Pilar Rivero: “Los temas controvertidos tienen un alto potencial didáctico”
Hace ya dos años que se constituyó en Aragón el Consejo Asesor para la Enseñanza de la Historia, cuya función sería “velar por que no se cometan tergiversaciones históricas en materiales educativos y culturales”. Pilar Rivero es profesora titular del área de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Zaragoza y miembro de este órgano asesor creado por el Gobierno de Aragón.
¿Qué tipo de fallos históricos se pueden encontrar en los contenidos de los libros de texto?
—Nosotros no nos dedicamos a hacer un análisis de libros de texto porque no somos un comité censor. Nuestra finalidad es asesorar al Gobierno de Aragón en cuestiones vinculadas a la historia, y en particular a la historia de Aragón en el ámbito de la Educación no universitaria, tanto en publicaciones, materiales digitales, etc.
¿No supervisan ningún material curricular?
—No decimos si un material curricular es malo ni hacemos ninguna lista negra. Lo que sí atendemos son las peticiones de entidades o grupos de profesores que estén elaborando algún material curricular y que necesiten resolver alguna duda en cuanto a la precisión historiográfica de un término. También podemos emitir informes sobre contenido curricular publicado o que se vaya a publicar que afecte a la docencia sobre historia de Aragón.
No es exigible que los profesores de Primaria o Secundaria actúen como historiadores especializados
"¿Cuáles son los temas que suelen provocar más dudas?
—El tema principal que ha suscitado más dudas, y que nos llevó a hacer un documento sobre su significado, es el propio término de Aragón, la palabra y la evolución del concepto. Nadie duda de que Aragón es un hidrónimo o que es una comunidad política, pero empiezan a surgir dudas si nos preguntamos cuándo empieza esa comunidad política, en qué documento; desde cuándo podemos decir que Aragón es una comunidad política o una casa real, o un apellido dinástico, o un emblema, o una Corona; o si podemos hablar de Confederación Catalano-Aragonesa, desde cuándo se utiliza ese término; o si sigue existiendo el término de Aragón como reino en los siglos XVIII, XIX y XX.
¿Cree que los profesores deberían ser más rigurosos en la utilización histórica de los términos?
—Es difícil pedirle a un profesor de Primaria o Secundaria, con todas las horas de clase que da y todos los problemas que tiene que afrontar, que además esté al tanto de los matices historiográficos que implica la utilización de un término u otro. Además, no es exigible que actúen como historiadores especializados y estén absolutamente al tanto de todos los debates historiográficos de los últimos años. Aquí entra una parte importante de nuestra función: como especialistas nosotros le indicamos que este término historiográfico tiene estas acepciones y este otro término tiene otras y le decimos dónde nos basamos para recomendarle esas cuestiones.
Una sociedad democrática necesita que sus ciudadanos aprendan a debatir y a contrastar información, y eso se hace a través de las Ciencias Sociales
"¿Cómo deberían abordarse en clase temas controvertidos como la Reconquista o el Descubrimiento de América?
—Todos esos temas controvertidos tienen un alto potencial didáctico para nuestros estudiantes si los sabemos gestionar bien. El término Reconquista es una interpretación historiográfica, porque depende de quién lo escriba, será reconquista o no, y se reconquista lo que antes era tuyo. Si no era tuyo, difícilmente lo reconquistas, lo estarás conquistando, por ejemplo. Y lo mismo ocurre con el Descubrimiento de América. Hay una tradición historiográfica que siempre ha hablado de descubrimiento, pero evidentemente hay otro enfoque que lo interpreta como una llegada o invasión. Todos los términos pueden ser utilizados, pero tenemos que saber qué interpretación historiográfica hay detrás de cada término, porque no son palabras vacías.
¿Son una oportunidad para los alumnos?
—Estoy absolutamente a favor de abordar contenidos controvertidos que puedan despertar el pensamiento crítico de los alumnos. Una sociedad democrática necesita que sus ciudadanos aprendan a debatir con argumentos y a contrastar información, y eso se puede hacer a través de la asignatura de Ciencias Sociales. Los alumnos pueden aprender a respetar dentro de ese debate, a leer historia y ser conscientes de que cualquier término puede corresponder a una interpretación de esa realidad histórica.
No solo hay que fomentar el pensamiento crítico, sino también salir de un currículo academicista de la Historia
"¿Cómo debe cambiar la enseñanza de la Historia para adaptarla a los nuevos tiempos?
—No basta con un cambio metodológico, sino que tiene que haber un cambio profundo en la naturaleza de la propia disciplina. En ese sentido, no solo hay que fomentar el pensamiento crítico, sino también salir de un currículo academicista donde lo que importa es un cúmulo de datos, fechas, hechos o fenómenos históricos para ir a un aprendizaje de la historia más competencial, donde lo principal sea reflexionar sobre las causas y consecuencias; sobre la relevancia y significación de los hechos, fenómenos o personajes históricos –por qué estudiamos unos y otros–; o trabajar la comprensión del contexto y la perspectiva histórica –por qué las personas del pasado aceptaban cosas que nosotros no aceptaríamos ahora–.
¿Crees que en un momento de tanta crispación política, en la que los políticos utilizan la historia para su propio interés, es mucho más importante que los alumnos dominen estos temas?
—Me parece importante, pero no lo más importante. Yo creo que la utilización política de una historia tergiversada ha sido una constante histórica propiamente. Por ejemplo, intentado dar una mayor raigambre a cosas que no la tienen, creando falsedades, dando más importancia a una interpretación que a otra… La cuestión no es tanto saber historia en sí, sino saber contrastar la información para no ser engañado.