R-educir, R-eciclar y R-ejugar
¿Quién no es conocedor de alguna de las R, con las que R-ecuperar el bienestar del planeta?
En general, enseñamos a los niños y niñas, la importancia de R-educir, de R-eutilizar y de R-eciclar, o mejor dicho, el valor de separar la basura para que después la intenten reciclar otros, si es que se puede…
No es secreto, me gustan mucho más las dos primeras erres que la última, ¡hasta me divierten! pues intentar tener un impacto positivo en el planeta puede ser, además de necesaria, una experiencia lúdica. Para demostrarlo creé el taller “R-educir, R-eutilizar y R-ejugar.”
Porque no se están utilizando las cosas lo suficiente. Estamos educando en la inmediatez y en el usar y tirar.
¿Cuántos adolescentes piden un videojuego de más de 60€ y al terminarlo, no vuelven a prestarle atención?
Estamos dándoles tantas facilidades para conseguir sus fines, que les estamos privando de la oportunidad de aprender durante el camino. Les resolvemos problemas que no necesitaban solución y les ayudamos con dificultades que ellos mismos pueden afrontar. Hacemos todo esto, con gran esfuerzo y dedicación, mientras no nos damos cuenta de que les estamos haciendo muy difícil poder ser felices, poder ilusionarse con lo cotidiano.
No tanto como debiera ser. De hecho, a quienes nos dedicamos profesionalmente a educar, se nos invita constantemente a diseñar lecciones cada vez más emocionantes. Os animo a que ojeéis los cursos que se nos ofertan, muchos contienen la palabra innovación y prometen convertir las clases en verdaderos espectáculos. Esto está bien, no me malinterpretéis.
Está bien, pero para un número limitado de clases. Si abusamos de ello, estaremos subiendo el nivel de sobrestimulación de nuestro alumnado a unos límites que no vamos a poder alcanzar.
Evidentemente no. El taller nace de un deseo de recordar a los alumnos cómo ser felices con lo más básico, porque nunca les faltará un poco de tierra sobre la que pintar un tablero y unas piedras con las que pasar un buen rato, pensando, en compañía.
Cuando se sobreestimula a los alumnos, el poder lo tenemos nosotros, los adultos, quienes debemos hacer una preparación previa, para que los alumnos salgan de sí mismos, se alejen de sus otras distracciones y nos atiendan mientras dure el efecto de los fuegos artificiales educativos. Es interesante preguntarse también qué pretendemos como educadores con estos shows, pues a veces, involuntariamente estamos alimentando nuestro propio ego, y el objetivo inicial de la actividad se pierde por completo.
A diferencia de la situación anterior, cuando se les propone recrear un juego, usando únicamente su ingenio, creatividad y habilidad, de manera autosuficiente, el poder reside en la clase.
La diversión no está fuera, sino dentro, tienen que buscarla en ellos mismos, tienen que pensar y tienen que encontrar sus propias estrategias. No será necesario pedirles que R-ejueguen, ellos mismos querrán hacerlo para poder mejorar su técnica.
Si a todo esto, le sumamos que podemos elegir juegos con historias, algunas de ellas incluso milenarias, jugar será también un viaje en el tiempo y en la admiración a otras culturas. Si queréis investigar un poco más sobre esta enriquecedora alternativa de ocio os recomiendo que os acerquéis al Awalé (juego africano), al Brandubh (juego vikingo) o al Bagh Chal (juego nepalí), pues ofrecen un gran entretenimiento intelectual.
Por último, no podría terminar sin decir lo orgullosos que nos sentimos y que se sientan orgullosos de sí mismos, me importa mucho más que se sientan sorprendidos o afortunados por haber asistido a una de esas clases con efectos especiales.
Sin duda no os podemos pedir «fuegos artificiales educativos» cada día. Porque incluso eso les llegaría a cansar.
Estamos criando criaturas sin poder de sacrificio, que se frustran a la primera de cambio.
No sé hasta qué punto todas esas tácticas modernas de «gamificar» las clases ayuda a los críos. ¿No estamos alimentando esa actitud de entretenimiento constante?
Gracias. Buen artículo con reflexiones interesantes.