Andreu Navarra: "La escuela es un laboratorio de conformismo"
El autor critica que "cada gabinete ministerial impulse su ley de cara a su propia secta". ADRIÀ NAVARRA
El profesor, inmerso de pleno en las evaluaciones en la universidad, responde por mail a un cuestionario enviado por MAGISTERIO en torno a su último libro, Prohibido aprender (Anagrama).
¿Está la escuela preparando a los alumnos para un mundo que ya no existe, como sostiene Andreas Schleicher en una reciente entrevista en El País?
–Quizás lo que debería explicar es por qué “este mundo” ya no existe. Nos hemos acostumbrado (y esto también va por el twit de la ministra que abre mi libro) a autosugestionarnos con frases rimbombantes que en realidad no significan nada o significan muy poco.
Lo que no explica Schleicher es por qué ni Europa ni España serán capaces de crear suficiente empleo de calidad en el mundo de mañana. Por no hablar de la enorme anomalía que representa que nuestra política educativa tenga que depender de la OCDE. Con Prohibido aprender me he propuesto devolver la pregunta sobre la Educación a la esfera política. Lo que intento responder es por qué se nos intenta vender, desde la desinformación y la manipulación más inquietantes, que son pedagogía lo que no son más que predicciones ideológicas, es decir, anuncios sobre lo que está a punto de ocurrir en el mundo económico.
¿Y esto qué efectos tiene ya?
–Nuestros jóvenes han entendido que estudiar, leer o esforzarse en este contexto es totalmente fútil, porque no podrán escapar del paro y el precariado. Por eso resultan obscenas estas afirmaciones, son de una hipocresía extrema. Venden como la escuela de mañana lo que es una certificación de la ausencia de futuro para nuestra juventud, a quien se recomienda no intentar prosperar, no intentar ir a la universidad, no adquirir cultura ciudadana, sino conformarse con las ralas “competencias” que dictaron los políticos en la reunión europea de Lisboa.
Así culmina una operación globalizadora que impone el estándar digital sobre la cultura democrática: hay que aceptar que el único paradigma ideológico válido o posible es el neoliberal. Desaparece la dialéctica entre izquierda y derecha, o entre clases, se produce y se busca una armonización por abajo de quienes tendrán que conformarse, el día de mañana, con las promesas y escaparates digitales de las democracias que se desmoronan. He aquí el proyecto autoritario occidental que está sobre la mesa.
¿Sin resistencias?
–Mi pregunta: ¿por qué no se sublevan los profesionales a quienes pueda quedar algún resto de cultura liberal o progresista? ¿Realmente un adulto racional puede creerse las propuestas pedagogistas infantilizadoras que presentan estos portavoces irresponsables? ¿Qué hay detrás de esta inmensa deserción y homogeneización? Hemos caído en un conformismo lamentable.
Lo que deberían hacer los equipos políticos debería ser la creación de viveros de investigadores, estimular la ciencia base y el avance universitario. Precisamente los docentes que creemos en el conocimiento poderoso pensamos realmente en el mundo de mañana, un mundo dignificado por la cultura y la ciencia, y no esta chapuza y esta apariencia de prosperidad que nos están dejando estos equipos políticos ciegos e incompetentes, que continúan en el mundo mental de 1959.
Comenta en el libro que sus padres eran profesores, ¿quizá eso facilitó su sintonía con la “cultura escolar”?
–Yo sintonicé con mi cultura escolar porque era profundamente renovadora, porque venía de las antiguas cooperativas antifranquistas. En el instituto me sentí cómodo porque disfruté de docentes excepcionales, que en lugar de estar exhaustos por la burocracia podían disponer de toda su energía para las clases. El sistema actual te obliga a creer en cosas increíbles, que sólo encajan en la teoría, contraviniendo cualquier tipo de realidad observada o vivida. Es una situación que llega a sonar a los viejos sistemas comunistas, donde el encaje tozudo de la teoría era superior incluso al sentido común o a la más pura evidencia de lo que uno tenía delante de las narices.
¿Qué hacemos con los alumnos a los que esa cultura escolar les pilla lejos?
