El dilema de las redes
Muy interesante para ver con los alumnos o con los hijos el nuevo documental de Netflix “El dilema de las redes” (The social dilemma). No se trata del enfoque clásico sobre privacidad o sobre el acceso a contenidos inapropiados o, ni siquiera, sobre la veracidad de las informaciones de la redes, la fake news, etc. La mirada es mucho más profunda, casi antropológica, porque nos interpela acerca del precio que estamos dispuestos a pagar por nuestra libertad, casi nada.
Es la segunda parte de esta historia. En la primera vimos a voraces constructores de redes sociales utilizando técnicas de manipulación psicológica para condicionar el comportamiento de los usuarios. Ahora resulta irónica e ingenua aquella portada mítica de Time 2006 con un gran “You” dentro de la pantalla de un ordenador para significar que el personaje del año éramos nosotros, las personas, los usuarios… gracias a internet y a las redes sociales. Catorce años después, el documental nos cuenta que eso es lo que nos hicieron creer y, peor aún, lo que quisimos creer. Nos creímos que internet iba a democratizar el acceso a una información veraz e independiente, que el ciudadano iba a acceder directamente a las fuentes sin la servidumbre de paso de los medios tradicionales, que cualquier ciudadano podría ejercer el periodismo desde su cuenta de Twitter, que nuestros hábitos de consumo no estarían influenciados por la publicidad sino que tomaríamos nuestras propias decisiones buscando en internet aquello que nos interesa… Nada más lejos, la operación fue mucho más sutil y calculada, según revelan sus artífices. Netflix utiliza como fuentes a quienes estuvieron en la génesis de todo aquello. Qué habrá de despecho en sus posiciones, nunca lo sabremos. El caso es que Tim Kendall, exdirector de monetización de Facebook; Jeff Seibert, exjefe de producto de consumo de Twitter; Justin Rosenstein, coinventor de las páginas de Facebook, etc. confiesan que el verdadero producto no es solo nuestro tiempo o atención sino el pequeño y casi imperceptible cambio en nuestro comportamiento. Las redes sociales no son neutras, al contrario, están intencionadamente construidas para orientar nuestra conducta.
Nos creímos que internet iba a democratizar el acceso a una información veraz e independiente, que el ciudadano iba a acceder directamente a las fuentes sin la servidumbre de paso de los medios tradicionales
Esa es la primera parte, volvamos a la segunda. Ya sabemos lo que hicieron ellos. Pero, ¿y nosotros? ¿qué precio estamos dispuestos a pagar por nuestra libertad? ¿estamos dispuestos a dejarnos manipular a cambio de seguridad, de eficacia, de confort, de diversión…? ¿qué pesa más en la balanza?