Un 27% de niños y jóvenes están en riesgo de exclusión social y educativa
«Mi sueño es tener una familia, como en un cuento. Una casa. Quiero dedicarme a la gente y estudiar Psicología. Me gusta mucho saber los problemas de las personas y ayudarlos. Muchas veces mis amigos me han contado sus problemas y he tratado de ayudarlos». Estas son las palabras de una niña de 16 años en situación de tutela en Baleares. Ella puede ser la voz de los menores excluidos o en riesgo de exclusión que la ONG Jóvenes e Inclusión ha incluido en su campaña para sensibilizar a la sociedad acerca de ello.
Con 16 años los niños y niñas encuestados por esta ONG deberían estar en 1º de Bachillerato o FP de Grado Medio, pero la gran mayoría se encuentran muy lejos de esta meta. Un 28,7% están tutela administrativa, un 13,89% son extranjeros no acompañados, un 13,1% están en una situación de guarda, un 6,2% asisten a algún servicio de apoyo técnico y un 38,5% se encuentran en otras situaciones de riesgo.
En todos los casos son niños y niñas desfavorecidos, pero eso no les impide soñar con tener estabilidad, y quieren dedicar su vida a trabajos para los que necesitan estudios, pero un 92,4% de ellos han repetido algún curso y un 16,2% aún no ha terminado la Primaria. El riesgo de abandono es muy alto.
Jóvenes sin red social
«La estabilidad y la pertenencia generan red social, y sabemos que la red social es una de las principales fuentes para la obtención de un empleo», señala el informe de Jóvenes e Inclusión. «El sistema educativo es uno de los principales proveedores de red social por lo que el cambio continuado de centros y de domicilios perjudica el éxito de la futura inserción», añade.
"La estabilidad y la pertenencia generan red social, y sabemos que la red social es una de las principales fuentes para la obtención de un empleo", señala el informe de Jóvenes e Inclusión
Por otro lado, la ONG recuerda que «la crisis sanitaria de la Covid ha venido a agravar la brecha digital, que ha sido, durante la pandemia, un problema añadido para los más desfavorecidos durante los cierres de los colegios». «La situación no la crea la crisis sanitaria, pero claramente la empeora. No disponer de apoyos o del material necesario en casa o partir de una base peor hace aún más injusta la comparación entre el alumnado», añade el informe.
También advierte la ONG sobre que «la inestabilidad es una mochila que pesa lo suficiente como para lastrar la carrera educativa». Un 20,6% de los que han cambiado de domicilio en más de una ocasión aún no han terminado la enseñanza Primaria. Y, en relación con el lugar de nacimiento, vemos que un 25% de los niños y niñas extranjeros, procedentes de países que hablan español, está en Primaria y ninguno está en el curso que le corresponde.
Jóvenes tutelados
En el caso de los niños tutelados, «la desestructuración familiar y las vivencias personales, duras para su edad, se unen en muchos casos a la pobreza», dice el informe. Estos niños están sometidos a una «presión añadida», ya que en muchas comunidades al cumplir los 18 se ven obligados a independizarse.
Además, suelen «carecer de referentes y al acabar la etapa educativa no tienen un apoyo económico sólido que les permita una emancipación progresiva». Volver al hogar familiar del que fueron apartados por no ser apto es una salida muy habitual, pero «no siempre óptima para una inclusión social satisfactoria», añade el informe.
Un 20,6% de los que han cambiado de domicilio en más de una ocasión aún no han terminado la enseñanza Primaria
Entre los niños de 16 años nacidos en el extranjero un porcentaje llegaron a nuestro país solos, sin redes de apoyo ni adultos de referencia. Prácticamente la totalidad de esta población son varones y ninguno está en el curso que le corresponde. Más de la mitad busca empleo, pero ninguno está trabajando. Ninguno recibe becas y todos asisten a centros públicos.
«Estos niños se encuentran en una grave situación, muchos tienen problemas para seguir el ritmo de las clases ya que su lengua materna no es lengua vehicular», indica la ONG Jóvenes e Inclusión. Además, en demasiadas ocasiones son víctimas de los prejuicios y el racismo (recordemos que se les conoce por las siglas de «menas».
Inserción laboral
Los datos que obtiene esta ONG sobre los participantes de sus servicios de inserción laboral son poco alentadores. Durante 2019, 1.131 jóvenes consiguieron un contrato de trabajo. En 2020, año marcado por la pandemia, este dato se desplomó un 9,5%. La duración media de los contratos fue de dos meses y 25 días. Además, los participantes en estos servicios aumentaron en un 112,8% en el año de la pandemia.
«Si atendemos a la realidad del mercado laboral –explica el informe– vemos que durante este año de pandemia la destrucción de empleo fue del 3,1%, disparándose en sectores como la hostelería el comercio o el turismo, que tradicionalmente ofrecen salida a muchas personas sin estudios». «Esto explica porqué las inserciones que hemos logrado durante este último año han caído en picado, poniendo a esta población más desfavorecida al borde de un precipicio», añade el informe de Jóvenes e Inclusión.
