Memoria vs. competencia

Estas últimas semanas se ha vuelto a reavivar el debate sobre el aprendizaje memorístico, frente a lo que se considera un aprendizaje más competencial. La nueva propuesta del currículo parece que da prioridad a las habilidades y reduce los contenidos, idea que ya estaba presente en la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (Logse), del año 1990.

¿Qué esconde este cambio de paradigma en la Educación en nuestro país? Se pretende dar respuesta a las necesidades generadas por una sociedad hiperconectada, donde los alumnos tienen acceso a la información y a la creación de contenido desde edades muy tempranas. Estas circunstancias provocan que los alumnos del siglo XXI se encuentren hiperestimulados, y que, en los puestos de trabajo a los que optarán muchos de ellos cuando acaben su formación, se valore cada vez más la habilidad y la competencia, por encima incluso del conocimiento.

Entonces, ¿queda el contenido relegado a ser buscado en Wikipedia o en YouTube para cuando se necesite? ¿Es tan inútil memorizar un poema de Quevedo o los ríos y afluentes de la Península Ibérica?

El ser humano tiene en la memoria un componente fundamental para su subsistencia. Gracias a ella evitamos caer en los mismos errores, podemos realizar tareas de manera sistemática o incluso anhelamos que se nos recuerde antes de morir. Y, lo mismo que los músculos de nuestro cuerpo, el cerebro necesita ejercicio para mejorar su funcionamiento y evitar el deterioro prematuro.

Además, si a la memorización en la escuela la relegamos a un papel secundario (lo cual se viene haciendo ya desde hace años), ¿por qué pedimos estudiar de memoria un exorbitante número de temas en todas las oposiciones para el funcionariado? O, ¿cómo va a memorizar cada asignatura de los seis años de carrera de Medicina un estudiante universitario? ¿Es posible convertir esos aprendizajes en ‘habilidades’, o un médico bien preparado necesitaría conocer las diferentes partes del cuerpo sin tener que recurrir a internet?