Globalizar la empatía en tiempos de coronavirus
No dejar a nadie atrás es colocar a las personas y al cuidado de la casa común en el centro. WALDEMARUS
Si algo nos está enseñando este Covid-19 es que estamos conectados. Las cosas afectan al mundo en su conjunto. Las problemáticas son globales y las soluciones, por tanto, también tienen que serlo. Es cierto que los efectos no serán los mismos para todos y todas, pero lo que sí sabemos es que todos y todas nos veremos afectadas. Y entonces, si todo se conecta, ¿pueden estar las personas desconectadas? ¿Podemos ocuparnos únicamente de asuntos individuales o nacionales? ¿Son las redes económicas, de producción, extracción y explotación las únicas posibles? ¿Pueden estar las personas conectadas de otra forma? ¿Se puede globalizar la empatía, la solidaridad? Y en caso afirmativo ¿cómo hacerlo? ¿Es este el momento?
Si todo se conecta, ¿pueden estar las personas desconectadas? ¿Podemos ocuparnos únicamente de asuntos individuales o nacionales? La Educación para la Ciudadanía Global resignifica el lema “No dejar a nadie atrás”
Quizás algunas de estas preguntas encuentren sus respuestas en procesos ya iniciados y que desde las organizaciones de desarrollo venimos defendiendo desde hace tiempo: la Educación para la Ciudadanía Global. La hija pequeña de la cooperación ha crecido y busca su hueco en una aldea global que no podrá sobrevivir sin recurrir a ella. Sin recurrir a esta Educación que facilite experiencias para fortalecer una ciudadanía informada, crítica, comprometida y activa, que en momentos como el actual actúe como un solo cuerpo sin cerrar los ojos a lo que ocurre en ninguna de sus partes.
Una ciudadanía capaz de interconectarse con otras personas y colectivos en todo el mundo, que incida en lo local para transformar lo global. Promoviendo en ambos ámbitos las relaciones justas y equitativas entre las personas y con el planeta, para así garantizar la supervivencia de ambos.
Una Educación que facilita herramientas, habilidades y recursos concretos para actuar sobre la realidad, conectando los contenidos y experiencias educativas con aquello que ocurre a nuestro alrededor y sobre lo que cada quien tiene la responsabilidad de actuar.
Esta Educación, si bien a veces invisibilizada, no ha pasado desapercibida en la Agenda Global de Desarrollo que en su meta 4.7 la recoge como una de las llaves para llegar al resto de ODS.
Desde este enfoque, la Educación para la Ciudadanía Global resignifica el lema “No dejar a nadie atrás”, donde no solo se considera restituir las situaciones de injusticia social y medioambiental, si no que se trata de hacerlo dándole el protagonismo a las personas, a todas ellas. No dejar a nadie atrás es globalizar la empatía, es proponer, construir, transformar juntas, es denunciar, defender, cambiar y es todo eso colocando a las personas y al cuidado de la casa común en el centro.
La Educación para la Ciudadanía Global resignifica el lema “No dejar a nadie atrás”
Quizás debamos alejarnos de soluciones cortoplacistas a la hora de enfrentarnos a los retos globales que requieren respuestas coordinadas y solidarias. Estas respuestas serán posibles si la Educación enseña a la ciudadanía a mirar nuestro mundo, si ofrece herramientas para tomar un papel activo. Apostar por una Educación transformadora puede ser el mejor antídoto contra la miopía, la insolidaridad y el egoísmo que a veces caracteriza nuestra gobernanza global.
Si algo nos ha enseñado este Covid19, es que el barrio contiguo al nuestro puede estar tan lejos como cualquier país del mundo, pero que, si no miramos por él y con él al decidir nuestras acciones, no podremos cambiar nada, con todo el dolor que eso traerá consigo. Quizás cuando todo acabe hayamos sido capaces de educar la mirada, capaces de reasignar qué es cerca y qué es lejos, capaces de ver la interconexión de los problemas y las soluciones. Capaces de crear una ciudadanía global, que sobreviva más allá del covid-19.