Una infancia sufriente
Irene Montero, ministra de Igualdad, como madre previsora que es, ya entrevé el sufrimiento que les espera a sus hijos cuando se matriculen en un centro escolar si gobierna la derecha en la Comunidad de Madrid y no se aprueba una Ley de Igualdad progresista. Ahí se ve que hace muchos años que no pisa una escuela, pues la causa del sufrimiento de su alumnado no suele ser la negación de una terapia de conversión de género. Aquí se demuestra también su ignorancia legislativa, pues a nivel comunitario hay leyes de igualdad, también bajo gobiernos del Partido Popular, que priorizan los deseos de los hijos sobre el parecer de sus padres. Y hasta pueden perder la patria potestad si se niegan a iniciar esa terapia de conversión que su hijo pide, aunque éste no haya cumplido ni los siete años. Así que la falta de libertad la tienen los progenitores y no los niños que, en su inmadurez e ignorancia, o en la de algunos políticos, piensan que la causa de su infelicidad está en su confusión sexual.
Cuando los hijos de Irene Montero y de Pablo Iglesias vayan al colegio, si es que no optan por educarlos en casa con profesores particulares, sus padres y abuelos caerán en la cuenta de qué asuntos son los que hacen sufrir a sus pequeños: el acoso escolar, la falta de generosidad o el aislamiento causado por algún compañero, los castigos injustos, las normas que impiden hacer lo que a uno le viene en gana, una enfermedad que les imposibilite jugar con los demás… Aunque es bien cierto que mucho antes de esa supuesta escolarización, y quizás ya ahora, habrán experimentado qué es lo que de verdad más hace sufrir a un niño: la falta de muestras de cariño entre su papá y su mamá, que son las personas que el pequeño más quiere en este mundo.