Integración vs. inclusión
A falta de Metafísica nos queda el DRAE. Al menos nos dice qué son las cosas y qué no. Los académicos de la lengua aún tienen la osadía de definir y sentenciar en estos tiempos líquidos. Pues bien, según el Diccionario de la RAE, se define «integrar» como “hacer que alguien o algo pase a formar parte de un todo” o también “completar un todo con las partes que faltaban”. Sin embargo, «incluir» es simplemente “poner algo o a alguien dentro de una cosa o de un conjunto, o dentro de sus límites”.
No hace falta ser un fino analista para deducir que integrar es mucho más y mejor que incluir, desde luego si nos referimos a personas. Un alumno puede estar incluido en una clase pero no sentirse ni estar integrado. Lo mismo podría decirse de un compañero de Claustro o de un amigo dentro de su círculo de amistades. Incluir remite a verbos que se suelen utilizar para los objetos: “poner”, “colocar”… Por el contrario, integrar nos habla de “completar”, “formar parte”… Hermosas palabras.
Y sin embargo el término que ha triunfado es el de “Educación inclusiva” que se nos ofrece como un avance humanitario sobre el obsoleto y logsista concepto de “integración escolar” o, no digamos, la vetusta “atención a la diversidad”. Raro, ¿verdad? ¿por qué se utiliza una palabra tan fea para un objetivo tan noble? Recuerdo algo que dijo en una entrevista el presidente de la Asociación de Escuelas de Educación Especial refiriéndose a esos chicos con NEE a los que se incluye de forma forzosa en centros ordinarios: “Muchos de ellos tienen capacidad para darse cuenta de sus limitaciones, se comparan y observan que siempre salen perdiendo en todo. Eso acaba con la moral de cualquiera”.
Un alumno puede estar incluido en una clase pero no sentirse ni estar integrado. Lo mismo podría decirse de un compañero de Claustro o de un amigo dentro de su círculo de amistades
Me contaban que en una de esas comidas familiares multitudinarias de fin de semana había una niña autista entre los numerosos sobrinos, primos, cuñados… Es sabido que las personas con TEA son muy sensibles a los ruidos y movimientos bruscos. Por eso, sus padres, pensando en lo mejor para ella, procuraban que pasara tiempo aislada del alboroto general. Habían sido testigos muchas veces de su sufrimiento compartiendo mesa y mantel con el resto, a pesar de que la foto familiar hubiera quedado mucho mejor. Corremos el riesgo de querer incluir (colocar, poner…) a todos y como sea para que la foto salga bonita, para tranquilizar nuestras conciencias, en un puro ejercicio de ingeniería social y un puntito de hipocresía. Olvidándonos de que lo único verdaderamente importante es elegir aquello que sea mejor para cada persona.