Más que nunca necesitamos respeto

No hace mucho tuve una bonita experiencia en el aula, de estas que quieres recordar para siempre y que quisiera compartir con ustedes. En clase de Sociales estuvimos hablando de las diferentes edades de la Historia y comencé el tema hablando sobre la Prehistoria y la aparición del ser humano hace 2,5 millones de años. Imagínense las preguntas que surgieron en mi clase de 4º de Primaria; uno levanta la mano y dice: “Profe, entonces … ¿Adán y Eva tuvieron muchos hijos? ¿Tenían la cara como el que aparece en esta foto (apuntando a un hombre de Cromañón)?; a continuación, levanta otro alumno la mano: “Profe, el mundo lo ha creado Jehová”; en seguida otra mano arriba: “Profe, ¿es que venimos del mono?, en la mezquita nos han dicho que nuestro creador es Alá”.

Y con este desparpajo, mis alumnos empezaron a enganchar una pregunta con otra, de tal manera, que hubo un momento en el que me sentí como un torero lidiando en mitad de la Maestranza; contestando cientos de preguntas ante una plaza repleta de pequeños curiosos dispuestos a escuchar, contrastar y preguntar todas esas dudas que iban surgiendo. Quisiera subrayar esta hermosa atmósfera de respeto que se creó en el que cada uno iba aportando sobre el tema y los demás iban escuchando con atención. Y aquí quiero pararme: el respeto. Un valor que considero imprescindible en la Educación, ya que es la piedra angular del resto de valores. Sin este, es imposible fomentar los demás.

No sé si estarán pendientes de las noticias, pero no hace mucho un grupo de feministas fueron juzgadas por organizar en la calle una “procesión del coño insumiso”, donde numerosas personas se manifestaron en Madrid burlándose de la religión católica, lanzando proclamas tan sumamente educadas y consideradas como «vamos a quemar la Conferencia Episcopal»; toda una muestra de educación, vamos. De estos ejemplos tenemos cientos.

Recuerdo una concejala de Más Madrid, en concreto Rita Maestre, entrando semidesnuda en una capilla en la universidad y gritando: “Más bolas chinas y menos rosarios”, otro ejemplo de consideración digna de un Nobel. Pero es que la falta de respeto, cada vez más creciente, no solo se centra en el desprecio a los sentimientos religiosos de los demás, sino en muchos otros aspectos: podríamos hablar de la falta del respeto al profesorado por parte del alumnado, que se ha incrementado escandalosamente en los últimos años; o por parte de los padres incluso. ¿Alguno conoce o está en algún Whatsapp de padres que ponga a caldo al profesor de sus hijos? No mienta, querido lector, no mienta.

Sinceramente creo que debemos fomentar el respeto con verdadero ahínco. Porque éste es clave a la hora de crear una sociedad más justa, empática y fraterna. El respeto es la base de la democracia. Si soy capaz de respetar a mi prójimo, podré ponerme en su lugar y tratarlo con dignidad.

El respeto fomenta la escucha, la atención y la sensibilidad, por lo que como maestro trato de cuidarlo como oro en paño en mi aula, como padre y esposo en mi familia y como ciudadano en la sociedad.  Pero algo no estamos haciendo bien.

Estos días que Cataluña ha sido noticia, ha sido imposible evitar que mis hijas vieran las imágenes de energúmenos tirando basura a la policía, quemando contenedores, pegando a otros…y ellas me miraban y decían: ¿Eso está bien papá? No, no está bien. Por eso, le emplazo, querido lector, a que ponga su granito de arena cada mañana que se levante. Respete a su familia, a sus amigos, a sus compañeros. Piense que tiene un papel fundamental en esta historia: el ejemplo. Siendo ejemplo para los demás, será la única forma de mejorar las cosas. Soy optimista por naturaleza, si no no sería maestro. Pienso que las cosas pueden ir a mejor. Espero su ayuda.