–Lo que debemos hacer con el alumnado ajeno a la cultura escolar es, en primer lugar, restaurar la vocación escolar de la escuela, disponer de una escuela que no renuncie a sus objetivos democráticos básicos, por ejemplo, la alfabetización plena. Estas escuelas deberían tener una ratio de 12-15 alumnos por clase. ¿Cómo es que ninguno de estos “revolucionarios” de salón, cuyas doctrinas son idénticas a las de la banca, propone que se bajen las ratios? Y una vez dispusiéramos de unas mínimas condiciones previas, innovar, sí. Pero es que en este país sólo se innova en un solo sentido: el que dictan las organizaciones económicas, en un sentido que perjudica al alumnado más desfavorecido porque lo ata a la situación de partida.
Las soluciones tecnofeudales no sirven para cimentar políticas de justicia social. Algún día tendremos que dejar de hablar de “equidad” como nivelación abusiva a la baja, como si nuestro alumnado pobre fuera también idiota, para hablar de lo que debemos hablar: de igualdad social, de igualdad de oportunidades que solo el sector público puede ofrecer con garantías.
¿Cómo es que ninguno de estos “revolucionarios” de salón, cuyas doctrinas son idénticas a las de la banca, propone que se bajen las ratios?
"Dice que en muchos casos las clases gamificadas o impartidas a través de reguetón o redes sociales son la burla del alumnado.
–Nos pensamos que con la célebre “aproximación a sus intereses” hemos descubierto la gran panacea. Pero ni consiguen esos resultados soñados ni sirven para aprender gran cosa. Sirven a otros objetivos: consolidar los estándares digitales, crear usuarios de forma abusiva, extender el imperio de las multinacionales tecnológicas por encima de los intereses culturales y comunitarios, hacer más densa la red tupida de alienaciones, racismos y machismos en que abandonamos a nuestros jóvenes. Es decir, presentamos como “pedagogía” lo que es un claro abuso alienador. Porque, en realidad, no sabemos cuáles son los intereses de nuestra juventud, no dejamos que ella misma los genere, contra nuestros fallos y sobre nuestros posibles aciertos.
Pondré un ejemplo: una actividad de Aprendizaje Basado en Descubrimiento con unas actividades llenas de corazones de colores y letras de pop ñoño… ¡presentada a un alumnado de 14 años que escucha al Tangana, que adora a Pablo Escobar y soñaría con manejar una ametralladora militar como la de La Casa de Papel! Resultado evidente: burlas, desafección, ridículo adulto.
Los pedagogismos infantilistas son política populista, profundamente autoritaria.
Sus padres «padecieron» la Logse y usted, la Lomce y la Lomloe…
–Las propuestas comprensivas llevan 30 años implantadas, desde los tiempos de Álvaro Marchesi. Cuando yo las estudié eran totalmente hegemónicas. Sin embargo, tal y como se aplican en España, no resultan innovadoras y, desde luego, causan un sinfín de situaciones ridículas. La escuela no está haciendo bien su trabajo. Pero no porque lo hagan mal sus docentes, sino porque el sistema es incapaz de alfabetizar plenamente, y porque está en manos de teorías disruptivas que no funcionan, y que en lugar de solucionar los problemas, los agravan.
Cualquier docente que haya trabajado con alumnado de 1º de ESO habrá escuchado qué piensan algunos alumnos de su paso por Primaria: “En la escuela no hacíamos nada”, dicen. Los gurús y asesores del año de Maricastaña, que continúan con los recetarios de 1990, dirán: “El nivel no ha bajado, hemos cambiado unos contenidos por otros”, más acordes con el mundo actual. Lo que ha ocurrido es que hemos sustituido la pedagogía seria por un nihilismo de aspecto religioso, cerrado a toda crítica racional. El “nivel” lo bajamos los adultos porque obedecemos a intereses ajenos a la Educación, para provocar súbditos acríticos, que no sean capaces de enjuiciar nuestros descalabros sociales: moldeamos una juventud que no sepa protestar, para que no nos cause problemas. Una democracia no puede permitir esta prevaricación masiva. ¿Cuándo disfrutaremos de políticos serios, de políticos responsables que apuesten por el conocimiento, que no digan cosas bochornosas?
¿Contra la Lomce vivían ustedes mejor?
