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Óscar Bartolomé: “El educador salesiano tiene que descubrir y sacar el máximo potencial de cada alumno”

Para Óscar Bartolomé, coordinador inspectorial de Escuelas Salesianas 'Santiago el Mayor', es muy importante el trato cercano del profesor con el alumnado, su cuidado, atención y preocupación.
Adrián ArcosMartes, 5 de octubre de 2021
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Óscar Bartolomé lleva más de 20 años en la congregación salesiana. © SALESIANOS

Los Salesianos de Don Bosco son una congregación religiosa perteneciente a la Iglesia Católica y fundada por San Juan Bosco el 18 de diciembre de 1859, en Turín (Italia). Desde sus inicios, su proyecto apostólico se ha basado en “ser signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres”. Y este proyecto también se ha extendido al ámbito educativo de la congregación. Como nos dice su coordinador inspectorial de Escuelas –Óscar Bartolomé– en esta entrevista, “nos gusta reconocer la escuela salesiana como una escuela popular, abierta a todas las clases sociales, que cuida el ambiente de familia, y que coloca al alumno en el centro del proceso educativo potenciando la personalización de la relación educativa”.

En una frase, ¿cómo resumiría el proyecto educativo salesiano?
—Se resume en formar y educar personas atendiendo a nuestro lema: que sean buenos cristianos y honrados ciudadanos. Formamos personas con valores humanos y cristianos que serán el futuro de la sociedad.

¿Qué valores se intenta transmitir a los alumnos?
—Lo tratamos de hacer desde un estilo educativo que llamamos “sistema preventivo”, que es la base de nuestro modo de educar y que tiene tres pilares: el amor, la razón y la religión. El amor es el cariño, la cercanía, la preocupación, el ambiente de familia, el estar atento a las necesidades de los chicos… La razón tiene que ver con dar el protagonismo a cada alumno, tratando de razonar, de buscar explicación a todo lo que se propone, e intentando ser más propositivos que impositivos. Y el pilar de la religión consiste en ofrecer a todos los chicos una propuesta de crecimiento en la fe, de apertura a la trascendencia en la que se pueda trabajar grandes valores como la solidaridad, la atención a las personas más vulnerables desde la clave de construir una sociedad más justa, y eso se educa en la escuela dentro de nuestro objetivo de construir personas que sean ciudadanos responsables de cara al futuro.

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Seguimos un proceso de Educación integral, de forma que en todas las etapas tratamos todos los aspectos de la persona: intelectual, afectivo, ético, sociopolítico, vocacional, religioso...

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¿Qué les diferencia de otros grupos educativos religiosos?
—Cada uno tenemos un carisma específico. Nuestra propuesta de espiritualidad juvenil salesiana está basada mucho en la experiencia de vivir en lo ordinario la propia fe cristiana, en unas celebraciones bastante abiertas para ofrecer una visión religiosa a todos aquellos que quieran profundizar en esa experiencia de fe. Y otra idea que cada vez cuidamos más es la espiritualidad interior desde un punto de vista más personal y que tiene más que ver con el cuidado.

¿Cómo se desarrolla el proceso educativo del alumno?
—Nos gusta reconocer la escuela salesiana como una escuela popular, abierta a todas las clases sociales, que cuida el ambiente de familia, que trata de ayudar a que los chicos se encuentren a gusto, en casa, y que coloca al alumno en el centro del proceso educativo potenciando la personalización de la relación educativa. Esto favorece la participación de todos los miembros de la comunidad educativo-pastoral: educamos todos y cuanta mayor coordinación haya, mejor funcionará todo. Un ejemplo claro de la importancia que damos a la relación con el entorno es la Formación Profesional. El proceso que tratamos de seguir es el de una Educación integral, de forma que en todas las etapas tratamos todos los aspectos de la persona: intelectual, afectivo, ético, sociopolítico, vocacional, religioso… Y eso lo hacemos desde los 0 años hasta la FP Superior.

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Los niños y jóvenes hoy demandan más que nunca gente que se preocupe de verdad por ellos, y eso no es suficiente con llegar y dar una clase

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¿Qué se le exige al profesorado para trabajar en sus centros?
—Lo primero que se les exige es la profesionalidad: tenemos que ser competentes en nuestra labor. Pero, sobre todo, para nosotros es muy importante todo lo que tiene que ver con ese trato cercano con los alumnos, con ese objetivo de intentar sacar lo mejor de ellos. El educador salesiano tiene que descubrir en cada alumno qué elemento puede ayudarle a sacar todo lo bueno que tiene, todas sus posibilidades, tiene que sacar su máximo potencial. Es una actitud proactiva y positiva de confianza en el alumno. Todo está enmarcado en ese concepto educativo de cercanía, cuidado, atención y preocupación, porque los niños y jóvenes hoy demandan más que nunca gente que se preocupe de verdad por ellos, y eso no es suficiente con llegar y dar una clase.

Dentro de ese concepto educativo, otro punto clave son las familias. ¿De qué forma pueden participar en los centros?
—La primera forma de participación la tienen reconocida normativamente en los consejos escolares. También son muy importantes las asociaciones de padres y madres de alumnos. Pero más allá de esto, en nuestros centros se trata de implicar a las familias en otros momentos: actividades durante el curso, formación, convivencia, celebraciones… El objetivo es que familia y escuela nos sintamos unidas en un trabajo compartido, y todo aquello que ayude a generar sinergias será lo que permita crear espacios y dinámicas que nos enriquezcan a todos. En definitiva, lo importante es que todos nos sintamos parte de una gran comunidad educativa. Y para conseguir ese sentido amplio de familia, nuestros colegios tienen que cumplir con cuatro aspectos: primero, ser una casa que acoge, donde todo el mundo se encuentre a gusto; segundo, que tenga un patio donde se pueda disfrutar y compartir –con actividades de teatro, deporte, música…–; que sea una escuela para la vida; y, por último, parroquia, que evangeliza y que educa en valores y en el sentido de la trascendencia.

La FP y su gran labor social

  • “En la FP venimos trabajando desde tiempos de nuestro fundador Don Bosco, en la década de los 60 del siglo XIX, hace más de 150 años. Evidentemente cuando surge esa FP tenía que ver más bien con  talleres de artes y oficios, de sastrería, encuadernación, herrería… para dar respuesta a las necesidades de los chicos en ese momento”.
  • “Esta formación tiene que estar actualizada, en continuo cambio, en relación con las empresas e instituciones públicas, e inserta en la red económica y social de las ciudades. Y no nos vale solo con la parte técnica, sino que queremos cuidar esa Educación integral transmitiendo contenidos éticos y valores que las empresas tanto valoran”.
  • “La FP Básica es un terreno con una gran labor social para ayudar a alumnos que se encuentran en situaciones económicas desfavorecidas. Desde la cercanía, la acogida y  el cuidado, se les ofrece una formación que les permita encontrar un primer empleo”.
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