Jóvenes en riesgo de exclusión, así son
Parece claro que aún estamos muy lejos de alcanzar la deseable igualdad de oportunidades. Ahí van un puñado de datos que publicamos la semana pasada y que sirven para recordar que la meritocracia solo funciona sobre la base de una mínima igualdad de oportunidades. Si no, como explica el filósofo Michael J. Sandel, la meritocracia se convierte en insulto para los desheredados de la Tierra y en excusa para los afortunados. Este es el perfil personal, educativo y académico de nuestros jóvenes en riesgo de exclusión:
–Solo uno de cada diez está en el curso que le corresponde a los 16 años, frente 69,5% de los estudiantes en general.
–Un 92,4% han repetido curso y un 16,2% no ha terminado la Primaria.
–El 16,2% de los encuestados sigue en Primaria, como mínimo cinco cursos por debajo de lo que les corresponde.
–Con 16 años un 92,4% de los jóvenes en riesgo de exclusión social no tiene el graduado escolar y la mayoría se enfrentarán a la búsqueda de empleo sin haberlo conseguido.
–Solo el 1% tiene estudios universitarios.
–El 36,1% es de origen extranjero y un 13,8% son menores no acompañados.
–Un 28,7% está en tutela administrativa, el 13,1% están en una situación de guarda, el 6,2% asisten a algún servicio de apoyo técnico y un 38,5% se encuentran en otras situaciones de riesgo.
El Informe elaborado por la ONG Jóvenes e Inclusión es un buen baño de realismo
El Informe elaborado por la ONG Jóvenes e Inclusión es un buen baño de realismo. Desde luego que conviene impulsar la llamada “pedagogía del esfuerzo” y reivindicamos esa leyenda del “No excuses” que reza a la entrada de tantos colegios británicos de barrios desfavorecidos. Por supuesto que el esfuerzo del alumno, del profesor y de su familia puede conseguir que la Educación sea ese ascensor social que debe ser. Claro que vemos cada día en las aulas historias de superación, maestros que han logrado levantar a quien estaba prácticamente desahuciado por sus circunstancias, por su entorno, por su propia familia, por su historia, por la sociedad, por sus errores, por sus debilidades… Aplastado por esa mochila que puede llegar a pesar tanto que haga imposible dar un paso más.
Pero no podemos convertir la “pedagogía del esfuerzo” y la meritocracia en un tótem. Si así lo hiciéramos, en este caso y desde posiciones liberales, también estaríamos poniendo a la persona al servicio de intereses ideológicos, como acostumbramos a ver desde posiciones socialdemócratas cuando se proponen políticas estatalistas que socavan la libertad. Conviene contemplar al alumno real y en su totalidad, con su libertad y sus circunstancias.