Bomarzo
Como todas las mañanas, Manuel Mujica Láinez o mejor digamos Manucho (como más se lo conocía por entonces), estaba leyendo tranquilamente el diario hasta que se asombró con una nota en el periódico que contaba de un parque medieval de monstruos gigantescos tallados en piedra. Al ir leyendo el artículo, entre árboles y arroyos Manucho descubrió a través de las fotos blanco y negro una fabulosa sucesión de desmesuradas esculturas. Tenían un aspecto terrible y hasta absurdo, y representaban personajes míticos y fantásticos. La nota terminaba comentando que el parque quedaba cerca de la ciudad de Roma. Amante de los viajes como era, a Manucho las imágenes lo impactaron tanto que se prometió visitar aquel lugar algún día.
Años más tarde y estando casualmente en esa ciudad donde recordemos la mitología romana nos habla que una loba llamada Luperca alguna vez amamantó a Rómulo y Remo, Manucho recordó su promesa. La situación no podía ser mejor: estaba en Roma con tiempo, y recordaba que aquel parque con monstruos de piedra quedaba cerca… pero, pero había un problema. Y mejor escuchemos de él mismo, cuál era ese problema: “Me había olvidado del nombre de aquel sitio, me había olvidado de esa palabra Bomarzo que ahora digo todo el tiempo. Y preguntaba a los italianos, acá, allá, a gente que conocía por un lugar así, con unos monstruos de piedra… nadie lo sabía, nadie lo había conocido”.
Años más tarde y estando casualmente en esa ciudad donde recordemos la mitología romana nos habla que una loba llamada Luperca alguna vez amamantó a Rómulo y Remo, Manucho recordó su promesa
Nadie parecía haber escuchado jamás sobre ese parque, pero… cómo podía ser? Estando tan cerca de Roma. A Manucho se le estaba acabando su tiempo y casi que ya había perdido las esperanzas.
Continúa Manucho: “Y un día en una comida, conocí a un arquitecto muy joven, que se llama Nato Frasca y entonces para conversar, así para tener un tema en la mesa, le hablo de que yo buscaba ese sitio y me dijo “Come, ma questo è Bomarzo!””.
«Ma questo é Bomarzo!» le contestó el arquitecto. Claro… así se llamaba el parque! Nuestro escritor no podía estar más feliz.
Al otro día Manuel Mujica Láinez estaba recorriendo en auto los apenas 90 kilómetros que separan la ciudad de Roma de la comuna que da nombre al parque de los monstruos. Una vez llegado, tras caminar varios minutos en medio de un sofocante calor de verano, cuál fue su sorpresa cuando encontró finalmente camufladas entre el follaje aquellas figuras fantasmagóricas que años atrás había descubierto del otro lado del Atlántico, leyendo en la tranquilidad de su casa. Una tortuga gigante por aquí, un elefante con una torre encima por allí, el dios Neptuno y un pegaso alado en escalas colosales. Allí mismo decidió que su próxima novela tendría lugar en ese parque de monstruos medieval y claro, la llamaría Bomarzo. Esta novela es considerada hoy en día la obra cumbre de Manuel Mujica Láinez.
* Esteban Nigro (esteban.nigro@gmail.com) es geólogo de profesión y apasionado por descubrir historias del mundo investigando mapas y fotos antiguas, libros y artículos periodísticos. Después de todo, uno sólo ve lo que conoce.