Educar o des-educar
En esta vuelta a las aulas tan compleja y distinta a la de otros años da la sensación de que únicamente hemos estado pendientes de la llamada “vuelta segura”. El verano ha volado mientras esperábamos noticias cada semana sobre las novedades en nuestro país, ciudad y barrio en relación a la dichosa pandemia. Una vez salían los datos, había que tratar de averiguar si eso tenía alguna influencia directa sobre nuestro trabajo en las aulas.
Y llega septiembre con el objetivo principal de simular “nueva normalidad”. Pero nada es normal. Las mesas que solían estar en equipos cooperativos o en forma de “u” se ven ahora estáticas, separadas metro y medio. Las reacciones naturales de los alumnos mostrando su rechazo a comenzar un nuevo tema, o sonriendo tras una broma del docente ahora hay que descifrarlas tras la fría mascarilla. Las relaciones naturales que se producían en los recreos entre compañeros de distintos cursos y clases ahora se hacen imposibles por la necesidad de control mediante los llamados “grupos burbuja”.
No está siendo fácil enseñar a los niños a “no compartir” o “no abrazar a su amiga” cuando esté triste… Los niños se adaptan a todo, y lo hacen lo mejor que pueden (mucho mejor que la mayoría de adultos), pero esperemos que este tipo de des-aprendizajes no hagan mucha mella en una generación que recordará esta época para siempre.