Una promoción incoherente y estéril
El periodo de matrícula en los centros educativos dará comienzo en unas pocas semanas. Aquí en la Comunidad Valenciana ya se ha publicado qué aulas de Infantil y de Primaria se suprimirán si no se alcanza un mínimo número de alumnos inscritos. Es por eso por lo que algunos claustros y asociaciones familiares han iniciado en las redes sociales una campaña de promoción “a la desesperada”, pues cada vez son menos los niños en edad escolar. Para colmo, el índice de natalidad está disminuyendo aún más por culpa de la crisis social y económica que está provocando la pandemia.
En algunos colegios públicos se han puesto manos a la obra en esto de la promoción. Ya no hay actividad que no se fotografíe y se publicite en todo tipo de red social y con esa petición explícita que anima a compartir la noticia y dejar algún comentario que ayude a su mayor difusión. Pero ese afán se está topando con la cruda realidad: hay más oferta que demanda y la motivación de su profesorado, aún siendo mucha, es menor que la que se da en los claustros de los centros privados concertados. Y es que los maestros funcionarios de la Pública sólo se juegan el disfrutar de un destino cerca de su casa y los maestros de la privada se están jugando su puesto de trabajo y el sustento de su familia.
Quizá por eso los maestros de la Privada han dado un paso más en eso de la promoción y predican con el ejemplo: matriculan a sus hijos en los centros donde imparten clase. En cambio, se da el caso en algunos colegios públicos, necesitados como agua de mayo de nuevas matrículas, en que ni uno solo de los hijos de sus docentes estudia allí. Con esa actitud, ¿cómo van a convencer a otras familias del barrio para que cambien de opinión y matriculen ahí a sus hijos y no en aquel colegio concertado cercano? Lo más probable es que alguna de esas familias, echando mano del refranero, les salga con un “no quieras para los demás lo que no quieras para ti”. ¿No creen?