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Currículo Lomloe: fortalezas y debilidades

Florencio Luengo Horcajo
Coordinador General del Proyecto Atlántida, Profesor de Lengua y Literatura, pedagogo y promotor del movimiento REDE
21 de abril de 2021
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¿En qué aspectos se trata de una propuesta avanzada?

Las novedades que plantea el nuevo currículo Lomloe abordan una serie de carencias del sistema educativo que sería oportuno analizar con rigor y cautela. Es necesario aclarar que los documentos entregados por el MEFP, para dar a conocer su propuesta de cambio curricular, abren las claves del marco en el que nos moveremos pero deben desarrollar bien el contenido que se describe para conocer con exactitud el alcance y la representatividad del mismo.

Estamos ante una propuesta inicial que, por su trascendencia y necesidad de consenso, debería ser abordada por fases hasta definir el suelo común del aprendizaje en nuestro país.

Identifiquemos claves del avance.

La determinación del perfil competencial para la Educación Obligatoria en España se realiza en consonancia con las recomendaciones europeas a través del Consejo de 22 de mayo de 2018 y las políticas educativas de nuestro entorno con mejoras evidentes en las últimas décadas: Francia y Portugal –cuya atrevida apuesta gusta visibilizar tanto al experto Antonio Bolívar, como al profesor López Rupérez, abierto habitualmente a diálogos constructivos entre posiciones–, sin olvidar a Irlanda y una parte importante de los países nórdicos. La actualización de los contenidos que se anuncian responde a la necesidad de desarrollar las dimensiones que las competencias integran.

El nuevo currículo trata de definir situaciones para actualizar el aprendizaje de los saberes indispensables de la ciudadanía en el siglo XXI. La actualización beberá de nuevas fuentes (Agenda 2030 , propuestas del IBE, Unesco, etc. en las que se insta, sin demora, a actualizar y reconceptualizar el currículo en Educación.

Esta reconceptualización curricular integraría al fin las tres dimensiones de las competencias, que deben ayudarnos a superar los debates simples y escorados que proliferan estas semanas en nuestro país, en los que se trata una y otra vez de  enfrentar contenidos y competencias. Los contenidos, y viene de largo, representan al fin la suma de conocimientos, destrezas y actitudes y requieren adentrarse en el fondo de la propuesta para entender el resto de elementos que posibilitan un aprendizaje de mayor alcance.

La propuesta MEFP trata de recuperar el modelo y la gestión del nuevo currículo competencial compartido entre las CCAA y la Administración central que la  propuesta legislativa anterior había roto. Las decisiones curriculares, por tanto, serán compartidas por el MEFP y las CCAA, y desde estas hacia los centros escolares, que podrían contextualizar mejor su modelo educativo y generar más identidad propia.

No defraudar este reto se convierte en una necesidad imperiosa. Volver  a enfrentar este principio de corresponsabilidad –centralidad/periferia– es un juego peligroso, que olvida en qué tipo de estado autonómico nos movemos, y que, tras más de 30 largos años de experiencia democrática, se espera seamos capaces de articular una propuesta equilibrada

El marco curricular que se propugna impulsa el desarrollo de proyectos educativos, metodologías, fórmulas organizativas  y entornos especialmente inclusivos. Lo hace como consecuencia del reconocido aumento de desigualdades educativas y tratando de profundizar en el verdadero sentido del derecho a la Educación, que en nuestro sistema educativo anuncia indicadores preocupantes de desigualdad,  como destaca una y otra vez el investigador Lucas Gortazar en diferentes y ricos informes que merecen ser consultados.

No solo de recomendaciones internacionales se nutre la propuesta. Con la atrevida recuperación del discurso competencial LOE y Lomce, cada uno en su contexto, trata de validar los dos modelos en conflicto. Se atreve a conciliar el trabajo por contenidos de las materias y el competencial ya presente en el trabajo por proyectos, de forma que los dos cobren fuerza competencial y partan de situaciones de aprendizaje inclusivas. Todo un reto para el que se requiere otro clima,  con guiños claros hacia el profesorado.

Si se trata de iniciativas de tanto calado, ¿cómo es posible que sobresalga el ruido por encima de la fuerza del modelo?

La contradicción parece tener su origen reciente –si bien ya se venían acumulando razones en las décadas pasadas– en el modo en que se ha gestado el proyecto de Lomloe y esto a su vez en el ambiente que acompañaba este momento, punto álgido del debate político, centrado en retos sobre la identidad territorial y mayorías de gobierno de coalición, que enfrentaban de forma abierta a una parte con la otra. Nada nuevo que pueda sorprendernos.

Y en plena crisis política surgía la posibilidad para los equipos del Ministerio de establecer un nuevo marco educativo, que ha completado la norma con una apuesta curricular que sufre las consecuencias de la fase creciente de polarización política que se ha venido desarrollando. Quienes hemos acompañado los pasos de la andadura con ganas de encontrar puentes vimos desaparecer las posibilidades de un Acuerdo educativo y asistimos con estupor al nuevo desencuentro de los discursos.

