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Aprender a ser y a convivir

María López de Silanes
Docente y psicóloga
2 de junio de 2020
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Pronto volveremos a las aulas, y con ellas, volveremos a encontrarnos cara a cara con las dificultades. © JOSEFMIC

Las personas nos estamos enfrentando a una situación inusual. Los docentes, habituados, como estamos al cambio de programas, de currículo, de normativa, etc., hemos sabido reaccionar enseguida y nos hemos adaptado, continuando online, la formación y el contacto con nuestros alumnos/as y sus familias. Los maestros y profesores, en su conjunto, hemos demostrado, una vez más, estar a la altura de las circunstancias y hemos eliminado una a una, todas las barreras que estaban en nuestra mano, que impedían continuar nuestra labor educativa. No ha sido fácil. Se han puesto en evidencia nuestros mayores o menores conocimientos en nuevas tecnologías aplicadas a la Educación, nuestras habilidades comunicadoras y nuestra capacidad para resolver situaciones de aprendizaje a distancia.

Cambios inesperados

Cada docente lo estará viviendo de una manera. Para algunos ha sido una oportunidad de ponerse al día y enriquecer su práctica pedagógica; para otros, los menos preparados tecnológicamente, estará siendo muy duro dar clase a sus alumnos, teniendo en cuenta sus escasos recursos unidos a los sentimientos de frustración debido a las altas expectativas generadas por la sociedad.

Sin embargo, una mayoría ha recuperado la motivación y la ilusión por dar clase. Afrontar esta nueva dinámica de clase ha desarrollado la creatividad y la metodología de los profesores y maestros. Muchos han pasado muchas horas por la red buscando recursos y herramientas para facilitar el aprendizaje de su alumnado. También se han estrechado los lazos con las familias y ha aumentado la colaboración de toda la comunidad educativa. El nuevo curso 2020-21 lo empezarán con ganas. Alumnado deseando volver a clase, familias más comprometidas y profesorado ilusionado y lleno de nuevas ideas que facilitarán la motivación y el interés por el aprendizaje del alumnado.

El papel de las fortalezas personales

Entre todas las cosas que nos ha enseñado esta pandemia es que los que mejor están llevando el confinamiento son aquellos que ya tenían, con anterioridad, desarrolladas ciertas fortalezas como apertura mental, creatividad, perspectiva, ciudadanía, prudencia, autocontrol, esperanza, sentido del humor… Estas personas se han adaptado con naturalidad a quedarse en casa, trabajar o estudiar desde su habitación, y a mantener el contacto con sus amigos a través de las redes sociales. Han perfeccionado sus aficiones e incluso han adquirido nuevas habilidades. Han sacado tiempo para el autoconocimiento y han disfrutado de una convivencia bastante más pacífica que otros.

Generalmente, nos centramos en programas en los que predomina el 'aprender a saber' y el 'aprender a hacer'. Y así ha seguido siendo en las clases online

Eso nos tiene que hacer reflexionar. Generalmente, en los centros educativos, nos centramos en programas en los que predomina el “aprender a saber” y el “aprender a hacer”. Y así ha seguido siendo durante las clases online. Muy práctico, pero insuficiente. Pronto volveremos a las aulas, y con ellas, volveremos a encontrarnos cara a cara con las dificultades de atención, los conflictos entre alumnos, la falta de rendimiento, la apatía… ¿qué vamos a hacer? No es cuestión de darles más trabajo para que estén callados trabajando, ni de decirles cómo deben hacer las cosas –sabemos que los sermones son inútiles en la mayoría de los casos–. La solución pasa por guiarles hacia el autoconocimiento de sí mismos, la toma de conciencia y el descubrimiento de sus fortalezas. De esa manera, estaremos ampliando la Educación de nuestro alumnado a “aprender a ser” y “aprender a convivir”. ¿Y, qué implicaciones tendría?

Para empezar, disminuirían los conflictos entre los alumnos, mejoraría la atención y el rendimiento y aumentaría el bienestar, no solo en el alumnado, sino también en los profesores. Además, estaríamos contribuyendo a crear ciudadanos responsables y prudentes, con un talante solidario, entusiastas y resilientes. ¿Qué más podemos pedir?

Los docentes, comprometidos con nuestra labor, estamos acostumbrados a solucionar los problemas de disciplina cuando aparecen, pero, en el fondo, sabemos que esto no es suficiente. Hay grupos de clase que agotan nuestra energía y alumnos/as que persisten en una mala actitud a pesar de nuestras medidas correctivas.

Los docentes, comprometidos con nuestra labor, estamos acostumbrados a solucionar los problemas de disciplina cuando aparecen, pero, en el fondo, sabemos que esto no es suficiente

¿Y si los docentes nos decidiéramos, por fin, a introducir en nuestras programaciones una Educación socioemocional, que no solo nos permitiera mejorar la convivencia en las aulas, sino también desarrollar fortalezas en nuestros alumnos?

Existen programas y herramientas en el mercado para trabajar diversos aspectos de la Educación socioemocional. Algunas, con propuestas sobre aspectos aislados y otras más completas, que aportan dinámicas y rutinas de trabajo consciente con el alumnado, con libros para alumnos, teórico-prácticos que propician la concienciación emocional, el crecimiento personal y la Educación en valores. Solo se trata de investigar un poco y elegir los recursos que más resuenen con nosotros mismos. Quizás unas pocas actividades para la clase nos basten; quizás queramos un programa más ambicioso y nos apetece recorrer el camino del autoconocimiento junto con nuestros alumnos. Todas las opciones son válidas. El límite lo ponemos nosotros. Lo cierto es, que, si empezamos a dedicar tiempo a “aprender a ser y convivir”, “aprender a saber y a hacer”, llegan solos. Y ya no querremos volver atrás.

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