Reforma universitaria (III)
El proceso de aprendizaje y evaluación de los estudiantes universitarios requiere en nuestro tiempo ir dejando atrás métodos basados en los exámenes puntuales, por otro sustentado en trabajos de campo. ¿Por qué esta propuesta?
Varios son los motivos y las circunstancias que me llevan a hacer esta propuesta:
Permite a los jóvenes afrontar la realidad que se van a encontrar mañana en el mundo laboral. En este sentido, la entrega de un trabajo de investigación de cualquier área les forma en competencias, capacidades, y actitudes fundamentales.
En primer lugar, en su futuro profesional habrán de tratar con potenciales clientes –empresas o instituciones públicas– que les van a requerir unos proyectos con unos protocolos y plazos definidos para ser candidatos a lograr que esa entidad confíe en ellos y ganen el concurso público o privado al que se presenten.
En segundo lugar, les prepara para trabajar con fuentes científicas rigurosas, alejadas de los contenidos propagandísticos o aquellos que son opinativos. Esa tarea de selección de fuentes serias les desarrolla su capacidad crítica. Lo que en lenguaje popular siempre se ha dicho “separar el grano de la paja”. Para ello es decisivo que el mundo universitario y el mundo de la Enseñanza Secundaria y el Bachillerato y la FP, se acerquen. Desde los años 80 se lleva cometiendo el yerro de preparar a los jóvenes para superar el último curso de Bachillerato y la prueba de acceso a la universidad. Cuando lo determinante en esa etapa de la vida es formarles para que se den cuenta de qué quieren hacer en sus vidas, y con unos valores que fomenten y fortalezcan la inteligencia –que elijan con compromiso y libertad–, la madurez emocional, la capacidad de trabajo, las relaciones sociales, y darse cuenta de que hay que conciliar la trayectoria estudiantil y profesional con el resto de circunstanciales vitales –familia, pareja, amigos, ciudadanía, el ocio, …–.
Desde los años 80 se lleva cometiendo el yerro de preparar a los jóvenes para superar el último curso de Bachillerato y la prueba de acceso a la universidad
En tercer lugar, les plantea la necesidad de trabajar en equipo, de asimilar las actitudes y las responsabilidades imprescindibles para que la labor de cada miembro sea tenida en cuenta, desarrollada de forma competente, y se haga en beneficio del grupo y del proyecto que se tenga entre manos.
En cuarto lugar, les sitúa ante la necesidad de desarrollar sus capacidades comunicativas tanto orales como escritas. Y a que el proyecto que presenten a su potencial cliente lo tengan que hacer de la manera más elegante y esmerada posible. Para vender cualquier servicio o producto en nuestro tiempo es clave seducir mediante la palabra escrita o hablada al interlocutor. Y hacerlo con una presentación cuidada, pulcra, que atraiga visualmente y al resto de sentidos.
En quinto lugar, frente a la evaluación puntual de un examen para una fecha fijada, la vida es un caminar cotidiano y, por tanto, esta filosofía y metodología de trabajo y calificación refuerza esa realidad. La necesidad de tener que hacer varias entregas antes de la definitiva, supone también que el proceso de asimilar los errores que se van cometiendo mientras se recorre ese sendero, tenga mayor capacidad de rectificación y se potencie el aprendizaje si se actúa asumiendo las obligaciones contraídas.
Frente a la evaluación puntual de un examen para una fecha fijada, la vida es un caminar cotidiano y, por tanto, esta filosofía y metodología de trabajo y calificación refuerza esa realidad
Con todo lo que estoy planteando en esta reflexión no estoy descubriendo nada nuevo que no se haya hecho antes en la vida universitaria española o internacional. Es retomar el paradigma de Ortega y las Facultades de Filosofía y Letras de los años de 1910 a 1936. Aquel modelo trajo consigo la mejor formación académica, profesional y humana que ha conocido España y el mundo a lo largo de su historia. Entre los frutos que paso sólo a enumerar, y a los que podemos añadir muchos más, están: la editorial y la publicación Revista de Occidente; una escuela de traductores desde clásicos griegos y latinos hasta las principales lenguas vivas –siendo el español la segunda lengua mundial con más aportaciones al mundo científico de nuevo desde principios del s. XX–; el periódico El Sol; las revistas Litoral, Cruz y Raya, Sur. O los descubrimientos científicos de Severo Ochoa y su escuela.