Educación emocional, la clave en esta atípica vuelta al colegio

En la crisis abierta por el Covid-19, todo el foco de este curso 2020-21 está puesto en la seguridad del alumnado, el profesorado y en los recursos para garantizarlo. Y está bien, pero los profesionales de la Educación recuerdan que no hay que olvidarse de otro asunto no menos importante: las emociones de los niños.

En este sentido, desde MAGISTERIO hablamos con Noelia Sosa, psicóloga infantil y de familia de Psicólogos Infantiles Madrid (Psise), y con Juan Chávarri, secretario general de CECE-Madrid, Asociación Madrileña de Empresas Privadas de Enseñanza. 

Tras seis meses, las aulas han vuelto a abrir sus puertas, pero lo hacen de una manera muy distinta. Lo mismo sucede con los niños, ya que tal y como explicó Chávarri, “no podemos llegar de nuevo al colegio como si nada hubiera pasado porque no somos los mismos. Debemos buscar la forma de adaptarnos a toda esta situación con actitud positiva, procurando mejorar el bienestar de los alumnos”.

De igual modo, el experto recalcó que tampoco hay que obviar la situación emocional de las plantillas y de las familias, la cual también requiere de una especial atención.

Por su parte, Sosa aseveró que son más los niños que querían volver al colegio que los que no. No obstante, la escuela, que siempre ha sido un lugar que los acoge, ahora se ha convertido en un lugar más frío, más hostil.

“Los niños vuelven a un sitio que quieren volver porque quieren estar con sus amigos, pero les decimos que no se pueden abrazar o que tienen marcado un cuadrado en el patio del que no pueden pasar. Es decir, les estamos dando pautas y diciéndoles que si no siguen determinados cuidados, pueden ponerse en peligro a ellos y a su familia”, indicó la experta.

“Por lo tanto –continuó Sosa– se genera un miedo que es necesario explicar y dosificar para que los niños entiendan hasta qué punto es peligroso, qué tienen que hacer para estar bien. Esas pautas de salud y cuidado son necesarias, pero también hay que ver que les estamos generando emocionalmente”. 

En esta línea, Chávarri explicó que las medidas que se han implantado en los centros crean o generan distintas reacciones emocionales en todos, las cuales hay que gestionar para que no haya consecuencias futuras difíciles de revertir.

“Los maestros, tutores, orientadores y psicopedagogos son los guardianes del bienestar emocional de toda una generación que, sin duda, quedará marcada para la historia por la pandemia mundial que vivimos desde aquel fatídico marzo de 2020”, indicó. 

De igual modo, ambos expertos consideran primordial trabajar el bienestar emocional de todos los que integran un centro escolar.

“La tribu va siempre unida y no se deja a nadie atrás. Todos juegan un papel muy importante, por ello, debe propiciarse la interacción entre todos los agentes implicados en la formación de los estudiantes y poner a disposición de los padres información, orientación y asesoramiento, con el fin de conseguir el mejor desarrollo intelectual y emocional de sus hijos”, argumentó Chávarri.

Por otro lado, Sosa expresó que también es necesario darles a los profesores las herramientas necesarias para trabajar el bienestar emocional de los alumnos.

“Los docentes son los primeros que están ahí al pie del cañón muchos días, muchas horas y con muchos niños, los cuales proyectan sus miedos o dudas en las aulas. Los profesores tienen que saber detectar esas emociones y, a su vez, tener las herramientas para tratar con los alumnos y con ellos mismos”. 

Teniendo en cuenta que la Educación emocional es muy importante y que, cada vez más, los centros son conscientes de ello, Sosa indicó que aún falta ese espacio para poder validar la emoción.

“No pasa nada si un niño está triste. Tienen que saber que pueden estar tristes, ya que si cuando el niño llora se le dice: “no llores”, al final, el niño va a entender que llorar es algo malo y, cuando sienta esa emoción, la va a reprimir. Es muy importante trabajar las emociones y ayudarles a gestionarlas en lugar de bloquearlas”, detalló la experta.

“Por lo tanto –continuó– es importante generar ese espacio para que los niños puedan hablar de sus emociones y para que los profesionales de la Educación puedan trabajarlas, explicándoles, siempre teniendo en cuenta la edad, lo que está sucediendo”.

No obstante, Sosa recalcó que la situación actual es incierta y que nadie sabe lo que va a pasar, por lo tanto, no hay que mentir a los alumnos ni hacer predicciones irreales. En esta línea, desde CECE-Madrid recomiendan decir siempre la verdad a los alumnos, adaptada a su edad, y con los recursos emocionales oportunos.

“Ahora que nos hemos dado cuenta de que la salud es tan importante, es el momento de entender que para poder llevar una vida saludable es también necesario trabajar las emociones. Dicho esto, para que los alumnos recuperen el vínculo con la Educación presencial, tienen que estar bien dentro de sí mismos. Si desde las escuelas no aseguramos eso, cualquier otra labor no tendrá mucho sentido”, expresó Chávarri. 

“Han sido meses muy duros para los niños y se nota incluso en la mirada que asoma tras la mascarilla de algunos. No obstante, los niños nos han dado una gran lección durante el confinamiento y estoy seguro de que nos van a enseñar mucho más con la vuelta a las aulas. Por ello, hay que trabajar en positivo y hacerles partícipes con el fin de que se sientan queridos y arropados”, finalizó el experto.

• Comprensión. La vuelta a las relaciones sociales puede ser complicada.
• Escucharles sin forzar y ayudarles a expresar lo que sienten.
• Atender a otras expresiones. Hay niños que no siempre expresan sus emociones hablando.
• Motivar. Reforzar todo lo positivo que trae la vuelta al colegio.
• Transmitir seguridad. En especial, a los más pequeños.
• Tranquilizar sin mentir. Decir la verdad, adaptada a la edad y con los recursos emocionales oportunos.
• Horarios y rutinas. Ayuda mucho a los más pequeños tener todos los días la misma rutina. Les da seguridad.
• Información clara. Explicarles bien las medidas de prevención.
• Facilitar la adaptación. En casa, intentar hacer cosas juntos por la tarde o los fines de semana.