Lecciones de esta crisis para una escuela post-Covid
En la segunda mitad de marzo, aproximadamente 1.400 millones de escolares de todo el mundo tuvieron que dejar la escuela y confinarse en sus casas como consecuencia de una pandemia global. De repente, se ha creado una situación en la que toda la comunidad educativa, sobre la marcha y sobre un escenario no previsto ni definido, ha tenido que improvisar un sistema educativo diferente.
Dos meses después, una vez iniciado el desconfinamiento y con las vistas puestas en la vuelta a las aulas físicas, nos surgen varias preguntas: ¿qué hemos aprendido de esta crisis?, ¿cómo va a ser la Educación a partir de ahora?, ¿volverá a ser la misma que antes de la crisis o tendrá que cambiar algunos aspectos? Algunas respuestas las ofrecieron los invitados al primer webinar del ciclo La escuela que viene, organizado por Fundación Santillana el pasado 5 de mayo.
La escuela del siglo XXI
El director de la fundación, Miguel Barrero, apuesta por “utilizar todo lo ocurrido para replantearnos el valor y el sentido de la escuela en el contexto del siglo XXI, algo que ya habíamos iniciado anteriormente pero que ahora se ha acelerado con esta crisis”.
Barrero explicó que “tras dos décadas en que la Educación ha sufrido dos impactos de envergadura histórica –la globalización y la irrupción de la tecnología–, ahora aparece una tercera gran tendencia: la virtualización de la Educación”. De hecho, él cree que “ha llegado el momento de afrontar de una manera muy decidida la transformación de la escuela y hacerla contemporánea al siglo en el que vivimos”.
Primer laboratorio mundial de innovación educativa
Uno de los participantes en el webinar fue Alfredo Hernando, creador del proyecto Escuela 21, que afirmó que “esta crisis global ha producido algo muy interesante a nivel educativo: hemos inaugurado el primer laboratorio de innovación educativa mundial”. Para el experto, “todo lo anterior a marzo de 2020, casi lo leemos como de otra etapa, ya que hablamos de la digitalización de la escuela antes del Covid-19”.
En ese punto, Hernando explica que “estábamos conquistando el imaginario colectivo lanzando el mensaje de que la innovación tenía más que ver con el crecimiento y la mejora que con la idea de modernidad, porque parece que la modernidad tenía que ver con tecnología”.
Sin embargo, asegura que “ese concepto de escuela innovadora más cercana a los estudiantes, más preocupada por su proyecto vital y que sitúa a los docentes en el eje central de ese proceso, es una buena base para todos los cambios que tengamos que hacer a partir de ahora”.
Los currículos
Otro de los invitados al webinar fue el presidente de la Asociación Educación Abierta, Carlos Magro, que asegura que “esta crisis ha puesto sobre la mesa unos currículos sobrecargados e imposibles de abordar” y él cree que “quizá sea el momento de pensar qué es lo importante y lo imprescindible en la enseñanza obligatoria”.
En los últimos años, también estábamos viendo lo importante que era todo lo que tenía que ver con las emociones a la hora de enseñar. Y, de repente, hemos necesitado esa Educación emocional más que nunca.
Nuevas tecnologías
En muchos casos, la crisis ha puesto sobre la mesa el déficit de formación de profesorado en nuevas tecnologías. Para Miguel Barrero, “esos cambios en la formación deberían ser más un aprendizaje a lo largo de toda la vida, más que formar ahora muy deprisa al profesorado a causa de esta crisis”.
El director de Fundación Santillana ve necesario también “mejorar la competencia digital de los alumnos y abandonar el mito de que tienen una capacitación maravillosa por pertenecer a una determinada generación”. “No tienen problemas de acercamiento ni de utilización de las tecnologías, pero hay que preguntarse si han sido suficientemente competentes para aprovecharlas”, advierte.
Carlos Magro, por su parte, asegura que “la crisis ha puesto en evidencia que el rey estaba desnudo, que después de 20 años de políticas educativas fallidas en el ámbito de la tecnología, cuando ha llegado el momento no tenemos la infraestructura, ni los dispositivos para trabajar, ni la conectividad en casa, ni la pedagogía ni las metodologías adecuadas para una transición al ámbito digital. Nos hemos dado cuenta de que no teníamos plan B y que en el ámbito de digitalización de la escuela estábamos muy lejos de tener una solución viable para millones de personas”.
La brecha digital
Como dice Carlos Magro, el traspaso de la Educación desde la escuela a la casa ha destapado también las dificultades tecnológicas que atraviesan muchos hogares: mala conexión, un solo ordenador para toda la familia o incluso ninguno.
Alejandra Cardini, directora de Educación de Cippec (Centro de Implementación de Políticas Públicas) en Argentina, advierte de que “a nivel global, hay un grupo de desconectados que son hoy los nuevos excluidos, y que se sabe que las brechas van a impactar más sobre ellos que sobre los que tienen más herramientas para ubicarse en esta nueva realidad. Hoy no se discute sobre la velocidad de los cambios, sino sobre la dirección de esos cambios”.
Según Magro, “nos hemos dado cuenta del papel que juegan las escuelas como dispositivos de compensación de las desigualdades, y por tanto, lo lejos que estamos de ese objetivo de desarrollo sostenible número 4, que dice que hay garantizar la equidad y la inclusión para todos”. Él anima a todos los actores educativos a “trabajar en los próximos meses para acortar esa brecha que se nos desvela especialmente importante”.
Labor socializadora
“En apenas unas semanas nos hemos dado cuenta de que las escuelas desempeñan un papel que va más allá de la Educación, porque sostienen la vida de muchísimas personas en términos de alimentación, seguridad y de desarrollo personal”, señala también Magro, que recuerda “la labor complejísima que realizan maestros y profesores diariamente con nuestros hijos”.
Alfredo Hernando también destaca esa dimensión física de la escuela que “produce el desarrollo saludable de los alumnos, que socializan y aprenden entre ellos, y que se les ha secuestrado durante el confinamiento”.
“La escuela está ahí para darnos aire”, expresa Magro, y “curiosamente, en estos momentos de confinamiento, estamos aislados unos de otros para no respirar un virus, pero nos está produciendo a la vez una especie de asfixia educativa”. Según el experto, “la escuela siempre nos da aire, porque desnaturaliza las desigualdades y nos permite cruzar a la otra orilla. Y esa escuela yo la quiero para dentro de unos meses”.
¿Qué escuela queremos?
Alfredo Hernando pone el foco en aquellas escuelas que, por su forma de organización, han sido capaces de haber recibido la crisis con más impacto pero con más resiliencia y capacidad de crecimiento que otras, y, a su juicio, “esas son las escuelas que tenemos que utilizar y en las que hay que apoyarse para construir la escuela del futuro”.
“Me encantaría soñar con un escenario en el que ocurriera lo siguiente: se abren las escuelas tras esta desescalada, y cuando los niños vuelven a su edificio se encuentran con su equipo de profesores y con un espacio completamente desmantelado, sin pupitres”, expresa Hernando. Y plantea las siguientes preguntas: ¿cómo redistribuimos estos espacios vacíos?, ¿qué podemos traer al aula de todos esos aprendizajes y oportunidades que nos ha dado este estado de alarma?, ¿qué echamos de menos y deberíamos devolver al edificio?
Buenas tardes me interesa que me inscriba a estos laboratorios tengo na escuelas tecnológico