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La desolación está de moda

Rafael Guijarro
Periodista
12 de noviembre de 2019
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Gracias a la serie de televisión sobre Chernóbil han aumentado las visitas turísticas a la central nuclear en ruinas. Y se están disparando las visitas a los pueblos vacíos, a cárceles como la de Herrera de la Mancha y a todo tipo de ruinas de algo que fue importante en algún momento y ahora esta caído. Parece que crece el gusto por la belleza de la desolación, disfrutar con lo que fue y ya no es. En el aniversario de la caída del muro de Berlín se han vuelto a destacar los fragmentos que están por todas partes.

Se podría decir que el gusto por las ruinas ha estado siempre presente, como Pompeya o el Coliseo romano, o tantos otros monumentos incompletos que quedan por ahí, pero la tendencia actual es la de regocijarse con la belleza de lo feo, de lo que estuvo mal diseñado, de lo que fue prepotente y ahora no sirve más que para que crezcan los hierbajos entre las paredes caídas.
Antes se iba a ver ruinas que fueron muy bellas y en las que se puede reconstruir con la imaginación la hermosura que tenían los edificios y los lugares, pero ahora aumenta el gusto por lo fallido, lo que no sirve ni sirvió para nada que pudiera tener alguna trascendencia, lo que fue una desmesura que muestra una cultura que agoniza, lo que a alguien se le ocurrió que duraría para siempre.

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