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Realidad inventada

Rafael Guijarro
Periodista
22 de octubre de 2019
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Casi todos los inventos de realidad virtual generan una mayor soledad. Te pones esas gafas con las que vas a ver algo nunca visto y tan cercano que te sobrecogerá, y lo más que consigues es ensimismarte aun mas en una realidad que no puedes compartir, que sólo la puedes ver tú y que encima es una realidad inducida para que pienses y sueñes como te dice el que la ha fabricado.

Dicen que es una experiencia inmersiva, que trastoca todos tus sentidos y “propone una reflexión sobre nuestra identidad digital y las implicaciones reales de los mundos virtuales en los que habitamos”. Vaya tela. Lo que consigue es que, por un tiempo, pienses que estás en otro mundo. No el mundo de la realidad real, sino el que se acaba de inventar un tipo para que te metas en él y le sigas a él, hasta que se acaba y vuelves a tener los pies en el suelo real de cada día.

Es una inmersión de los sentidos en la que te metes porque te da la gana. Posiblemente, porque no te gusta lo que ves a tu alrededor cada día y ahí podrías refugiarte. Pero sólo consigue plenamente que te apartes de los demás, que son los que podrían ayudarte a entender mejor lo que te pasa, al compararlo con lo que les pasa a ellos. Tal vez por eso la realidad virtual resulte tan tenebrosa: te deja solo ante una realidad inventada.

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