El teatro, una fuente de habilidades para el alumno
Cuando me cité con la profesora de Dirección escénica, actriz y dramaturga, Yolanda Mancebo, y con la estudiante de Medicina y comediante, Julia Mateo, llovía. Era una jornada otoñal, que anunciaba en pocos días la llegada del mes del Tenorio por excelencia, noviembre. Julia Mateo estaba un poco nerviosa porque empezaban sus primeros exámenes universitarios, pero su pasión por el teatro y los ánimos que le insufla su maestra Yolanda Mancebo, la empujan a afrontar con vocación, compromiso y responsabilidad sus dos pasiones: el teatro y la medicina.
Esta historia comenzó hace dos años, cuando Julia Mateo cursó su primer curso de Bachillerato de Excelencia en el madrileño IES “San Mateo”. Entonces conoció a Mancebo que, además de impartir Lengua y Literatura, dirige el grupo teatral del centro, en compañía de Ana Concha, la docente de Latín. Desde que Mancebo entró a formar parte del Claustro de profesores hace cinco años, esa compañía de teatro aficionado, formada por jóvenes entre los 16 y 18 años, ha logrado 17 premios regionales y nacionales. Pero, sobre todo, independientemente de que sean de ciencias o letras, comparten una pasión común: el amor por el teatro como escuela de vida.
Estos jóvenes, de la mano de sus maestras, han encontrado una razón de vida que les relaja, les ilusiona y les sirve de aprendizaje frente a las preocupaciones y tensiones que les ocasiona superar su Bachillerato y alcanzar la nota máxima en la EBAU para luego cursar Ingeniería Aeroespacial o cualquier otra carrera. Las tardes en las salas de ensayo del IES “San Mateo” les sirven para crecer como personas en las diferentes circunstancias vitales.
Yolanda Mancebo lleva una larga y fecunda carrera de profesora de la ESO y Bachillerato desde hace tres décadas. Pero su amor por las Artes Escénicas le han hecho vivir múltiples trayectorias durante ese tiempo: profesora de Dirección teatral en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (Resad); fundadora y directora de las Jornadas de Teatro Barroco de Yepes –fiesta de interés turístico regional de Castilla-La Mancha con casi 20 ediciones celebradas–; y artista que ha recorrido los escenarios de España y América.
Así lo relata Mancebo: “Elegimos a 15 personas de 30 que se nos presentan. Les pasamos unos textos de la obra elegida para representar, alternamos una obra del siglo XX con otra grecolatina. Nos fijamos en sus capacidades para la lectura dramática, la proyección de la voz, la dicción, la claridad en la entonación, y las intenciones que subyacen en su lectura –en ver si han comprendido bien el texto–. Y después les hacemos una prueba de movimiento”.
Hace un año, Julia Mateo tuvo dudas, vivió una crisis existencial: ¿qué camino tomar: centrarse solo en sacar su 2º de Bachillerato y la EBAU, o compaginarlo con la compañía de teatro del IES? Durante el primer trimestre del curso, decidió no ir al taller de teatro. Pero, aunque superó con buenas notas todas las materias, estaba triste por haber abandonado los ensayos teatrales.
Me deprimí durante esos tres meses porque me faltaba algo fundamental en mi semana y en mi vida: el teatro
"¿Qué le hizo volver? “El 1º de Bachillerato lo compaginaba con la obra La lección. Pero al iniciar 2º de Bachillerato me dio miedo por la responsabilidad que conlleva, no es un pasatiempo, decidí decirle a Yolanda que no iba a poder porque tenía que estudiar para la EBAU, y me deprimí durante esos tres meses porque me faltaba algo fundamental en mi semana y en mi vida: el teatro. Al llegar enero, Yolanda me dijo que si quería podía actuar en Agamenón para aportarle la parte musical que le faltaba, y acepté. Entonces decidí que seguiría formándome en Artes Escénicas además de mis otros estudios porque es lo que más me hace crecer como persona y profesional”, narra Mateo.
Julia superó sus altibajos, venció sus antiguos límites, y se dio cuenta de que era posible compaginar ambas vocaciones. Esa es una de las enseñanzas que con la experiencia que da la vida, Yolanda Mancebo trata de injertar en cada uno de los jóvenes que pasan por sus clases.
Y es que se puede ser un futuro ingeniero y necesitar las destrezas y cualidades que aporta el teatro. Como apunta Mancebo, “además de Matemáticas o Física, aprenden Historia del Teatro o Dirección Escénica, que les van a servir para su trabajo futuro porque tendrán que presentar sus proyectos en el extranjero. También trabajamos con fragmentos en inglés, francés o alemán. Y aprenden a trabajar en equipo y a ver la importancia del trabajo personal en un trabajo colectivo”.
