Valientes y ejemplares

El comienzo del curso me ha hecho reflexionar sobre una circunstancia que junto a algunos de mis estudiantes he vivido durante estos años, y que también ha vivido el profesor y cineasta Alfonso Palazón, como me comentaba él durante una reunión: tener en cuenta las situaciones de grave enfermedad que se le presentan a un alumno durante el año académico u otras situaciones difíciles de su entorno.

Esta meditación viene a raíz de que una discente del grado de 3º de Publicidad y RRPP se me acercó unos minutos antes de iniciar la clase de aquel día para comunicarme que está en la fase final de tratamiento de un linfoma de Hodgkin. Ella lo está superando para alegría de todos, y cada jornada la vive con toda la normalidad posible. De hecho, desde entonces, sólo ha faltado a una clase en la que su comprometida y solidaria hermana se acercó gentilmente a entregarme el primer caso práctico que les había mandado al grupo. Ese gesto muestra una vez más la importancia de los familiares y amigos cuando se presenta una situación de este calibre, y que refrendan los estudios de mercado en los que participan médicos: siempre ellos hablan de la importancia de aquéllos para afrontar esas situaciones.

Hace dos años, a mediados de abril, y en días consecutivos, dos de mis estudiantes se pusieron en contacto conmigo para comunicarme: una, informarme del fallecimiento repentino de su madre. La otra, hacerme saber que su padre había sufrido un ictus gravísimo y que acaba de perder a una familiar. Una vez que yo mismo asimilé el impacto para ellas y sus familias, y también para mí, dado que les estaba dirigiendo el Trabajo Fin de Máster desde el inicio del curso, y estábamos en la recta final, les propuse hacer un sobre esfuerzo con varios objetivos:

Primero, rematar un TFM que cada una de manera brillante estaba realizando.

Segundo, dedicarlo a esos familiares que acababan de perder o se encontraban en un estado de salud muy delicado. Serían sus respectivos homenajes a sus seres queridos, y una manera de continuar con los valores y principios que habían aprendido de sus mayores.

Tercero, tener la cabeza ocupada durante parte del día para no recrearse en el dolor ni en la preocupación propias de esas situaciones.

Cuarto, para que ellas siguieran teniendo y mimando esas ilusiones y proyectos cotidianos, que en realidad eran razones de vida que tenían desde hacía tiempo, y que les iban a abrir las puertas a otras razones vitales.

De hecho, la alumna que perdió a su madre, completó de forma magnífica su TFM para junio y lo defendió con brillantez ante el Tribunal, y comenzó a trabajar para el colegio en el que había hecho las prácticas. Y la otra estudiante, logró terminar el TFM durante el verano y lo defendió de manera notable en septiembre, prosiguiendo a continuación su carrera laboral mientras veía mejorar a su padre aún internado en el hospital.

Todas estas historias de vida que os acabo de narrar también las viven a diario otros docentes en otras partes del mundo. Así por ejemplo, os animo a leer el ensayo de Lou Marinoff y de Daisaku Ikeda El filósofo interior. En esas conversaciones entre los dos, Marinoff nos describe cómo un estudiante inteligente que tenía de Doctorado y que había recibido una beca para su tesis doctoral, de pronto se encontró con que su madre había enfermado y había de cuidarla. Con el apoyo psicológico y humano de Marinoff, ese joven pudo a la vez cuidar a su progenitora y hacer su tesis doctoral.

Todo esto nos debe hacer reflexionar no solo a los profesores de cualquier etapa de la enseñanza, sino también al resto de la sociedad y de las instituciones la importancia de ver y tratar a la persona teniendo presente todas las circunstancias de la vida. Y es que el colegio, el instituto o la universidad no sólo son centros de formación profesional sino escuelas de aprendizaje para la vida.