Las aulas pandémicas son "en blanco y negro", con mascarillas tuneadas y frío
Varios docentes de diferentes etapas educativas entrevistados por Efe han coincidido en destacar la «capacidad de adaptación» y el «desarrollo de la resiliencia» de sus alumnos, aunque en el caso de los adolescentes han observado «más situaciones explosivas» debido a las medidas restrictivas.
Cristian Olivé, que es profesor de ESO en la Escuela «Joan Pelegrí» de Barcelona, ha constatado «más competencia digital» entre sus alumnos e incluso «cuando uno de ellos está confinado, proponen alternativas como conectar con él durante la clase». Del uso de mascarillas, el profesor ha destacado que sus alumnos «las tunean con imágenes de videojuegos como Fortnite, sus series preferidas o personajes de Harry Potter».
Esta personalización del elemento más característico del curso se están convirtiendo en «un símbolo de identidad» que «me orienta en la elección de temas que prefieren mis alumnos para proponer actividades y trabajarlos en clase», ha añadido Olivé. A la vez, según Olivé, las mascarillas han derivado en «un elemento de autoprotección para los alumnos adolescentes», hasta el punto de que «quitársela les genera cierta inseguridad». El colegio donde trabaja está en Barcelona, donde pese a que el clima es benigno, «algunos alumnos están viniendo con pequeñas mantas con las que se protegen sus piernas del frío», ya que «hacemos clase con las ventanas abiertas», ha añadido Olivé.
De manera diferente, la profesora de Bachillerato de un instituto de Lleida, Victoria Gómez-Serés, ha afirmado que en el colegio «hace un frío de mil demonios» y que éste «es uno de los mayores inconvenientes a la hora de impartir clase». En Lleida, «muchos días el sol no se levanta hasta las 12 del mediodía o, directamente, no se levanta», con lo que «persiste la niebla baja, con la consecuente humedad elevada y ausencia de calor solar», ha explicado la docente, que ha exclamado que «el frío de verdad está por llegar».
Esta personalización del elemento más característico del curso se están convirtiendo en "un símbolo de identidad" que "me orienta en la elección de temas que prefieren mis alumnos para proponer actividades y trabajarlos en clase", ha añadido Olivé
Trabajar en estas condiciones, en un aula con 25 alumnos, «es difícil» y «si no nos morimos de covid, seguro que cogeremos un resfriado de campeonato», ha espetado la profesora, que ha añadido que los alumnos combaten el frío con camisetas gruesas, anoraks, y las chicas tapan sus piernas con largas pashminas.
Los alumnos de Victoria Gómez viven con «resignación» la pandemia y las limitaciones que conlleva, que en el caso de los jóvenes suponen «no poder salir por las noches, y hasta hace unos días limitaba la socialización al ámbito escolar». «Profe, es que vivimos en blanco y negro», se quejó uno de sus alumnos, una frase que para la profesora «resume cómo se sienten». Pese a todo, como experta en pedagogía y vicepresidenta del Colegio de Pedagogos de Cataluña (Copec), Victoria Gómez cree que la pandemia «presenta una buena oportunidad para reafirmar la resiliencia de los jóvenes y su espíritu crítico».
El frío también es severo en Manresa (Barcelona), donde la profesora Mireia Boix, que imparte clases de ESO en un instituto, ha alertado de que «hasta ahora ha sido soportable tener puertas y ventanas abiertas», aunque «veremos qué pasará cuando las temperaturas bajen más». La docente ha advertido de que la comunicación con los alumnos en este curso «tiene que ser forzosamente más exagerada para resultar eficaz» debido a la «barrera de la mascarilla».
Sus alumnos son adolescentes y como tales «están entrando en un proceso de rebeldía natural» que ahora, debido a que están sometidos a normas muy rígidas, «les ponen en tensión», lo que «está desembocando en más explosiones dentro del recinto escolar», ha señalado Boix. La docente cree que «los conflictos irán en aumento debido a las imposiciones para contener la pandemia» y que «tendrán efectos secundarios poco deseables en los jóvenes».
Por su parte, la profesora de P5 de la Escuela «Andersen» de Terrassa (Barcelona) Maria Cortés ha explicado que como institución «decidimos que los alumnos de P5, pese a no estar obligados a usar mascarilla, la utilizasen en las entradas y salidas». Un nueva rutina –ha señalado– que los niños «han incorporado con toda naturalidad», como lo han hecho, «en su medida», con la propia higiene y la de los elementos del aula para hacer frente a la Covid.
Los alumnos «tienen tan interiorizada las normas» que cuando alguno de ellos olvida ponerse la mascarilla o lavarse las manos, se avisan entre ellos al grito de «¡que hay Covid !», ha resaltado. «Hablamos de la pandemia con naturalidad» para que «no la vivan de una manera traumática», ha destacado Maria Cortés, que es miembro de la red de expertos del Colegio de Pedagogos de Cataluña (Copec).