Videojuegos y Educación
Asistí la semana pasada a una docena de interesantísimos webinarios sobre la industria del videojuego en las jornadas profesionales Live Gamers Show. El abordaje de la que ya es la primera forma de ocio de nuestros jóvenes (y no tan jóvenes) fue integral: el marketing, el negocio, el desarrollo tecnológico, la parte legal, la repercusión educativa o deseducativa, el impacto en la salud, etc. A todo el que interese que hay detrás de este apasionante sector le recomiendo darse una vuelta por las 32 sesiones a cargo de medio centenar de expertos. Si solo eres un gamer, te aburrirás.
En casi todas las sesiones se aludió a la mala prensa educativa de los videojuegos, las adicciones digitales y demás. Eran los propios representantes de la industria los que sacaban la cuestión, seguramente respirando por la herida. La opinión generalizada sobre esta legendaria mala relación entre videojuegos y Educación era que “el mal uso o abuso que los jóvenes hacen es una responsabilidad exclusiva de sus padres”.
La opinión generalizada sobre esta legendaria mala relación entre videojuegos y Educación era que “el mal uso o abuso que los jóvenes hacen es una responsabilidad exclusiva de sus padres”
Ya se ve que a pesar de que la frase que popularizó Marina ha sido repetida hasta el aburrimiento en congresos y jornadas, no ha debido de ser suficiente. Señores de la industria del videojuego: “educa la tribu”, la Educación es responsabilidad de todos. Por supuesto que los padres somos los primeros responsables, pero no los únicos. Educar no es una responsabilidad exclusiva de la familia. Ejemplos, miles. Consumir pornografía es responsablidad de cada uno pero el desarrollador de una página porno alguna responsabildiad tendrá. Fumar es responsabilidad de cada cual, pero las tabaqueras alguna explicación tendrán que dar… porque “yo soy yo y mis circunstancias”.
Más aún, en el caso de la industria del videojuego la responsabilidad es mayor por tres motivos, a mi entender. Primero, porque se han convertido, por méritos propios, en líderes del ocio infantil y juvenil. Segundo, porque una porción significativa de su mercado son menores incapaces de hacer un uso pleno de su libertad y de su responsabilidad. Y tercero, porque se trata de una actividad especialmente adictiva. Hay investigaciones que apuntan en este sentido pero me remito a la experiencia cotidiana –compartida por otros progenitores– de instar a tu hjjo a que deje de jugar al fútbol o de leer un cuento. El reto será fácil, es más, lo del cuento tal vez te lo agradezca. Ahora pídele que deje el Fornite. Te recomiendo que le apartes objetos punzantes no sea que acabes con un tenedor en la garganta.