no dice nada de cómo se trabaja con las personas. Sucede con las escuelas en los bosques, que ahora están de moda. A veces los padres hacen kilómetros, una hora de ida y una de vuelta, para llegar. Eso no es ecológico. Estar en la naturaleza no es una garantía. Las maniobras militares también se hacen en el campo. La naturaleza no es solo un lugar, o unas «cosas», es una relación, una búsqueda de armonía y coherencia entre nuestra especie y las demás.
Estamos destruyendo la Tierra por la forma en que nos relacionamos con ella. Para dejar de destruirla necesitamos un cambio de mentalidad. Por eso es tan importante la Educación y la cultura. Desde un planteamiento tecnocrático pensamos que hay soluciones técnicas, rápidas y materiales para cualquier problema, soluciones independientes de nosotros. Pero no creo que algo tan grave como el calentamiento del planeta o la extinción de las especies pueda resolverse sin una transformación profunda. Nuestra forma actual de estar en el mundo no produce salud ni para el planeta ni para nosotros mismos.
¿De quién podríamos aprender?
—Escocia tiene una gran sensibilidad. Allí la ecología no es de izquierdas o de derechas, es un asunto de todos. Y han transformado todo el currículo para poder hacer todo fuera. En Suecia, Alemania… se trabaja muy bien. Hay lugares donde esto se está desarrollando por la conciencia de la necesidad de volver a establecer un vínculo sano con la naturaleza.
Aquí en cambio si a un diputado [Juantxo López de Uralde, de Equo] se le ocurre jurar la Constitución por los derechos sociales y el planeta provoca una carcajada. Ahí está la falta de responsabilidad. Vivimos en una cultura que fomenta la desresponsabilidad. En niños y niñas, jóvenes y adultos. Por eso no se daba importancia al entorno, no se consideraba un elemento clave en la relación pedagógica. Afortunadamente eso está cambiando.
En Escocia la ecología no es de izquierdas ni de derechas, es un asunto de todos
"¿Ve riesgos en que sea una niña la persona que está visibilizando ahora esta causa?
—No veo ningún riesgo en que Greta Thunberg se haya convertido en un icono. Creo que necesitamos referentes que digan claramente cuáles son los problemas, que hagan tomar conciencia al conjunto de la sociedad, pues parece que hay mucha gente a la que no le preocupa, lo cual es bastante curioso. Los efectos de la contaminación y el cambio climático nos están afectando a nivel físico y psíquico, a nuestra capacidad de atención, nuestro comportamiento.
La escuela tiene hoy una enorme responsabilidad en el liderazgo educativo de la transición ecológica. Una misión comparable a la que asumió a principios del siglo pasado, con la alfabetización de amplios sectores de la población. No se trata de introducir una nueva asignatura en el currículo. Hace falta un cambio global.
Curriculum vitae
- 2011: Educar en verde. En este libro, de Graó, acuña el concepto de «pedagogía verde» como «el conjunto de conceptos, ideas y estrategias para acompañar el desarrollo humano cultivando nuestro vínculo innato de amor hacia la Tierra y todos los seres que la habitan». Este es el eje también de su curso superior con Florida Universitària.
- 2017: ¡Estate quieto y atiende! En 2017 Herder reedita este libro en el que se aborda cómo los entornos pueden contribuir a mitigar trastornos como el déficit de atención.
- 2019: Espacios vivos para renaturalizar la escuela. En esta obra de próxima aparición analiza los procesos de transformación del patio en que distintos centros de toda España se han embarcado.