Carmen Fenoll: “La invisibilidad de las mujeres ha supuesto un desperdicio incalculable de talento”
Que la sociedad conozca a todas las mujeres excepcionales de la historia puede ayudar a que más niñas y jóvenes consideren la ciencia como una opción de carrera para sí mismas. Es el objetivo de la iniciativa #NoMoreMatildas, impulsada por la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT). Su presidenta, Carmen Fenoll, nos advierte de que, a pesar de los avances sociales conseguidos en los últimos años, aún persisten sesgos y estereotipos inconscientes que impiden una igualdad efectiva.
¿Por qué es importante hablar del “efecto Matilda”?
—Este efecto es uno de los motivos de que aparezcan tan pocas científicas en las historias de la ciencia. Hablar de ello, hacer público que este fenómeno ha existido, nos sirve para que la sociedad sepa que siempre ha habido mujeres haciendo ciencia, en todas las épocas y en todas las disciplinas. Muchas de estas mujeres hicieron aportaciones clave para el avance del conocimiento y muchas otras consiguieron con su trabajo que la ciencia fuera cada vez mejor.
Dice que el “efecto Matilda” es una de las explicaciones para esa invisibilización de las mujeres en la historia de la ciencia, ¿cuáles son las otras?
—Hay muchos motivos que explican esta invisibilidad. Uno muy evidente es la dificultad (llegando a la prohibición expresa en muchos casos) que las mujeres han encontrado durante siglos para acceder a la Educación formal. Un ejemplo: las mujeres no pudieron acceder en igualdad de condiciones que los hombres a la Universidad de Cambridge hasta 1947, es decir, ¡738 años después de que se fundara!
Existe un círculo pernicioso de invisibilidad que está siendo muy difícil de romper, pese a los innegables avances legislativos conquistados
"¿Qué consecuencias ha tenido esta falta de imágenes de mujeres en la historia?
—La consecuencia inmediata es que otras mujeres (y las niñas y jóvenes) perciben que la ciencia es cosa de hombres. Además, la sociedad, las familias y las escuelas dudan sistemáticamente de la idoneidad y capacidad de las niñas para dedicarse a la ciencia, haciendo que estas niñas terminen dudando de sí mismas. Y aquellas que logran sobreponerse a estos obstáculos se encuentran con entornos académicos hostiles, todavía plagados de estereotipos y sesgos inconscientes contra ellas, que dificultan su progreso de un modo sutil pero efectivo. Muchas abandonan y otras se quedan estancadas y nunca consiguen desarrollar su potencial. Por eso solo ocupan en torno al 20% de las plazas de mayor nivel profesional en la investigación y su participación en el liderazgo y la toma de decisiones en ciencia sigue siendo anecdótica. Con esto se cierra un círculo pernicioso de invisibilidad que está siendo muy difícil de romper, pese a los innegables avances legislativos conquistados en los últimos años.
¿Y cómo ha afectado a la investigación científica?
—Que tan pocas mujeres hayan pasado a la historia de la ciencia a pesar de que existieron e hicieron cosas muy importantes ha supuesto que menos mujeres se plantearan la posibilidad de ser científicas ellas mismas. Y eso ha supuesto un desperdicio de talento que es imposible medir pero que está ahí. Teniendo en cuenta que las mujeres son la mitad de la población y que no son menos capaces que los hombres, no sabemos hasta dónde habría llegado ya la ciencia si no se hubiese desperdiciado tanto talento y más mujeres hubieran dedicado su esfuerzo al avance del conocimiento.
Si no conseguimos zafarnos de los estereotipos que todos tenemos todavía, nunca conseguiremos que la igualdad sea un hecho
"¿Podemos hablar de algo ya pasado o el “efecto Matilda” todavía se produce?
—Quizá en la actualidad es más difícil encontrar casos tan sangrantes como los del pasado porque el avance de los derechos de las mujeres es un hecho, pero todavía no hay igualdad efectiva. Esa falta de igualdad hace que todavía sea mucho más fácil apropiarse de descubrimientos hechos por mujeres que de los realizados por varones. Actualmente, la ciencia es cada vez más un trabajo que se hace en equipo, y los genios solitarios son una excepción. Pero en los equipos también puede producirse un “efecto Matilda” muy pernicioso, alimentado por nuestros sesgos inconscientes que nos hacen pensar que la feliz idea, la contribución genial, la ha hecho un hombre, mientras que las mujeres del equipo solo contribuyen con su duro trabajo. Si no conseguimos zafarnos de estos estereotipos, que todos y todas tenemos todavía, nunca conseguiremos que la igualdad de las científicas y los científicos sea un hecho.
¿Cómo se puede evitar el “efecto Matilda”?
—Desde luego, con información. Debemos conocer a las científicas del pasado, del más antiguo y también del pasado reciente. Debemos rescatarlas del olvido. Además, los legisladores y las instituciones tienen que poner en marcha medidas que consigan que las investigadoras no sufran discriminación, luchando activamente contra los estereotipos de género y asegurando un entorno de trabajo justo para todas.