El esfuerzo del movimiento REDE, que hemos promovido desde 2017 un conjunto de grupos de innovación, cansados del conflicto permanente,  ha mostrado que es posible el encuentro  educativo entre distintos, despojándonos de reivindicaciones propias, y enlazando ideas  transversales. REDE volverá a intentarlo.

En pocas ocasiones hemos visto debatir sobre la pertinencia de un modelo competencial, más allá de descalificaciones simplistas como las derivadas de su cercanía al mundo laboral, a formación profesional, a la OCDE y el campo empresarial. Del mismo modo es poco común debatir  sobre la necesidad de analizar los contenidos de nuestra Educación, aún en plena fase de cambio de modelo económico y social, sin superar la importancia de la tradición por un lado y la fuerza de la revolución tecnológica por otra. Estamos por tanto ante un modo de encarar los cambios, las posibilidades de mejora en Educación. El ruido de los desencuentros esconde las posibilidades de las nuevas propuestas porque algunos consideran más rentable descalificar que construir sobre los planes de otros.

Flecos pendientes que podrían mejorar la comprensión y desarrollo de la propuesta curricular Lomloe

Para empezar, se echa en falta una política comunicativa solvente sobre el proyecto en el Ministerio; la que hay no funciona. No es oportuno identificar el modelo enfrentado al trabajo de memoria y contenido, al trabajo académico… El cambio curricular llega para poner en acción todo esto y mucho más.

Echamos en falta una apuesta comunicativa que ilusione y visibilice la importancia del reto. Es un proyecto social, no solo educativo, que debería ser asumido desde la propia Presidencia de Gobierno y el conjunto del Gabinete, sin olvidar recuperar a todos los grupos políticos que lo consideren, una invitación tras otra.

Quienes esperan para descalificar usan la falta de claridad y defensa argumentada diaria para entretener con debates falsos. Solo una fase de participación –foros y redes–, que se echa en falta, puede facilitar el compromiso, el debate riguroso y contrastado.

Reconociendo el urgente y necesario trabajo de debate y colaboración entre el Ministerio y las CCAA para formalizar el análisis de un modelo curricular compartido, que encuentre su foco central en las puestas en común de la Conferencia Sectorial, aun hay tiempo. Falta impulsar la voz  de la comunidad educativa, la de los centros y entidades socioeducativas, junto a la de facultades de Educación, revistas del sector, sindicatos, confederaciones de familias, editoriales, empresas y líderes  de redes sociales.

La definición de unos perfiles competenciales de salida, y los conocimientos, destrezas y actitudes que deben integrarlos, representa una gran novedad, esperada por muchos, que aplaudiría cualquier informado de las tendencias internacionales de mejora educativa que deseara un punto de encuentro en el debate inagotable de contenidos y competencias.

Promover desencuentros en el debate (lo esencial baja el nivel, lo deseable segrega a una parte importante del alumnado) imposibilita resolver el conflicto reflejado entre el Llegan a la Universidad sin dominar una exposición oral, un informe… y Abordar todos los contenidos que se espera de la Educación obligatoria es la causa central del abandono escolar. Es preciso entender que el currículo oficial prescribe lo esencial, que el vicio español de engordar los contenidos más conceptuales y datos, hechos, alejados de destrezas y actitudes, es el responsable mayor del Dominan datos pero son unos irrespetuosos.

Alguien debe comunicar una y otra vez que el Real Decreto de Enseñanzas Mínimas debe ser realmente de mínimos, que el debate es urgente y delicado, que debe intentar conseguir un consenso importante en la comunidad  educativa –la escuela, la familia, el ámbito social–, que la propuesta inicial debe partir de borradores elaborados por expertos, que  es un trabajo de continuidad cíclica y debe contar con la colaboración en años posteriores de entidades educativas y culturales de peso; que se entienda que estamos, lo repetimos una y otra vez, ante un problema de Estado, no solo ante un debate educativo.

Sería necesario que una institución coordinadora de la innovación curricular y cultural en nuestro país pudiera integrar a sectores diferentes que consensuaran la propuesta en los próximos años, incluso décadas. Los perfiles de salida en las etapas educativas, con sus aprendizajes esenciales, sin duda competenciales por estar contextualizados, han venido para quedarse y piden hueco. El Real Decreto de currículum Lomloe y los Decretos paralelos de las CCAA abrirán el melón y sentarán la primera piedra sobre la que es necesario sumar y construir puentes.

La propuesta compartida entre Ministerio y CCAA, que la Lomloe y su modelo curricular ponen en pie, se desarrolla en ambiente de crispación máxima y está necesitada también de un punto de encuentro y experimentación común, con programas de cooperación territorial que generen discursos compartidos, experiencias con centros referentes, y comunidades educativas que sellen la marca comunitaria sostenible e inclusiva. Volviendo al debate centro/periferia, desplegar incendiarias portadas –Desaparece el Estado o Centralismo es dictadura– aumenta el ruido denunciado, asegura el desencanto y nos aleja de escenarios para la mejora.