–Wert fue un desastre sin paliativos. Por mi parte combato todos los proyectos reaccionarios por igual. Desde mi punto de vista, Lomce y Lomloe son casi idénticas.
Desde mi punto de vista, Lomce y Lomloe son casi idénticas
"¿Qué hacemos con ese 25% del alumnado que se va sin el título de la ESO?
–Bajar las ratios en Primaria. Diversificar el tipo de titulación que se obtiene al terminar la Secundaria Obligatoria. Dar la oportunidad de poder estudiar a quien desee esforzarse y luchar por la emancipación. Lo que hacemos hoy es hundir a todos, deprimir, homogeneizar, aburrir, presentar propuestas fosilizadas desde hace 20 años. También sería un gran paso adelante dejar de hostigar a los docentes, dejar de insultarles en los medios, contar con ellos para mejoras reales para el alumnado, estabilizar las plantillas, dignificar edificios e instalaciones, financiar una inclusión real y no sólo sobre el papel, renunciar al solucionismo mágico, acabar con el intrusismo de los economistas y los politólogos de derecha, permitir la variedad metodológica, trabajar para la ciudadanía plena de mañana.
¿No es progresista considerar que en la Educación Obligatoria no se debería suspender?
–Ya que los políticos dicen liderar una auténtica revolución progresista, ¿por qué siguen obligando a elaborar informes de notas? ¿Por qué decretan la subjetividad y exigen la objetividad? En este sentido estamos cayendo entre todos en el puro azar evaluativo, poniendo notas a emociones, o multiplicando el uso de numeritos e indicadores en docenas de aplicativos… ¿No estaremos generando datos en lugar de evaluando aprendizajes? Cuando Orwell llegó a la Cataluña en guerra, observó que entre círculos extremistas era tan peligrosa la mentira como la verdad. Si hemos renunciado a unos parámetros comunes mínimos, lo que quedará será la ley de la selva, es decir, la verdad del bolsillo más nutrido.
Algunas autonomías se han entregado a la falsa innovación novolátrica, sembrando el caos en los sistemas de evaluación. Hemos tenido al señor Pozuelo, el profesor de los dieces, hemos tenido ese tribunal peculiar de la EBAU en Valencia, pero tenemos informes de notas bien extravagantes, ideas peregrinas desde las instituciones cada semana… No son buenos tiempos para el rigor y la objetividad.
Para Manuel Castells, ministro de Universidades, “Condenar a un alumno por un suspenso es elitista”.
–Lo que es totalmente elitista es condenar a un país al monocultivo del ladrillo y el turismo, negarse a imaginar una España civilizada que prospera gracias a la innovación tecnológica y al crecimiento cultural. Si no creamos empleo civilizado, no tiene sentido que generemos élite cultural. Nos valdrán unos cuantos millones de semiesclavos agradecidos, conformistas; “resilientes”, “emotivamente maduros”, eso sí. Por eso los gabinetes actuales se parecen tanto a los de la tecnocracia tardofranquista, y la Lomloe se asemeja tanto a la LGE: desde una perspectiva paternalista, gradúan el equilibrio perfecto entre el subdesarrollo y el progreso. Decretan la precariedad o el paro endémico mientras van dando vueltas a cómo seguirán evitando la redistribución de la riqueza. En su diseños momificados, los españoles somos seres semicolonizados, no merecemos ni conocer nuestras coordenadas culturales ni informaciones críticas que solo pueden proporcionar una Secundaria sólida y de calidad. El emotivismo y la happycracia son los correspondientes políticos a los pedagogismos alumnocéntricos, comprensivos y facilistas. Pura desmovilización de la inteligencia.
¿Qué le aporta ser a un tiempo profesor en un instituto y en la universidad?
–Ejerzo docencia en la Universitat Oberta de Catalunya precisamente porque también la ejerzo en Secundaria. En la UOC monitorizo una asignatura que es en sí misma un proyecto de iniciación a la investigación histórica avanzada. No conozco nada más avanzado, ni tecnológica ni pedagógicamente. Yo pienso que lo que ofrezco en la UOC debe de ser algo así como el Maserati de los proyectos pedagógicos universitarios. Esta experiencia, a su vez, alimenta mi experiencia en los centros de Secundaria. Dicho lo cual, haré algunas puntualizaciones: en primer lugar, la UOC ya nació con ese objetivo de ser la punta de lanza de la docencia universitaria online; su alumnado ha elegido esa opción y comparte la filosofía de la institución, como la comparto yo. Desde este punto de vista, todo es nítido.
