La mascarilla, un instrumento más para educar
La asamblea es ese espacio de conversación que se convierte en una tertulia infantil, en el foro de expresión y libertad; un lugar que contiene rutinas pautadas, que ofrecen una estructuración temporal y que evidencian sorpresas lingüísticas.
Las asambleas divertidas, rompen con la rutina y la mecanización que engendra en sí misma. Cuatro pautas básicas para centrarnos, bastan para romper con el reflejo de repeticiones innecesarias, a través de elementos distintos, que despiertan la curiosidad, que invitan al diálogo, a la necesidad imperiosa de descubrir, de averiguar, a descifrar… Nos despiertan y nos conectan con lo que verdaderamente queremos aprender. Este tipo de asamblea es la excusa para que sean los propios alumnos los que marquen la línea de actuación.
Usemos la mascarilla para expresar
La mascarilla se ha convertido en un elemento vital para nuestra realidad. Los más pequeños la identifican como un accesorio normal en su rutina y no reparan en su frialdad y en el filtro que supone para la naturalidad de sonreír, hablar o expresar.
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Los adultos se quejan de ella y, de manera implícita, están transmitiendo ese carácter negativo frente a lo que conciben nuestro alumnos, que lo asumen como parte de un juego fantástico. ¿Cómo? Los niños y niñas se ponen sus mascarillas temáticas y ahí, justo ahí, surge una conversación espontánea sobre brujas, superhéroes, caballos, unicornios o el propio pato Donald. Es urgente aprovechar cualquier recurso que nos posibilite la expresión libre, la comunicación y la intensidad de la atención, ya que la barrera de la mascarilla ha obligado a que nos paremos a escuchar con más tranquilidad, a entender con calma y con pausa , pues esa tela, filtro o textil quirúrgico son la distancia entre las personas, la limitación normalizada de nuestras palabras y que nos ha obligado a parar, a entender que íbamos demasiado deprisa.
¿Y si le damos un sentido lúdico a esta máscara que envuelve nuestra boca y es refugio de lo que necesitamos contar? Podemos ponerle lunares, pintarle bocas sonrientes o dibujar la vida. Pongámosla de soporte de control de asistencia y que la vean y la entiendan como el nexo común entre la vida en la escuela y en la calle, como ese elemento que forma parte integral del día a día y que adherido a nosotros, esconde tantas cosas.
El guardamascarillas y la autonomía
Cuando son tan pequeños, la autonomía es un proceso de adquisición en desarrollo y debemos facilitar estrategias y escenarios que lo permitan de manera funcional, que realmente tenga una utilidad tangible.
Observaba que, al llegar a clase y quitarse las mascarillas, las metían en la mochila, rozándose con todo. A pesar de que alguno que otro trae su cajetilla para meterla, lo más rápido para ellos es dejarla sin más complicaciones.
Por eso diseñamos un guardamascarillas que tenía varias funciones:
- Mantener la limpieza
- Ser apta para su uso en los espacios de recreo y salida.
- Dotar al niño de autonomía, responsabilidad y organización mental.
Cuando llegan por la mañana, se lavan las manos, se quitan su mascarilla y tienen asignado un cajoncito con su nombre, su foto y su número de lista, donde colocan cada uno su mascarilla.
Esto que a simple vista es algo de lo más normal, al niño de 3 años le ayuda a:
- Ubicarse en el espacio.
- Ser responsable de encontrar el lugar correcto.
- Visualizar su inicial y las de los compañeros –las letras de nuestros nombres y del resto de niños.
- Identificar el número de orden que tengo en lista –el anterior y el posterior–.
- Saber delante y detrás de quién voy.
- Conocer mejor al resto del grupo, identificando quiénes lo componen .
Ana González Herrera
Maestra de Educación Infantil
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