Salvo los monólogos, la gran mayoría de las piezas de la dramaturgia son obras corales. Eso implica combinar el trabajo de cada uno con la causa común de la compañía. En buena medida, así funcionan los diferentes departamentos de una empresa o de una entidad pública. Y desde la visión juvenil y comprometida de Mateo queda reflejada esa simbiosis entre teatro, Educación y empresa: “Lo fundamental es el trabajo en equipo. Por ejemplo me gusta mucho cantar, pero te das cuenta de que no puedes actuar solo salvo si haces monólogos, lo que te limita muchísimo. Tus compañeros tienen una ilusión común, un mismo objetivo, las mismas inquietudes y aficiones, las mismas aspiraciones. Es una manera de aprender con otras personas y que cada uno aporte lo suyo”.
Un proyecto creativo, interdisciplinar y humanístico
Los valores son otra de las cuestiones que el equipo docente que lidera Yolanda Mancebo transmite a diario en cada ensayo. Ella los describe con claridad: “El teatro te ayuda a comprender nuestra existencia a través de los grandes textos, es terapéutico. Te ayuda a trabajar contigo mismo y a conocerte mejor. Y te ayuda a trabajar con los demás. Pero también es peligroso porque analizar los textos y plasmar en ellos tus propias inquietudes, y pasar los personajes por el filtro de tu cuerpo, a veces te muestra tus miedos, tus miserias y virtudes. Y ese espejo ocurre tanto en el teatro de aficionado como en el profesional”.
“Pero es verdad –asegura– que en el teatro de jóvenes o aficionados a veces no se profundiza en los textos como en el profesional, se tiende a pensar que montar un espectáculo es colocar un mobiliario o cómo se tienen que distribuir los personajes en el escenario. Pero si el director de Escena sabe llevar a los jóvenes y les pide un nivel de profesionalidad alto, todo ese proceso de encuentro con uno mismo y con el otro puede ser muy enriquecedor”.
No es igual trabajar con alumnos de Bachillerato de 16 a 18 años, que trabajar con alumnos de la ESO o de Primaria. Aunque la profesora señala que “en cualquier caso, los niños aprenden a conocer a los autores, a situar el texto en su contexto, a trabajar en equipo…”.
Les hemos de transmitir valores como la amistad o el respeto a los demás. Y que, sobre todo, les abra la mente para entender al otro
"Pero al igual que ocurre en el diseño curricular de una asignatura de Educación Física u otra, ella recomienda “elegir bien el texto para cada edad; que el adolescente se dé cuenta de que su cuerpo está cambiando, y que desnudarlo metafóricamente hablando en un escenario puede hacerle daño. Les hemos de transmitir valores como la amistad o el respeto a los demás. Y que, sobre todo, les abra la mente para entender al otro. Y si es capaz de hacerlo, seguro que va a entender mejor las Matemáticas o la Física”.
Es la interdisciplinariedad, la creatividad, y la formación humanística convergiendo en un mismo proyecto con sus diversas ramas. Frente a los métodos vetustos de memorizar datos o de hacer exámenes, esta manera de enseñar es más creativa, inteligente y humana. Así lo atestigua Julia Mateo, en nombre de ella y de sus compañeros: “Cuando entré en el IES “San Mateo”, me dije ‘¡qué miedo!’, piensas que está lleno de frikis que solo quieren estudiar. Esto nos ha pasado a muchos, y a mí me ha aportado lo contrario: además de tener aspiraciones académicas y profesionales, te enseñan a estar dispuesta a dar lo mejor de ti misma en todos los ámbitos de tu vida. Y esa es la base del éxito”.
Pero dentro de esta aventura académica y escénica también hay momentos en los que las preocupaciones o las insatisfacciones aparecen por el camino. El grado de exigencia de Mancebo y Concha es tal, que algunos de los premios más recientes que ha recibido la joven compañía del IES San Mateo no han sido recibidos con el entusiasmo y la algarabía que cualquier reconocimiento suele generar.
Esta es la cruda radiografía que hace Mancebo: “Este año hemos recibido el Primer Premio a la Coreografía y el tercero de la comunidad. El IES se lo toma con mucha alegría, pero en este caso concreto nos presentamos al Premio Nacional para evaluarlo en ese certamen. Llamamos a los organizadores para que leyeran el acta y que dejaran constancia de por qué no nos habían seleccionado, cuando profesionales que asistieron al estreno de nuestra obra dijeron que habíamos hecho un trabajo exquisito con chavales de 16 a 17 años. Nos quejamos porque siempre dan los premios a los mismos en los últimos 20 años, son compañías que reciben 8.000 euros anuales de las arcas públicas y que se han profesionalizado”.
En la declaración de Mancebo apreciamos la excesiva uniformidad de jurados, que provoca que no miren más allá de ciertos patrones establecidos contrarios a la innovación.
Pero esta es otra de las enseñanzas del teatro: por muchos reveses que les dé la vida, hay que seguir creyendo, hay que seguir intentándolo, hay que superar los desencantos y fortalecer los logros personales y colectivos.