Ahora bien, los planes de hibridación o digitalización de algunas otras universidades tradicionales y presenciales se hace a costa de sacrificios, cuadraturas del círculo, imposiciones y, sobre todo, recortes. ¿Verdad que no es lo mismo fundar un centro innovador y avanzado que tomar una institución que agoniza por falta de financiación pública e imponerle podas y chapuzas por todos lados? ¿Qué ocurriría si se generalizaran proyectos de digitalización e hibridación para la Pública obligatoria, que ya no es capaz ni siquiera de alfabetizar plenamente a su alumnado? ¿No es dar gato por liebre? ¿Sería trigo limpio aumentar las ratios por clase y recortar personal a través de la utilización engañosa de “innovación digital”? En democracia hay que ser trasparente. En democracia hay que exigir calidad gratis para todos. La calidad para la Primaria y la Secundaria Obligatorias exigen presencialidad, toda la investigación lo avala. Lo que hacemos es garantizar chapuzas y beneficencia repugnante para el pobre.
No se siente cómodo con la etiqueta de ‘profesaurio’, pero ¿lamenta que estemos asistiendo al fin de la escuela tal y como la conocíamos?
–Es que los fósiles son los otros. Ya cansan 30 años de redentorismos facilistas y fracasados. Estamos confundiendo pedagogía con ingeniería social neoliberal. Me parece mucho más prehistórico quien presenta como una opción progresista lo que hubiera hecho llorar de entusiasmo a Ronald Reagan o Margaret Tatcher, puro y duro estamentalismo social.
La escuela ya no es escuela propiamente dicha, sino un laboratorio de conformismo. El mismo alumnado lo percibe. Acudiría más a gusto a un lugar en el que se aprendieran muchas cosas, con prestigio académico que generase sentimiento de pertenencia, que a este conglomerado de ocurrencias inconexas que dispara el aburrimiento pero disimula la falta de aprendizaje con el aprobado universal. Se va a la escuela “a aprobar”, a “no hacer nada”.
Se ha popularizado la idea kamikaze de que el academicismo no puede ser inclusivo, de que inclusión y cultura son términos excluyentes. Todo forma parte de un dispositivo gigante para desarticular la curiosidad, la inteligencia y la construcción de mentes expertas.
Esto no es nuevo. Ando leyendo un libro apasionante, Javier Pradera o el poder de la izquierda, de Jordi Gracia. Un libro sobre la cocina del poder político durante los años de Felipe González. Pradera en junio de 1991 (es decir, al calor de la Logse) escribía: “El alicaído nervio político conduce a una vida vegetativa y monótona que fomenta el absentismo y el fraude en el parlamento”. Estas formas de populismo, estos políticos mediocres, se dedican únicamente a construir la desmovilización de mañana, la absoluta mediocridad semicolonial en la que puedan destacar y mantenerse. Ese PSOE de 1991 era tan malo como el PP de Rajoy o el PSOE de la Lomloe: mera obediencia a la OCDE y otras instancias omnipresentes, mero continuismo en la inercia y la falta de imaginación creadora. En este sentido, esta innovación oficial es un puro fósil y sus éxitos son mitos y ficciones repetidos cada día goebbelianamente desde todos los megáfonos posibles.
¿Es la escuela hoy un poco “feria”?
–Es algo más caótico. Al fin y al cabo, en las ferias hay normativas y máquinas que funcionan. Este sistema educativo está ahogado por una burocracia elefantiásica, kafkiana, injusta y sobre todo gris. Esa feria estaría llena de cámaras y de control digital. A veces tengo la sensación de que el nuevo papel de la escuela sea generar datos gratos al poder. Desde luego, falta humanismo y respeto por la potencialidad de nuestra juventud, a quien hay que devolverle alguna clase de futuro decente.
¿Qué es lo más raro que le han ido a vender a su instituto?
