El eclipse de los centros de Educación Especial
La nueva Ley de Educación, la llamada Lomloe, apuesta por la plena integración en las aulas de centros ordinarios de todos aquellos discentes con alguna diversidad funcional física o psíquica. Y es que nuestro Gobierno considera que los centros de Educación Especial son una especie de gueto donde se discrimina a las personas que no se ajustan a los cánones que se consideran normales.
Pero va y resulta que donde de verdad se aplica esa supuesta discriminación, esa selección eugenésica que debería causarnos espanto, es tras un diagnóstico prenatal desfavorable. Esa persona que tendrá todo el derecho del mundo a ser integrada en centros ordinarios cuando alcance la edad de escolarización, no tiene derecho a existir si su diversidad funcional es detectada en el seno materno. De hecho, por ejemplo, y aunque la película Campeones nos emocione hasta la lágrima, el nacimiento de un niño con síndrome de Down es algo excepcional hoy en día.
Y la cosa no queda ahí, pues dentro de unas cuantas semanas entrará en vigor esa ley que permite aplicar la eutanasia a todos aquellos que aleguen una enfermedad crónica o un sufrimiento insoportable. En otros países, donde la eutanasia está vigente desde hace algunos años, la ley ha degenerado para que también puedan hacer uso de ella los bebés, los niños y las personas discapacitadas de cualquier rango de edad. Eso quiere decir que aquí en España, de seguir el mismo camino, se podrá acabar con la vida de las personas con diversidad funcional que se libraron en su día, por el motivo que fuere, de ser abortadas.
España ha apostado fuerte por la cultura de la muerte y por eso será una realidad, más pronto que tarde, ese franco deseo que tiene la Lomloe por cerrar los centros de Educación Especial. Aunque, claro está, el motivo principal de este cierre no será la plena integración de los discentes con diversidad funcional en los centros ordinarios.