Generadores de viento
Los viajes por carretera suelen ser una estupenda ocasión para reflexionar y dejar volar la imaginación durante un rato, fomentando prácticas de silencio, contemplación o, incluso, con algo de fortuna y voluntad, meditación.
Cada vez que atravieso La Mancha me es inevitable maravillarme con el campo de aerogeneradores, o generadores eólicos. Además de la espectacular visión de cientos de turbinas blancas repartidas ordenadamente en los campos vírgenes de Castilla, y, por supuesto, la romántica alusión a cierto hidalgo de la Mancha que la tenía tomada con los “antepasados” de dichos artefactos; estas máquinas me evocaron a mis alumnos.
Algunas de ellas movían sus aspas a toda velocidad, generando mucha energía; otras iban a un ritmo constante, pero sin pausa. Y, por supuesto, había algunas que parecían atascadas, y que por mucho que soplara el viento, no se movían. Los maestros debemos ser viento, acompañando, guiando, educando… Pero los que deben generar la energía son ellos. El viento, por sí solo, no puede producirla. Y conociendo a cada uno de nuestros “generadores”, tendremos que soplar más o menos viento según lo que necesiten, con el objetivo de que todos ellos propaguen energía.