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Acabemos con la violencia de una vez por todas

Israel Berna
Maestro tuitero
28 de julio de 2021
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Llevo un tiempo cavilando y el origen se encuentra en la noticia que saltó a los medios sobre el caso del joven coruñés Samuel, que con 24 años recibió una paliza que le causó la muerte cerca de una discoteca de A Coruña. Como sabrán, en muchos lugares de España ha habido movilizaciones en contra de este vil y cruel asesinato, e incluso, amigos cercanos de Samuel, han indicado que puede haber sido un caso de violencia por homofobia. A día de hoy desconozco cuál ha sido la causa de este fallecimiento, los jueces serán los encargados de esclarecer los hechos. Lo que sí tengo claro, es que es hora de que nos tomemos en serio acabar con LA VIOLENCIA, y me tomo el derecho a ponerlo con mayúsculas, porque no quiero añadir ningún adjetivo a la palabra violencia. Pues sea cual sea el motivo, nada justifica el hecho de que unos jóvenes, incluidos menores, acaben a palos con la vida de una persona, destrozando al mismo tiempo la de su familia.

La violencia es tan antigua como la existencia del ser humano. Desgraciadamente, la encontramos de muchas clases y muy variadas todas ellas, según Johan Galtung existe: violencia verbal, física, psicológica, estructural e incluso cultural. La violencia surge en los partidos de fútbol, las manifestaciones, los botellones, las redes sociales y, cómo no, también en nuestras aulas. Francisco Jiménez Bautista, profesor de Estudios para la Paz de la Universidad de Granada, llega a afirmar que «el ser humano es conflictivo por naturaleza, pero es violento por cultura y Educación». Es difícil no estar de acuerdo con esta afirmación. Una violento, según nuestra socorrida RAE, es una persona que actúa con ímpetu y fuerza y se deja llevar por la ira. Las causas de la violencia pueden ser muchas: marginación, la exposición de la misma en los medios comunicación y digitales, el entorno social y familiar del alumno y unos cuantos etcéteras. Y yo me pregunto… ¿Qué estamos/estoy aportando para acabar con la violencia en todo su contexto? Como padre, como maestro ¿Cómo estoy educando a mis hijas y a mis alumnos en la tolerancia y el respeto?

En este artículo quiero romper una lanza por la Educación emocional como arma para poder acabar con la conflictividad y ayudar a nuestros alumnos a que consigan ser personas más felices, más humanas y, al mismo tiempo, más empáticas

En este artículo quiero romper una lanza por la Educación emocional como arma para poder acabar con la conflictividad y ayudar a nuestros alumnos a que consigan ser personas más felices, más humanas y, al mismo tiempo, más empáticas. Coincido plenamente con el catedrático Rafael Bisquerra, cuando dictamina que nos encontramos con un gran analfabetismo emocional. De hecho, la Educación emocional no ha estado lo suficientemente atendida en el currículum académico ordinario ¿Será la Lomloe la elegida? No está exenta de palabras bonitas. En su artículo 4 reza: «La enseñanza básica persigue un doble objetivo de formación personal y de socialización. Debe procurar al alumnado los conocimientos y competencias indispensables para su desarrollo personal, así como para desarrollar su socialización, lograr la continuidad de su itinerario formativo e insertarse y participar activamente en la sociedad en la que vivirán. Y el artículo 6, respecto al currículo expone que «el currículo irá orientado a facilitar el desarrollo educativo de los alumnos y alumnas, garantizando su formación integral, contribuyendo al pleno desarrollo de su personalidad y preparándoles para el ejercicio de una ciudadanía activa y democrática en la sociedad actual».

Pero qué quiere que le diga, querido lector, en muchas ocasiones, las palabras bonitas se las lleva el viento. ¿Cómo se concretará esta ley en este aspecto? Según Bisquerra, mencionado en el párrafo anterior, es preciso dedicarle años de entrenamiento para conseguir una buena Educación emocional y prevenir la violencia, requiriéndose, al menos, unos 60 minutos durante todo un curso y a lo largo de toda la etapa educativa.

Ciertamente, la Educación emocional no es algo que únicamente deba tratarse de forma transversal, sino que hay que otorgarle y dedicarle tiempo efectivo en la escuela, porque es el lugar más adecuado para poder enseñar a nuestros alumnos a convivir entre iguales. ¿De qué sirve que en pleno sigo XXI tengamos la vacuna en un año, viajemos a Marte, nos demos unos paseos espaciales a lo grande; si no somos capaces de ayudar a nuestro alumnado a controlar sus emociones, su ira, sus frustraciones y transformarlas en bienestar y equilibrio para su vida?

No hace falta esperar a la gran «ley de leyes» para comenzar a educar las emociones. Ya contamos con grandes iniciativas como el precioso proyecto de la maestra Eva Solaz, que con su programa RETO está ayudando a mejorar la Educación emocional de nuestros alumnos uniéndose a esta propuesta más de 200 centros educativos a día de hoy. Ojalá un día las leyes no vayan por detrás de las iniciativas de los profesores y se consiga, de una vez por todas, un buen pacto para la Educación.

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