Fortaleciendo el carácter
Nos sorprendió una pandemia, un confinamiento y después medidas restrictivas, y ahora vacunas que generan disonancia. Además el mundo ha quedado en convulsión no solo económica, sino lo que se refiere a las decisiones planetarias. Ante todo ello, circunstancias sobrevenidas, solo nos cabe preparar y prepararnos para abordarlas, con capacidad de adaptación, de flexibilidad, en algún caso de anticipación y en otros con esa resiliencia que nos permita levantarnos habiendo aprendido, crecido personalmente, lo cual no evita el dolor y el sufrimiento.
Nuestra sociedad occidental creo humildemente que ha sobreprotegido en gran medida a la infancia sin prepararla para llevar la vida en sus propios brazos.
Últimamente la palabra disciplina, la entidad memoria, el importante esfuerzo están en alguna medida en desuso. Pero la vida exige recordar, para no recaer, la existencia plantea crisis personales y relacionales, por eso hemos de fortalecer el carácter de la infancia. Que nadie lo interprete como un carácter agrio, arisco, psicopático, distante emocionalmente. Muy al contrario, proponemos el afecto, la ternura, la caridad, la compasión, el sentirse concernido.
Y es que hay que llenar de contenido la palabra libertad y justicia social. Hay que enseñar a los pequeños a esforzarse a integrar lo que significa el concepto de ver, pero también a conocerse, a tener y compartir una actitud optimista y esperanzada, que no choque con la realidad.
Los niños, los alumnos y desde corta edad, deben implicar el pensar, el sentir, el hacer, sabiéndose vulnerables, pero al tiempo con capacidad para reflexiones, para conceptos éticos, para buscar respuestas a dilemas.
Los niños, los alumnos y desde corta edad, deben implicar el pensar, el sentir, el hacer, sabiéndose vulnerables, pero al tiempo con capacidad para reflexiones, para conceptos éticos, para buscar respuestas a dilemas
Formar a los alumnos significa prepararles para la vida, dotándoles de herramientas de conocimiento, de saber, de gusto por aprender, de estímulo por la curiosidad, de amor a la belleza, de incitación a la vocación, y también el manejo de las propias emociones, de la interiorización de la sensibilidad y la empatía. Y todo ello es a lo que llamo fortalecer el carácter.
La existencia no puede ser un hacer sin haberlo elegido, un crecer sin rumbo ni criterio y un despedirse sin saber a dónde a ciencia cierta. La vida debe ser entendida, valorada, apreciada, dignificada, mejorada.
Es en la familia, en la escuela, en la comunicación de los medios, en la red social que conformamos la comunidad, entendida como el vivir con, lo cual no es fácil, dada nuestra unicidad y creencia de que lo que decimos, de que lo que realizamos está en lo cierto y mayoritariamente es mejor que lo de los demás. Por eso enseñar a manejarse en la duda, a disponer de capacidad crítica, y sobre todo, autocrítica, es absolutamente esencial. Como lo es el empleo agradable del sentido del humor, de la sonrisa, del tender una mano.
Fortalecer y fortalecernos el carácter presupone una disposición en la vida, una aceptación de las limitaciones, una capacidad para manifestar gratitud, para valorar el respeto, para anteponer los valores esenciales, sobre aspectos mucho más efímeros como la adquisición de bienes, o sentirse famoso en lugar de reconocido.
Al fin una persona vive consigo misma y ha de intentar ser coherente, congruente, a lo largo de un proceso de vida, donde también el azar juega.
Tengamos presente que igual que se muscula con la práctica del deporte, cabe forjar un carácter que no tiene por qué ser ganador, pero sí que ha de contribuir a entender, y a compartir la existencia.
También en nuestro centro terapéutico RECURRA-GINSO intentamos que nuestros adolescentes y jóvenes interioricen estas pautas esenciales, para no entrar en bucle con el pasado, sino comprometerse en el presente para llenar de colorido el futuro.