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Lomloe: Vamos a contar mentiras

Montse Gomendio
29 de septiembre de 2020
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En general las leyes educativas incluyen un prólogo en el que, quienes la proponen, explican por qué creen que es necesario un cambio legislativo y los objetivos que se pretenden conseguir. Es decir, se resumen los problemas que se pretender abordar y las soluciones que se plantean. La Lomloe es una curiosa excepción a esta regla porque se dedica fundamentalmente a intentar justificar la necesidad de una reforma, sobre la base de criticar la reforma anterior. Se podría decir que el único fin que persigue la Lomloe es deshacer un cúmulo de males que se atribuyen a la Lomce.

Soy consciente de que corro el peligro de que quienes hayan leído el primer párrafo piensen que lo que escribo forma parte de un aburrido y predecible intercambio entre los artífices de la Lomce (entre quienes me encuentro, por ser absolutamente abierta y transparente) y los autores de una nueva reforma. Pero a mí tampoco me interesa entrar en esa historia interminable, de la que ya salí hace un tiempo.

Creo además que los sistemas educativos necesitan reformas continuas (pero consistentes) porque se tienen que adaptar a un entorno que cambia de forma muy rápida. En tiempos de crisis como los que vivimos yo sería la primera en defender la necesidad de cambios para afrontar la enorme disrupción que ha sufrido el sistema educativo. Pero para ello habría que mirar al futuro en lugar del pasado.

La razón fundamental que me lleva a hablar de la Lomloe es que no creo que sea honesto el intentar justificar una reforma educativa sobre la base de falsedades. No se puede construir ninguna reforma eficaz sobre mentiras. Y por mucho que se repitan las mentiras, nunca se convertirán en verdades. Pero es importante desenmascararlas.

La razón fundamental que me lleva a hablar de la Lomloe es que no creo que sea honesto el intentar justificar una reforma educativa sobre la base de falsedades

Una de las mentiras más perniciosas es la que afirma que España tenía uno de los sistemas educativos más equitativos de la OCDE y que la implementación de la Lomce hizo que nuestro país fuese uno de los pocos del mundo en los que la equidad ha empeorado. Para ello el Ministerio de Educación utiliza un gráfico de la OCDE que, según la leyenda, indica que desde 2006 a 2015 España ha disminuido en equidad. La falsedad de la afirmación queda clara con sólo mirar la gráfica, pues no ha habido un cambio significativo en España entre esos años.

Puesto que la equidad del sistema es fundamental y, según el argumentario del Gobierno, es el eje central de la Lomloe, me interesa analizar este tema en más detalle para explicar qué dicen los datos de la OCDE.

Hay muchas formas de medir la equidad. La gráfica elegida por el Ministerio refleja los datos del impacto socio-económico de las familias sobre el rendimiento de los alumnos. Como el propio gráfico indica, España no experimenta cambios en esta variable. Punto.

La otra dimensión de la equidad que la OCDE define con el mismo nivel de importancia es la proporción de alumnos que no alcanzan un nivel mínimo de rendimiento (definido por PISA como por debajo del nivel 2). Estos alumnos se consideran analfabetos funcionales. Pues bien, en esta dimensión España experimentó una mejora desde 2006 a 2015, pasando a situarse por debajo de la media de la OCDE en 2015. Es decir, los cambios en el sistema educativo permitieron que muchos más alumnos alcanzasen los mínimos niveles de rendimiento necesarios para desenvolverse adecuadamente.

Una de las mentiras más perniciosas es la que afirma que España tenía uno de los sistemas educativos más equitativos de la OCDE y que la implementación de la Lomce hizo que nuestro país fuese uno de los pocos del mundo en los que la equidad ha empeorado

Por otra parte, la OCDE ha desarrollado el concepto de “resiliencia” para medir cuántos alumnos de entornos socio-económicos desfavorecidos alcanzan un nivel alto de rendimiento. Desde el año 2006 hasta el 2015 el porcentaje de alumnos resilientes creció de 28,5% a 39,2% siendo el segundo país del mundo con un aumento tan marcado (10,7 puntos, frente a 1,5 de la OCDE). Esto pone de manifiesto que los alumnos de entornos desfavorecidos mejoraron su rendimiento y que los cambios del sistema educativo permitieron que se desplegaran con más éxito sus potencialidades.

Finalmente, España sufre desde hace décadas dos problemas en los que lamentablemente presentamos los peores datos de la Unión Europea: una elevada tasa de repetición y de abandono educativo temprano. Los alumnos de entornos desfavorecidos tienen muchas más probabilidades de repetir curso primero y de abandonar los estudios después. Durante el periodo de implementación de la Lomce ambos experimentaron bajadas históricas.

En el largo listado de problemas que se atribuyen de forma equivocada a la Lomce, sorprendentemente se han utilizado datos y supuestas recomendaciones de la OCDE, pero se ha ignorado algo tan fundamental como reconocer que en el 2015 se consiguió por primera vez en la historia que el rendimiento de los alumnos españoles en ciencia (dominio principal) alcanzase el de la OCDE.

La Lomce planteó unos objetivos claros, entre los que destacaban los aspectos más dañinos de un sistema fundamentalmente inequitativo: disminuir el abandono escolar temprano y la tasa de repetición, y aumentar el rendimiento de todos los alumnos. Los datos demuestran que antes de la Lomce estos problemas se enquistaron durante décadas, mientras que durante la implementación de la Lomce los objetivos se cumplieron con creces en unos pocos años. Es más, la paralización de la implementación de la Lomce supuso un freno en estas tendencias tan positivas.

El sistema educativo adolece de muchos problemas y las comparativas internacionales sugieren muchos tipos de soluciones. El ensañamiento con un pasado –que ni es oscuro ni fue dañino– es posible que engañe a unos pocos (o muchos) pero no solucionará nada. Nuestros estudiantes y sus familias se merecen reformas eficaces, donde no debería haber lugar para enfrentamientos imaginarios.

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