Los datos que obtiene esta ONG sobre los participantes de sus servicios de inserción laboral son poco alentadores. Durante 2019, 1.131 jóvenes consiguieron un contrato de trabajo
Como consecuencia de todos ello, la ONG señala que «las posibilidades de integración son muy complicadas si el punto de partida es la pobreza y la exclusión». Con 16 años un 92,4% de los jóvenes que agrupa esta ONG no tienen el graduado en ESO y la mayoría se enfrentarán a la búsqueda de empleo sin haberlo conseguido.
El sentimiento de pertenencia, el vínculo con los centros educativos, en muchas ocasiones no existe. «Los constantes cambios de centro, la falta de programas de integración, la escasa individualización de la enseñanza y, en algunos casos, incluso el desconocimiento de la lengua vehicular, dificultan mucho la integración», añade el informe.
«Mi sueño es conseguir estabilidad económica y un trabajo no precario. No pido demasiado y fíjate que me parece super difícil…». Es lo que dice una niña de 16 años de Castilla-La Mancha acogida a los programas con menores de la ONG que promuve este informe, un sueño que aunque difícil, debería hacerse realidad.
Perfil de los jóvenes excluídos
- Con 16 años los niños y niñas encuestados por la ONG Jóvenes e Inclusión deberían encontrarse en el primer curso de Educación Secundaria superior (1º de Bachillerato o FP de Grado Medio), pero la gran mayoría se encuentran muy lejos de esta meta.
- Nos enfrentamos a perfiles de menores con carencias económicas que afectan a su alimentación y al acceso a bienes materiales para equipararse a sus compañeros. Son niños que, en muchos casos, se enfrentan a situaciones complicadas, con familias desestructuradas, cambios habituales de centro o domicilio y con unas posibilidades de éxito escolar muy mermadas. Los criterios de adjudicación de becas no ayudan a compensar esta situación.
- Un 28,7% de la muestra de la ONG Jóvenes e Inclusión se encuentra en situación de tutela administrativa, un 13,89% son niños y niñas extranjeros no acompañados, un 13,1% están en una situación de guarda, un 6,2% asisten a algún servicio de apoyo técnico y un 38,5% se encuentran en otras situaciones de riesgo. En todos los casos son niños y niñas desfavorecidos.
- «Prácticamente la totalidad de nuestros chicos y chicas –dice la ONG– sueñan con tener estabilidad, y quieren dedicar su vida a trabajos para los que necesitan estudios, pero un 92,4% de los/as encuestados/as han repetido algún curso y un 16,2% aún no ha terminado la Educación Primaria. El riesgo de abandono es muy alto».
Pobreza y exclusión crean bolsas de marginalidad
El fracaso educativo de los niños, niñas y jóvenes trae consigo una «culpabilización acompañada de un agravamiento de sus situaciones personales», advierte el informe de Jóvenes e Inclusión. El fracaso escolar es uno de los factores que «contribuyen a la aparición de soledad, la exclusión e incluso a posteriores problemas de salud mental, más aún cuando hablamos de momentos tan importantes en la construcción de la personalidad y el propio yo como lo es la adolescencia».
La pandemia ha empeorado una situación ya de por sí deteriorada. Durante el último año, los jóvenes han visto rotas sus rutinas y paralizado su ocio, hecho que ha afectado a su sociabilidad y, por supuesto, a su formación.
Todas estas desigualdades en la etapa educativa interfieren en la futura inserción laboral de estos chicos y chicas. De los 4.886 jóvenes participantes en programas de inserción laboral que ofertan las entidades que pertenecen a Jóvenes e Inclusión sólo un 0,9% han llegado a la universidad, y los contratos laborales que consiguen tienen una duración media de dos meses y 25 días.
«Necesitamos recuperar la posibilidad de salir de una situación que perpetúa la pobreza y la exclusión generación tras generación y, para eso, nuestra gran herramienta se relaciona con el sistema educativo: la necesidad urgente de dotar al sistema de las herramientas básicas que le permitan ofrecer a cada alumno lo que necesita para que las dificultades personales no se conviertan un una mochila imposible de cargar».
La pobreza no es algo que se circunscriba exclusivamente al hogar familiar, es un estado que acompaña a los niños a sus diferentes ámbitos y durante todo su desarrollo vital, especialmente en el ámbito educativo. Conlleva peor alimentación, peor salud física y psicológica, priva a niños, niñas y jóvenes de referentes y de experiencias enriquecedoras y les convierte en un blanco fácil del fracaso escolar y de la exclusión.»Mi mayor miedo es no ser capaz de afrontar mis problemas en el futuro y acabar haciendo algo malo para mí. También me da miedo sentir soledad». (Niña de 16 años de Castilla y León).
Estos jóvenes que no consiguen concluir su carrera educativa abandonando sus estudios, en muchos casos antes de haber terminado la Educación obligatoria, pasarán a buscar empleos no cualificados. Según los datos que maneja el Observatorio Social de La Caixa, el fracaso escolar determina una tasa de ocupación del 60% frente al 90% de las personas que han finalizado estudios medios o superiores.
También sabemos que los hijos de padres con bajo nivel educativo tienen más probabilidades de fracaso escolar. La pobreza y la exclusión son prácticamente hereditarias y están claramente localizadas y concentradas geográficamente, perpetuando grandes bolsas de marginalidad.