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Maestros avispa y maestros abeja

Jorge Burgueño
Escritor y maestro
30 de agosto de 2019
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Hace unos años, el ensayista vasco Fernando Savater recreaba en una novela epistolar, la correspondencia entre un anciano Voltaire y una dama ilustrada afincada en Madrid. El jardín de las dudas, finalista del Premio Planeta del año 1993, divide, en un momento dado, a los hombres de letras en “dos grandes enjambres: las abejas y las avispas”. Mientras las abejas están centradas en conseguir el polen para construir el panal entre todas, las avispas se dedican a molestar, picar y morder a diestro y siniestro.

Tomo prestada esta imagen que el intelectual español pone en boca de Voltaire para trasladarla al campo educativo. Hay maestros que lo único que hacen es quejarse: por el escaso reconocimiento, por los jefes o los propios compañeros, por los alumnos… y siempre encuentran una razón para estar descontentos. A la mínima situación que les descoloque, puedan controlarla o no, pican y muerden. Son maestros “avispa”. Otros, preparan sus clases con devoción, no se colocan en el centro porque saben que ellos no son el fin último, sino el desarrollo integral y el crecimiento y aprendizaje de los alumnos. Ese es el objetivo. Todo lo que quede fuera de ese radio de acción no les interesa, porque tienen clara su misión, y trabajan duro para cumplirla. Esos serían los maestros “abeja”.

No es frecuente encontrar maestros completamente abejas o avispas, pero seguro que podemos reconocer algunas de estas actitudes en nosotros mismos. Entonces deberíamos preguntarnos: ¿qué clase de maestros queremos ser? ¿Maestros abeja o maestros avispa?

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