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La arrogancia meritocrática

José Mª de Moya
Director de Magisterio
15 de septiembre de 2020
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Hace unos días leí en El País una entrevista con el filósofo, profesor de Harvard y Premio Príncipe de Asturias Michael J. Sandel que me parece un buen comienzo para este curso que se promete convulso. Sandel tiene la osadía de cuestionar, desde posiciones liberales, ni más ni menos que la meritocracia, ese sacrosanto principio que ha inspirado las políticas educativas de las dos o tres últimas décadas, tanto de derechas como de izquierdas.

Para Sandel, la meritocracia “parecía una idea inspiradora: en una sociedad global, aquellos que tienen éxito son los que logran un grado universitario y se equipan para competir y ganar en la economía global. Pero el énfasis constante en el ascenso individual a través de la educación superior tenía un insulto implícito: si no has logrado un grado universitario y si no has prosperado en la nueva economía, tu fracaso es tu culpa. No hay nadie a quien culpar salvo a ti mismo”. Éste ha sido el catecismo del centro-derecha, pero también de buena parte del centro-izquierda. ”Los partidos de centro izquierda –recuerda Sandel–, claro, no lo plantearon en estos términos. Pero ese era el mensaje que enviaba su decidido énfasis en la movilidad individual a través de la educación superior. Ese enfoque olvida el hecho de que, en Estados Unidos, cerca de dos tercios de los adultos no tienen una licenciatura. A los partidos de centro-izquierda se les escapó ese insulto implícito, y están pagando el precio por ello”.

Para Sandel, la meritocracia “parecía una idea inspiradora: en una sociedad global, aquellos que tienen éxito son los que logran un grado universitario y se equipan para competir y ganar en la economía global

El filósofo pone el dedo en la llaga cuando se pregunta: ¿mi éxito es mío? “Los exitosos deben preguntarse si es verdad que su éxito es atribuible enteramente a ellos, o si eso olvida hasta qué punto están en deuda con su comunidad, sus profesores, su país, las circunstancias de su vida y, en suma, la suerte que los ha ayudado en su camino. Apreciar el valor de la suerte en la vida puede dar pie a una necesaria humildad. Parte del problema es que las élites meritocráticas de hoy sufren una falta de humildad. Es lo que llamo la arrogancia meritocrática, y desafiarla es un primer paso importante”.

Salgo de entrevistar al nuevo consejero de Educación de La Rioja, el veterano Pedro Uruñuela. Estima que uno de cada tres alumnos se quedaron descolgados durante el confinamiento. Pocos me parecen. En este contexto, me parece que estas reflexiones de Sandel son un buen punto de partida para un curso de dilemas sobre brecha digital y de reparto de dispositivos, aprobados generales y no bajar el nivel, que ningún niño se quede atrás y buscar la excelencia.

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