El vicio de la mascarilla
El Ministerio de Educación no se fía de las vacunas, duda de su eficacia y deja en evidencia a la comunidad científica. A nuestras autoridades educativas les da igual que cuando empiece el próximo curso la mayoría de los docentes estén ya vacunados: todas las precauciones sanitarias y los protocolos para evitar los contagios en los centros escolares seguirán en pie. Bueno, habrá una diferencia: se amplían los cursos denominados “grupos de convivencia”, donde los pupitres y discentes ya no tendrán que guardar el preceptivo metro y medio de separación; algo que ya venía sucediendo por puro agotamiento en el transcurrir de este curso tan cansino.
Pero no todo son malas noticias, pues por fin ha llegado un anuncio más que esperado: el uso de las mascarillas ya no será obligatorio en los espacios abiertos. De todas formas, a los valencianos se nos ha hecho de noche cuando el presidente Ximo Puig ha ratificado que no se fía un pelo de la eficacia de las vacunas. Afirma el señor Puig que no hay que bajar la guardia, que casi será mejor que utilicemos la mascarilla por las calles, solitarias o concurridas, y que sólo nos la quitemos en la playa o en la montaña; siempre y cuando se pueda mantener la distancia de seguridad, claro está. Bueno, habrá una excepción: te puedes quitar la mascarilla si te vas a fumar un cigarrillo o si te vas a comer una rosquilleta.
Ante esta situación, a los docentes valencianos no nos queda otra que pedirle al consejero de Educación, el señor Marzá, que nos permita fumar o comer durante nuestro horario lectivo. Esto supondría un mal ejemplo para nuestro alumnado, pero seguro que saldrán ganando al contemplar nuestra perenne sonrisa.