La mejora del inglés pasa por cambiar la evaluación
Las evaluaciones externas generan efectos positivos en todo el sistema, también en los programas bilingües. © N. SAVRANSKA
La escuela vive una transformación digital acelerada por las necesidades provocadas por el Covid-19, la implantación de un modelo híbrido y la puesta en marcha de nuevas metodologías durante los últimos años. Sin embargo, esos cambios no van acompañados de una nueva forma de evaluar. En concreto, el aprendizaje del inglés continúa encorsetado en la idea tradicional de aprobar un examen de nivel, por lo que se hace necesario un replanteamiento de la evaluación con el fin de mejorar el nivel de los alumnos.
En base a estas premisas, Macmillan Education ha elaborado un estudio interno en el que señala que los planes personalizados permiten obtener resultados específicos por alumno para detallar el nivel de cada una de sus competencias. Asimismo, los profesores consultados señalan que la posibilidad de evaluar a sus alumnos con un examen multinivel permite adaptar el futuro aprendizaje de cada alumno y fortalecer aquellas competencias en las que obtienen un nivel más bajo.
Para dar respuesta a este debate, la compañía organizó el pasado 20 de abril la jornada titulada El alumnado como centro en el aprendizaje de idiomas: nuevas formas de evaluar, con el objetivo de reflexionar en torno a los nuevos modelos de evaluación en la enseñanza de idiomas y las claves para hacer del alumno protagonista de su propio progreso, con la ayuda personalizada de los docentes.
Las metodologías que utilizamos los profes en el aula tienen que evolucionar para involucrar al alumnado y motivar a todos
"Una de las participantes en la jornada fue María García-Saúco, premio Educa Abanca a la mejor docente de España, para quien “solo hay que echar la vista unos años atrás y comprobar cómo ha cambiado la sociedad y por ende también la manera de aprendizaje de los alumnos”. Por eso considera que “las metodologías que utilizamos los profes en el aula tienen que evolucionar para involucrar al alumnado y motivar a todos, a los propios docentes y a los alumnos en el proceso de aprendizaje”.
Por su parte, Augusto Di Marco, director general de Macmillan Education, cree que “debemos esforzarnos por dar a los estudiantes un modelo de evaluación capaz de permitirles progresar en base a sus propias capacidades y necesidades, que se apoye también en la digitalización para ampliar las posibilidades”.
También participó en el evento Xavier Gisbert, presidente de la Asociación Enseñanza Bilingüe (EB), que realizó un análisis de la situación del bilingüismo en nuestro país y advirtió sobre las grandes diferencias que existen entre comunidades autónomas en cuanto al desarrollo de los programas bilingües.
Gisbert explicó cómo en España contamos con 17 años de experiencia en enseñanza bilingüe, desde que en 2004 se pusieran en marcha los primeros programas en algunas comunidades autónomas. Sin embargo, la evolución nos ha llevado a registrar 18 modelos diferentes de enseñanza bilingüe. Para Gisbert “da la impresión de que, una vez puestos en marcha los programas, el objetivo que primó fue el de la cantidad sobre la calidad, y por lo tanto era prioritario un mayor número de centros y de alumnos sin valorar de manera adecuada la calidad de la enseñanza que se imparte”.
Existe una gran brecha educativa en cuanto a la incorporación al bilingüismo entre los estudiantes de un mismo país
"Actualmente existen en España aproximadamente un millón y medio de alumnos escolarizados en programas bilingües y cerca de 4.000 centros ofrecen este modelo, lo que supone un tercio del total del alumnado y de centros de nuestro país. Según Gisbert, entre las diferencias que presenta este modelo se encuentran “aspectos tan importantes como el diseño de los programas, los recursos que se asignan, su desarrollo y seguimiento; la implicación de las administraciones educativas; la formación inicial como permanente de los profesores y el apoyo que reciben”. E incluso diferencias en temas tan básicos como “la denominación, el porcentaje horario que debe impartirse en cada lengua o el nivel que deben alcanzar los alumnos al final de cada etapa”. Por lo tanto, el escenario es muy complejo.
Además, el presidente de la EB recordó que la primera cohorte de alumnos en programas bilingües empezó en 2004, mientras que la última que se incorporó fue en 2016, 12 años después, por lo que existe una “gran brecha educativa en cuanto a la incorporación al bilingüismo entre los estudiantes de un mismo país”. Este hecho ha dado lugar a numerosas críticas que tienen que ver, sobre todo, con el nivel lingüístico, aunque Gisbert reconoce que “de lo que no hay duda es que ese nivel es mejor que el que alcanzan los alumnos que no están en programas bilingües”.
Hay un aspecto en el que la Asociación de Enseñanza Bilingüe coincide con la crítica, y es la falta de evaluación. Según Gisbert, hay tres ámbitos que se pueden evaluar: los programas en sí, el nivel académico de los alumnos y el nivel lingüístico que alcanzan a lo largo de su escolarización. A su juicio, “es en este último en el que hay que incidir, y en todo caso hay que medirlo al final de cada etapa educativa, así como en las posiciones intermedias para ir viendo el progreso de los alumnos”.
Por tanto, las evaluaciones externas generan efectos positivos en todo el sistema. Como afirma Gisbert, “mejoran la implicación de maestros y profesores, dotan de mayor rigor al estudio de los contenidos, hacen más efectiva la selección de metodologías, orientan el trabajo y fomentan el esfuerzo de los alumnos”. “Si queremos calidad en los programas de enseñanza bilingüe, tenemos que evaluarlos”, concluye el presidente de la EB.