¿Ha cambiado la escuela tras el coronavirus?
Soy maestro en una población no muy grande y durante este periodo de desescalada he ido encontrándome con un buen número de alumnos de mi colegio y de mi clase. No sé si le sorprenderá, querido lector, que cada vez que he preguntado a mis alumnos si tenían ganas de venir al “cole”, la mayoría me han espetado un NO bastante rotundo. No llega a ser un alivio lo que les voy a contar a continuación, pero es cierto que a la mayoría de niños de mi entorno (sobrinos, alumnos del colegio de mis hijas…) a los cuales les he hecho la misma pregunta, me han dado la misma respuesta. Curioso ha sido que cuando preguntaba si querían volver a la escuela, mientras los niños movían la cabeza de lado a lado cual péndulo de Foucault, los padres asentían diciendo: “¡Sí, sí! Tienen muchas ganas”. Por lo que me ha quedado con las dudas de quién tenía más ganas de volver al aula, si los niños o los padres.
Bromas aparte, nuestros más pequeños tienen la gran virtud de decir la verdad; eso sí, a no ser que diciendo la verdad les implique una buena regañina. Y esta sinceridad ha hecho que lleve un tiempo dándole vueltas al asunto, ya que creo que debemos tomarnos muy en serio lo que nos están diciendo nuestros hijos.
Presten atención: ha venido una pandemia de carácter mundial, totalmente inesperada, que ha hecho que millones de niños se queden en sus casas durante un largo periodo de tiempo y cuando le cuestionas al niño sobre volver a la escuela ¿qué te responde? que prefiere estar en casa. ¿Y por qué?
Ha venido una pandemia de carácter mundial, totalmente inesperada, que ha hecho que millones de niños se queden en sus casas durante un largo periodo de tiempo y cuando le cuestionas al niño sobre volver a la escuela ¿qué te responde? que prefiere estar en casa
A raíz del confinamiento, en una conversación informal, la directora del centro donde estudian mis hijas comentó lo siguiente: “En realidad, los niños tenían necesidad de sus padres”. Es una afirmación que comparto al cien por cien, porque si existe un lugar donde los más pequeños se sienten realmente felices, ese lugar se llama familia. Este maldito microbicho que tanto por saco nos ha dado, nos ha recordado una enseñanza primordial: la familia es el lugar más adecuado para que los niños crezcan, maduren y se desarrollen como personas. No es una enseñanza nueva; sin embargo, hemos tenido que sentirlo en nuestras propias “carnes” para darnos cuenta de ello. Los niños necesitaban a sus padres implicándose en sus quehaceres cotidianos: sus tareas, sus preocupaciones… desde mi punto de vista, queda en anécdota si los profes hemos enviado muchos o pocos deberes; lo realmente destacable en esta cuarentena es que los mayores se han involucrado en la vida de sus hijos. Y esto no lo podemos olvidar. Es cierto que, en nuestra casa solemos tener nuestras comodidades: sofás, teles, tablets, videoconsolas… no obstante, lo que hace que un piso o una casa sea un verdadero hogar es LA FAMILIA (con mayúsculas). El poder compartir alegrías, penas, deporte, juegos, tareas del hogar y un sinfín de etcéteras.
Por otra parte, no podemos obviar que a los niños les parece aburrida la escuela. ¿Qué estamos haciendo para que nuestros hijos vean el colegio, no como una fábrica de deberes, sino como un espacio de creatividad y aprendizaje? Considero que todos los maestros y educadores deberíamos ser un poco más autocríticos. Porque, aunque es verdad que aprender implica esfuerzo y que no todo puede ser divertido en sí, pienso que, si conseguimos incentivar la curiosidad en el aprendizaje, ayudaremos a que nuestro alumnado vea a la escuela como un verdadero HOGAR. Nos pasamos el día quejándonos de la Administración educativa: que si faltan recursos, que si faltan profesores… ¡Y todo eso es cierto! ¿Pero qué estás haciendo tú (o yo) para que tu alumno se sienta más feliz? Evaluamos a los alumnos continuamente, y si nos evalúan a los docentes nos sentimos atacados. ¿Te parece poca evaluación que un alumno, en un ámbito distendido, te diga que no quiere volver al aula? Yo me siento aludido, y muchos maestros también deberíamos sentirnos aludidos.
La filósofa americana Nel Noddings dice que “the student is infinitely more important than the subjetc matter”. Es decir, “el estudiante es infinitamente más importante que la materia a estudiar”. Ojalá esta pandemia haya conseguido que cambiemos nuestra perspectiva sobre la Educación y consigamos educar a nuestros alumnos a que sean cada vez más felices y no al revés.
Los niños anhelaban vivir en familia y nuestra ministra Celaá desea que el colegio ocupe su lugar primigenio.
Atentos, que ya empieza la tramitación parlamentaria de la LOMLOE.
Gracias por la reflexión. Está claro que la educación parte de la familia, que donde realmente crecen, maduran, se forman y conforman como personas es en la familia, que necesitamos estar, vivir y sufrir en familia. Y esta situación nos ha «descentrado» de tantas prisas y asuntos «urgentes» y nos ha centrado en lo IMPORTANTE: cuidarnos, querernos, dedicarnos tiempo…
la escuela puede dar herramientas, completar y ayudar a la familia en la educación de sus hijos, pero no sin ellos. Todas las virtudes y valores necesarios para la vida se toman de la familia.
Y no, no deberíamos volver de la misma manera a las aulas.
Aprender dependerá de nuestro coraje (para cambiar lo que haga falta), y humildad (para reconocer nuestros errores) .