El aterrizaje entre el modelo competencial de los perfiles de salida, que esperamos se secuencie por ciclos, para distanciarnos del fantasma de los 17 sistemas educativos que la Lomce facilitó con sus estándares a la carta, cuando intentaba lo contrario, y la presencia e identidad de las materias, hasta conseguir identificar el perfil competencial de las mismas, representa técnicamente el trabajo más complejo y debe abordarse con cautela, avanzando e integrando la realidad de nuestro sistema educativo tradicional.

La aparición de novedades como los perfiles competenciales y las posibles competencias especificas de materias y áreas generará una confusión que es preciso prevenir, resolviendo con sencillez la redacción de descriptores en cada competencia, la presencia de conocimientos, destrezas y actitudes de forma equilibrada. Es necesario facilitar el aterrizaje de los perfiles de salida citados, en materias y áreas, para identificar el perfil de cada una de ellas, sin duda competenciales, lo que facilitaría el trabajo por proyectos o por ámbitos, tanto como por materias, y aseguraría que las dos formas de resolver el perfil de salida sean válidas, por partir de situaciones de aprendizaje contextualizados.

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Esperemos que el modelo competencial se secuencie por ciclos, para distanciarnos del fantasma de los 17 sistemas educativos que la Lomce facilitó

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El salto real se juega por tanto en la definición de saberes y especialmente en la elaboración de los criterios de evaluación finalmente competenciales, que esperamos  se concreten con  sencillez y claridad. El cambio se propone en un tiempo de revolución tecnológica, que debe supeditarse e integrarse en la revolución curricular que  se necesita.

Nadie puede asegurar desde el Boletín del Estado el éxito del modelo, pero la sencillez y claridad de este puede facilitar la credibilidad del mismo. Podríamos entrar, como en pocas ocasiones, en un tiempo de reflexión e investigación, de creación de renovados materiales didácticos y textos de referencia, de organización de redes de innovación. Esperamos, como es habitual, que la aparición de un grupo importante de centros innovadores, de grupos de innovación pedagógica comprometidos con el cambio, logren crear tendencia ante el reto curricular, dejando a un lado otros aspectos del debate que subyacen. Pero la apuesta curricular debería quedar exenta del clima de crispación habitual en nuestro país.

A modo de conclusiones

El modelo ha venido a quedarse, aunque dará algunas vueltas. La Logse sumó capas al edificio de la Educación con la incorporación de distintos tipos de contenidos, ahora reforzados; la LOE, pionera, informó sobre el modelo competencial con las competencias básicas; la Lomce, aunque las cambió de nombre, competencias clave, las siguió definiendo y sumó los estándares, que, de haber estado bien construidos, con las dimensiones de conocimientos, destrezas y actitudes, habrían llegado a entenderse. A las incorporaciones descritas, y otras que no detallamos ahora, la Lomloe suma nuevas capas curriculares que vienen para quedarse.

La propuesta modelo debe tomar cuerpo y contenido en los meses próximos, su desarrollo tardará en cobrar vida para la los centros y las aulas. Es obligado  recordar que sin medios necesarios para cambiar el modelo de formación inicial, de un nuevo modo de acceso a la docencia, y de formación permanente cercana a la práctica, el camino se convierte en carrera de obstáculos, en la que la mejora de medios, ratios y plantillas, todo ello según contextos, sigue siendo imprescindible.

Necesitamos una Ley, por tanto, acompañada de aumento del presupuesto educativo, ojalá por consenso, para que este se gestione apoyando proyectos inclusivos, específicos, con  evaluación de procesos y resultados. Como expresa el investigador Juan Manuel Moreno, el coste de los no acuerdos es mayor que el de los necesarios planes que es preciso poner en marcha.

Para finalizar, quienes soñamos con un contexto diferente, similar a las fases iniciales de los 80 y 90  pasados, nos encontramos en medio de la refriega, pero a la vez inmersos en el reto de aprovechar cada rendija para introducir avances.

Sería oportuno aprovechar la ocasión para superar el ruido. La construcción de la catedral de la Educación, como gusta presentar el proceso a mi compañero José Moya –con quien comparto todas estas inquietudes– está sumando las claves de un nuevo estilo arquitectónico, aunque demasiados miembros de la comunidad educativa, y no digamos algunos portavoces del agobio, no lo sepan todavía.

Vaya desde aquí una invitación abierta a cuantos entienden el desarrollo profesional docente como una permanente búsqueda de oportunidades para la mejora. El modelo curricular permitirá la gestación de una nueva etapa, porque el reto ya no es una innovación al uso, está en la Ley. Otras iniciativas de norma, que se anuncian y avecinan, deberán proteger la apuesta que representa, tanto por su alineamiento con las tendencias universales de mejora, como por su compromiso con superar los conflictos tradicionales de nuestro modelo curricular y su desarrollo.

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