–Cursos de gestión de la diversidad a un centro que llevaba 25 años gestionando su diversidad con éxito.
¿Y el curso de formación más estrafalario al que ha asistido?
–Un curso sobre Prevención de Abusos Sexuales a Menores en el que teníamos que hablar, en público, junto con otros docentes, sobre qué entendíamos por sexualidad. Yo creí que nos dotaría de armas jurídicas para combatir una lacra y no entendí qué tenía que ver mi sexualidad con la detección de un crimen. Respondí una pamema cualquiera, yo diría que es inconstitucional tener que ir aireando lo que uno cree o no cree que es la sexualidad en un centro de trabajo. En los materiales decía que las filias estaban relacionadas con problemas de salud mental. No sé, conozco personas que se atan o guardan zapatos y son excelentes abogadas o activistas. No entendí esa culpabilización. Desde luego, me sentí muy incómodo. Por redes he contactado con docentes que fueron humillados porque tenían que jugar con pelotitas o hacer pilates con balones grandes, hay personas adultas que viven situaciones de gran vergüenza si son obligadas a bailar o a decir sandeces en cursos celebrativos obligatorios.
¿Ha sucumbido la escuela al mercado?
–La política es un mero escaparate de tecnoutopismos. Hay que regresar a la racionalidad, utilizando la tecnología de un modo humanista y utilitario, no totalitario. Esa mercantilización está alcanzando cotas realmente preocupantes.
¿Cree que la escuela aliena?
–Pienso que se está remodelando para que obedezca a esos mandatos de sumisión. Sumisión a objetivos comerciales, sumisión a objetivos políticos poco claros, desde luego perjudiciales para el alumnado y beneficiosos para la OCDE.
¿Considera que las dos mayores crisis que nos amenazan son la crisis de léxico y la crisis de atención?
–Son problemas derivados de un momento de cambio económico profundo, de asalto por parte de la economía cognitiva y de plataformas. Como nuestra atención es el petróleo de hoy, no es sorprendente que se desee arrancar a la juventud del estudio y la capacidad de concentración. De algún modo, la nueva escuela parece una agencia de viajes: propone que te sientas cinco minutos como Mozart, Gaudí o Picasso, pero te impide llegar a ser como Mozart, como Gaudí o como Picasso, porque ellos no se alimentaron de apariencias, sino de ilusión, de investigación.
Proponemos experiencias superficiales y cortamos las alas a la juventud, agobiándola, sobrediagnosticándola, medicalizándola, minusvalorándola. Estamos favoreciendo la creación de personas ultradependientes, que necesitarán siempre prótesis y tutelas paternalistas para poder habitar en el mundo estático y autoritario de mañana. En este sentido, pienso que el papel del docente debería consistir en la construcción de una alternativa humanista, ilustrada, democrática, cultural y científica. Quizás terminemos siendo una minoría los que exijamos espacios de libre examen, debate y control analítico de la autoridad.
La nueva escuela parece una agencia de viajes: propone que te sientas cinco minutos como Mozart, Gaudí o Picasso, pero te impide llegar a ser como Mozart, como Gaudí o como Picasso
"¿Qué le parece el nuevo currículo en el que se está trabajando, a imitación del portugués? ¿Y el hecho de que los vecinos franceses estén planteándose recuperar la retórica?
–Hasta donde sé, este currículo está en proceso de elaboración; por lo tanto, enjuiciarlo equivaldrá a hablar bien o mal de un libro sin haberlo leído. Lo que sí puedo decir es que no espero nada de estas administraciones totalmente prisioneras de la OCDE. Estas propuestas no son serias, no tiene nada que ver con los problemas reales en las aulas. Se acompañan de brillantes campañas publicitarias, pero desde luego no me las creo.
Respecto a la retórica, es un típico recurso neoliberal, a medio camino entre la sofística y la banalidad. Para hablar bien hay que saber mucho. También convendría no imitar mucho lo que se hace en Francia y Reino Unido, encontrar soluciones españolas para problemas españoles. Hoy no nos salvará el papanatismo acrítico: vivimos inmersos en una crisis occidental, no solo nuestra. Algún día buscaremos nuestro propio camino sin tanta megalomanía.
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